Colón, en la provincia argentina de Entre Ríos, es un destino ideal para una escapada. Lo esencial se puede resumir en tres días. Resultan ser tres experiencias, más que tres circuitos: uno para recorrer los caminos rurales en busca de la historia, otro para disfrutar de los paisajes y la naturaleza y un tercero para dedicarse a las infaltables termas y la gastronomía local, incluyendo una degustación en una bodega.

La historia. Los 530 primeros colonos que remontaron el río Uruguay en 1857 se instalaron sobre tierras que les donó el General Urquiza. Así nació lo que se llamó durante mucho tiempo la colonie. Eran fincas diseminadas por las cuchillas y en torno a cuya capilla nació San José. El puerto de Colón fue creado más tarde. Los primeros pobladores venían de Saboya (que todavía no era parte de Francia), del Piamonte (Italia no se había constituido en un reino todavía) y del Valais (que sí formaba parte de Suiza). Trajeron con ellos varios adelantos y abrieron camino para que más europeos se instalasen en Entre Ríos.

La primera parada es en la Casa de la Administración, una construcción de piedra levantada en 1852 para servir de centro administrativo a la colonia. Omar y Alcides Perroni son los actuales dueños del predio. Instalaron un restaurante de campo y un zoo-granja que explota de visitantes los fines de semana.

El otro hito que dejaron los colonos en la comarca es un molino, en un terreno vecino, entre San José y Colón. Es el famoso Molino Forclaz, un intento fallido de modernizar la producción de harina. “Juan Antonio Forclaz murió de vergüenza por el fracaso de su emprendimiento”, dice Juan Carlos Buet, director del Museo Provincial Molino Forclaz. “No es que su idea fuera mala. Pero los vientos aquí no son tan fuertes como en los Alpes. Se tendría que haber instalado otro tipo de aspa”.

Cerca de Villa Elisa está el negocio de campo Francou, otro lugar que lleva a la “época de los abuelos”. Es una pulpería-almacén que abrió sus puertas en 1907 y sigue atendido por la misma familia. Los Francou migraron desde Saboya en 1868. Aunque los nietos de los fundadores tengan un proyecto de muestra, con artículos que quedaron sobre los estantes a lo largo del siglo XX (desde cámaras de fotos hasta ropa) el negocio en sí mismo es un museo.

Todo natural. Colón es como una isla rodeada por el agua: está entre los arroyos de la Leche y Artalaz, y el majestuoso Uruguay. Cuando el nivel del río lo permite, se arman salidas en lancha para conocer las islas de arena en medio del lecho.

Además de playas, la costa del río es también el destino de una original salida. La prepara la agencia Ita i Cora. Es una excursión para buscar ágatas a orillas del Uruguay.

En Molino Aventura, un predio cercano al Molino Forclaz, se puede desafiar las alturas y “caminar” en el aire. Este parque aéreo abrió hace poco más de un año y sigue todavía agregando nuevos juegos. Hay varios niveles de circuitos, puentes aéreos, una palestra de escalada, tirolinas y una torre para experimentar una caída libre de diez metros.

Llegó el momento de conocer la estrella vegetal de la región, la palmera yatay. Saliendo de Colón y San José hacia el norte, las primeras ya aparecen en los campos. Originalmente cubrían toda la región y formaban el palmar natural más sureño del mundo. Los dos bolsones remanentes de este exótico bosque se encuentran en el Parque Nacional El Palmar y la Aurora del Palmar; un campo privado de 1.600 hectáreas de las cuales 1.100 están protegidas y forman parte de la red de áreas naturales custodiadas por Vida Silvestre.

Relax y degustaciones. Lo primero que viene a la mente para esta parte del programa es el complejo termal. Fue remodelado hace un par de años y trata de conciliar su público tradicional que viene en busca de aguas curativas con el nuevo que pide diversión. Las termas de San José fueron de las primeras en actualizarse con un par de toboganes y una piscina recreativa.Villa Elisa, otro complejo vecino, llegó mucho más lejos y abrió una piscina de olas.

Lo único que le faltaba a la ciudad era un buen circuito gastronómico y poco a poco se está creando. Una de las personas que está detrás de esta movida es Marcelo Enriquez, el dueño y chef de Terrazas de Colón, un complejo que se ha forjado la reputación de tener la mejor mesa de la ciudad.

Ubicado en las afueras, al borde de la ruta que va en dirección al Puente Internacional y la frontera con Uruguay, se encuentra la Bodega Vulliez Sermet. Jesús Vulliez, descendiente de los fundadores originarios de Saboya, explica que su orgullo es el sótano, bajo la casa histórica. Allí la temperatura es constante (18º C) todo el año, ideal para conservar y criar las botellas.

En San José, Olga Bard está trabajando en el traspaso a sus nietos de la destilería que recibió de sus abuelos. “Mis nietos quieren retomar la producción. Los voy a ayudar y vamos a seguir produciendo licores a base de productos locales emblemáticos: el yatay, las naranjas y la miel”.


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