Montañas verdes y volcanes que caen en picada a playas caribeñas de mar esmeralda. Propuestas para disfrutar de la selva, bellísimas vistas panorámicas, nutrida oferta de hoteles y restaurantes y nativos hospitalarios: Santa Lucía es una isla para volver una y otra vez.

Una de las razones para ir está en la parte norte de la costa caribeña. Rodney Bay tiene la playa más linda, es polo gastronómico-hotelero, lugar de compras y centro de vida nocturna. La popular Reduit Beach consiste en tres kilómetros de arena fina y mar traslúcido en una hermosa bahía enmarcada por un cerro verde y por la península Pigeon Island. Detrás de la línea de tumbonas y sombrillas multicolores –juego que se alquila a 10 dólares– se suceden discretos hoteles con restaurantes que prescinden de la música a todo volumen (como Bay Garden Resort) y un par de bares animados (como Spinnakers). Al final de la playa, los pescadores sacan con red, paciencia y esfuerzo, cardúmenes de sardinas que venden a 5 dólares la libra (0,453 gramos). Más adentro, buzos amateur extraen sea eggs (un tipo de erizo), que más tarde cocinan para vender en la calle.

Reserva. Cerca de Gros Islet se encuentra Pigeon Island, reserva natural e histórica de 18 hectáreas. Hay que pagar entrada y el lugar cierra a las 6:00 pm: conviene ir al final del día para ver el atardecer. Es liviano el ascenso hasta las ruinas del histórico Fuerte Rodney (de 1778) y vale la pena por la espectacular vista panorámica de la costa montañosa del noroeste de la isla, hasta Castries, la capital. Enfrente está Martinica. Hay más en Pigeon Island: un recomendado restaurante creole llamado Jambe de Bois, un centro interpretativo de plantas, dos playitas de arena blanca, un bar y las ruinas de una estación de comunicación naval usada durante la Segunda Guerra Mundial.

A unos 12 km al sur aparece Castries, puerto de cruceros y capital administrativa de Santa Lucía, donde vive un tercio de la población. Aunque la mayoría de las construcciones de madera originales ya no están (desaparecieron por un gran incendio en 1948), mantiene la atmósfera de pasado victoriano en las calles Brazil, Laborie y Bourbon, en los alrededores de la plaza Derek Walcott, dedicada al poeta ganador del Nobel y que tiene su busto aquí, junto al otro Nobel local, el economista Lewis. Muy cerca, no hay que perderse el interior de la Basílica de la Inmaculada Concepción, hermosa iglesia popular que tardó 72 años en construirse. Por las ventanas de un altísimo techo de madera, entra la luz solar que ilumina una decena de coloridos murales de Dunstan St. Omer, artista local alguna vez fue llamado “el Miguel Ángel del Caribe”.

La cotidianidad de los locales se aprecia a pleno en el Mercado Central de Castries, montado en un gran edificio frente a la bahía. Los sábados es el día más activo. Hay varios puestos de frutas y verduras (con algunos alimentos exóticos, como ocro); de especias y preparados medicinales, de ropas y artesanías en madera, cestería y cerámica. El menú del día a 15 dólares llega desde pequeñas cocinas tipo food trucks primitivos.

En el ascenso a Monte Fortuna se ven varias mansiones de estilo victoriano y, desde la cima, la vista es formidable: el puerto con cientos de containers y la ciudad que se prolonga en laderas de montañas que la custodian.

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Los volcanes

Soufrière. Es el único volcán activo del mundo en cuyo cráter se puede andar en auto y tomar baños termales de azufre. Soufrière viene del francés soufre: en la entrada al pueblo, el olor evidencia la presencia del mineral en el volcán que está a espaldas del caserío. Hay que pagar entrada para acceder al tour guiado y a los baños termales con fangoterapia lúdica, en una piscina que está a corta distancia de la fumarola.

Picos Pitons. Dominan el paisaje del sur de Soufrière. Y en medio de ambos picos, las arenas blancas de la bahía Jalouise. Los dos volcanes y un área adyacente de 2.900 hectáreas, que incluye los baños termales y la costa sur, son Patrimonio Mundial de la Humanidad desde 2004. Los Pitons se pueden escalar: Gros Piton tiene 786 metros de altura y Petit Piton, 739 metros.

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Destino aparte

Las familias Devaux y du Boulay son los dueños de Soufrière Estate que es un destino turístico: además del casco de la plantación, se pueden visitar tres piscinas de baños termales, un antiguo molino y un magnífico jardín botánico de 2,5 hectáreas con flores asombrosas –como la roja torch ginger (Etlingera elatior) y la rosada sexy pink (Heliconia chartacea)– que finaliza en la cascada Diamond. En esta zona verde de plantaciones hay hoteles, resorts (Fond Doux por ejemplo) y buenos trekkings por el bosque.


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