Razones para bucear en Honduras hay muchas, pero dos destacan. La primera, conocer la barrera coralina más grande del mundo (después de la Gran Barrera de Australia), y la segunda, bucear por poco: las islas de la bahía en Honduras tienen algunos de los precios más convenientes para esta actividad.

Así, Roatán y su pequeña hermana Utila son conocidas por ser prácticamente fábricas de buzos. Como referencia, un curso para obtener la credencial Open Water en la Gran Barrera de Australia cuesta 634 dólares; en Roatán, los precios bajan a la mitad: entre 320 y 360 dólares. La oferta en Honduras no solo es muy asequible, también es amplia. Puede asistir a las clases desde el hotel, o bien tomar el paquete completo, que incluye alojamiento y certificación.

La tercera razón. Bajo el agua la visibilidad es perfecta. A simple vista la barrera parece un muro construido con piedras de colores, como un bello mosaico marino, pero de cerca se distinguen las diferentes formas: hay corales que parecen almohaditas porosas; otros con ramificaciones, como cuernos de reno; hay unos que asemejan enormes abanicos que ondean y se mecen con las corrientes. Hay muchos colores y formas: rojos, fucsias, naranjas, morados, azules.

Y aquí, una tercera razón para bucear en Honduras. Tras 8 años de observación, un reporte de la organización Healthy Reefs determinó, en 2015, que las islas de la bahía en Honduras tienen los arrecifes más saludables de la barrera coralina de Mesoamérica. El informe revela una puntuación de 2,8 sobre 5 al estado de los corales en esta barrera, que se extiende por 1.100 kilómetros a lo largo de las costas de México, Belice, Guatemala y Honduras. Sin embargo, dice el reporte, solo en el sector de Honduras la condición es buena. En otras zonas, 34% del sistema se encuentra en estado regular; 40% en mal estado, y 17% en estado crítico.

Problema de todos. La preocupación por preservar las barreras de coral aumentó desde que en febrero de 2003 el Fondo Mundial para la Naturaleza, WWF, presentó un estudio en el que se ponía de manifiesto la degradación de los sistemas de arrecifes en el mundo. El estudio concluyó que cerca de 60% de las barreras morirían en los siguientes 30 años. Desde entonces comenzó una verdadera cruzada de biólogos marinos, organizaciones ambientalistas y buzos profesionales para revertir el proceso.

La repentina muerte de los corales a lo largo y ancho del mundo es una preocupación para la biodiversidad marina en general y también para la humanidad.

Resulta que, aunque solo 0,09% de la superficie del planeta está cubierto de coral, los arrecifes proporcionan sustento para un cuarto de toda la biodiversidad marina.

Más de 500 tipos de peces son residentes en estructuras coralinas; otro tanto en cuanto a moluscos, cangrejos, estrellas y caballitos de mar. Además, las tortugas marinas, tiburones, delfines, incluso la ballena jorobada, se acercan a los arrecifes para descansar o dar a luz, debido a la protección que le brindan estos. Y una curiosidad: existe un jardinero natural de los corales que se llama pez loro, es herbívoro y se alimenta de las estructuras de coral abandonadas y de las algas invasoras que asfixian a los agonizantes arrecifes. Una vez hecha la digestión, este pez excreta unos granitos sólidos incoloros. ¡Su excremento es la arena blanca de las playas del Caribe!

Aparte, si los corales se extinguen, dejaría de existir también 25% de la biodiversidad en el mar y escasearía el alimento para 2.500 millones de personas en el mundo que se alimentan de la pesca.

Además de ser fuente de turismo debido a que miles de viajeros se sumergen en las aguas para observarlos, la medicina está descubriendo las propiedades de los corales, resulta que pueden aliviar algunas enfermedades como la artritis o el cáncer.

RECUADRO

Enfermerías

Tripp Funderburk, instructor de buceo estadounidense, está asentado en Honduras desde 2016, año en que la ONG Coral Restoration Foundation, con sede en Florida, lo designó para llevar a este país las técnicas de restauración y reforestación de coral. Hoy, su labor consiste en buscar voluntarios entre los turistas y capacitar a sus alumnos de buceo categoría Dive Master para que participen en las enfermerías de coral que hay bajo el agua. “Llamamos “enfermería” al área submarina donde plantamos los árboles de PVC para que vuelva a crecer el coral”, explica Tripp.

Hasta el momento han creado dos enfermerías: una en Turquoise Bay, al norte de Roatán, y otra cerca de Mahogany Bay, en la costa sur. En cada una crecen más de 600 fragmentos de dos especies: acropora palmata y acropora cervicornis, que son los mayores constructores de arrecifes debido a su rápida capacidad para crecer. Mientras el resto de los corales aumenta su tamaño de uno a dos centímetros por año, estas dos especies crecen entre 7 y 9 centímetros.


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