Burdeos, a 500 kilómetros de París, abre sus puertas para mostrar sus más de 347 edificios de interés histórico. “Es la única ciudad de Francia en donde hay un conjunto urbano impresionante del siglo XVIII. Casi toda la arquitectura es de esa época, aunque su historia es más antigua, esto debido a que el rey de ese entonces tomó la decisión de hacer obras y renovaciones, destruyendo incluso construcciones de la Edad Media y de la Antigüedad”, comenta Julia, una simpática guía turística.

Paradas imprescindibles son el gran teatro de Burdeos considerado el más importante de Francia; la plaza de la Bolsa, de 3.000 metros cuadrados, con su maravilloso espejo de agua; y el río Garona, del que Julia cuenta que a su paso por la ciudad, toma forma de medialuna, lo que le da nombre al Puerto de la Luna, Patrimonio de la Humanidad. Lo bordean casas hermosas y plazas impresionantes como la de los Quincunces, donde comienza el centro histórico: “es la más grande de Europa con 12 hectáreas”.

Digna de una visita detenida es la catedral de San Andrés y sus capillas, construida en el siglo XI, reconstruida en el XII y terminada en el XVI.

Merece perderse en sus calles y en sus barrios que recuerdan a los primeros vinicultores, monjes, protestantes y bodegueros que en el siglo XVII fortalecieron esta industria; una zona que hoy acoge a miles de estudiantes que asisten a las reputadas universidades de Burdeos.

Pasear en su tranvía (1,50 euros por trayecto), tomar un café y quizás ir de compras son planes que complementan este periplo. Y lo que nunca puede faltar es sentarse a tomar un buen vino.

Travesía fluvial. Si tiene la oportunidad de realizar un crucero fluvial, como los que ofrece el barco Amadolce, puede internarse en la región de Aquitania. El primer desembarco es en Cadillac, fundada en 1280 y que conserva su estructura medieval.

Desde este punto, y tras una hora de recorrido en bus, se llega a Mazères, para visitar el castillo de Roquetaillade, monumento histórico galo. Fue abierto al público en 1956 y también es conocido por su famoso vino blanco, el Chateaufort de Roquetaillade.

Veinte kilómetros más allá por el río se llega a Sauternes, en el departamento de Gironda. En el trayecto se divisan extensos viñedos, que forman parte de las 111.000 hectáreas de vides en esta zona. Lo primero es la visita a las bodegas donde muestran el proceso por el que atraviesa la uva o el mosto hasta convertirse en vino, en cientos de barricas de roble. Lo segundo es la esperada cata de vino, que en Sauternes es blanco y dulce, elaborado con uvas Sémillon, Sauvignon Blanc, Muscadelle y Merlot Blanc.

Tradicionales. El barco enfila hacia el norte para llegar a Pauillac, puerta de entrada a la región de Médoc. Allí se visitan bodegas tradicionales y famosas, con sus correspondientes castillos: Château Latour, Château Mouton Rothschild, Château Lafite y Château Pichon Longueville, Château Gruaud Larose y Château Léoville Poyferré.

Los anfitriones cuentan cómo estos vinos están marcados por los vientos, el clima oceánico, las tierras y su sustrato calcáreo y, cómo no, por las aguas del río Garona, que refrescan y nutren sus uvas Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc y Merlot, entre otras.

Luego viene la maceración, la fermentación y ese magistral ensamblaje que se logra a partir de cientos de combinaciones de mosto. Esa es la cuota clave y definitiva que proviene de las manos de los maestros vinicultores que le dan vida a este vino único de Burdeos.

RECUADRO

Inolvidable

Al tomar rumbo al sur, por un brazo del río que cambia de nombre y se llama Dordoña, se alcanza el puerto de Libourne, puerta de entrada a una de las regiones vinícolas más selectas de Burdeos y a una de las poblaciones más inolvidables: Saint-Émilion.

En sus calles medievales, este Patrimonio de la Humanidad recibe un millón de turistas al año. La ciudad fue bautizada por el monje bretón Émilion, que se estableció en una ermita excavada en la roca.

Las uvas que se cultivan allí son Merlot, Cabernet Franc, y algo de Cabernet Sauvignon y sus mejores vinos, los Grand Cru Classé, se degustan en el Château de Ferrand, el Château de Pressac y el Château Soutard.


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