Más que un destino turístico, Barranquilla ha sido históricamente una ciudad comercial. Los visitantes de la capital del departamento de Atlántico son, en su mayoría, empresarios que llegan a cerrar negocios. Su puerto, uno de los más importantes que tiene Colombia, es el corazón que mueve la economía de la zona.Pero con el paso de los años, ha dejado de ser solo esa urbe de paso para quienes van en visitas cortas o quienes siguen hacia destinos como Santa Marta y Cartagena, y ha abierto espacios de interés para los turistas.En eso influyen las tradiciones invaluables que guarda la ciudad. Su Carnaval, un evento que en 2003 fue proclamado patrimonio de la humanidad por la Unesco, reúne anualmente a cerca de un millón y medio de personas.La transformación que viene dando la capital del Atlántico ha mostrado una evolución urbanística interesante. Lujosos complejos habitacionales, hotelería de primer nivel y un corredor de vías que soporta el tráfico de manera fluida demuestran el cambio.La noche. Quien va a Barranquilla tiene que pasar una noche por La Troja. En esa esquina del cruce de la carrera 44 con la calle 74 lo que se baila es salsa. Más que una discoteca, es un espacio abierto donde hasta una parte de la calle termina convertida en una pista de baile. Allí se reúnen turistas y salseros, jóvenes y viejos, hasta el amanecer. Hacia el sur, en sectores aledaños a la tradicional calle Murillo con carrera 21, también abundan bares para salseros.En otra esquina, pero en la carrera 43 con calle 59, la reunión es más cultural. Escritores, políticos y artistas se juntan en La Cueva para revivir historias de la literatura de García Márquez, hablar de la agenda nacional o, simplemente, para tomarse unos tragos.De cara al río. En la capital del Atlántico se han realizado en los últimos años obras importantes para que los locales y los turistas vuelvan su mirada hacia el glorioso paso final del río Magdalena a las aguas del Caribe. Por eso hay que caminar el malecón del río, un espacio de 80 metros de ancho por 700 metros de longitud.También hay que dar una vuelta a la renovada edificación de la Intendencia Fluvial y la Plaza Grande del río Magdalena, en el sector de la carrera 46 con vía 40, y probar los bocachicos que preparan cocineros tradicionales de este sector céntrico.Gastronomía. Barranquilla, por historia, fue puerta de entrada de sabores del mundo. En su oferta gastronómica se nota influencia italiana y francesa, pero tal vez la más fuerte es la libanesa. Sin embargo, los sabores indígenas y afro son los característicos de la región.¿Quién se resiste a probar un bollo? Ese manjar, a base de maíz, aparece casi en todos los platos, acompañado de fritos y carnes. Lugares como Narcobollo y Cucayo ofrecen mucho de lo típico, aunque cada uno a su modo; el primero, en un ambiente más familiar, y el segundo, en uno más de folklore y fiesta.Museo del CaribeUn edificio de cinco pisos, en el Parque Cultural del Caribe, permite conocer a fondo la región caribeña desde los planos ambiental, histórico y sociocultural. El recorrido del museo, que se hace de arriba abajo, comienza en la sala Gabriel García Márquez, un espacio decorado con recortes de sus textos periodísticos, fotografías y máquinas de escribir. En una proyección digital vuelan mariposas amarillas y fragmentos de sus obras.Más abajo, una sala exhibe la riqueza del Caribe en ecosistemas terrestres, de mar, de agua dulce. También hay espacio para las tradiciones culinarias de la región y ventanas de identidad con información de las poblaciones indígenas que habitan en sus territorios. La música, la danza y sus fiestas cierran esta aventura cultural.


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