A Popayán, ubicada a 600 kilómetros de Bogotá, en el valle de Pubenza, entre la Cordillera Occidental y Central, le dicen la ciudad blanca porque es el color que predomina en su arquitectura cuidada y de raíz colonial entre calles empedradas.

Rodeada de montañas con vistas panorámicas, es un destino con aires románticos como el velo de una novia. El amor de pareja y de familias completas brota en el Parque Caldas. Los enamorados se besan frente a la fachada neoclásica de la Catedral Basílica Nuestra Señora de la Asunción con su cúpula de 40 metros de altura, o se toman la clásica selfie en la torre del reloj, emblema de la ciudad y que llama la atención de los visitantes porque tiene un solo puntero. Este y el campanario de la catedral se iluminan a medida que cae el sol, tomando tonos amarillos y violetas. La temperatura es deliciosa: en promedio no pasa de los 19°C.

Popayán es amable y caminable. Tiene apenas 277.540 habitantes y pocos turistas, pero sus visitantes se multiplican para el Carnaval de Pubenza, que se realiza en enero, y para la época de Semana Santa. Esta última es la fecha más importante para la zona, considerada uno de los centros históricos mejor conservados de Colombia, ya que se celebra con procesiones tan bellas que han sido declaradas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Como es epicentro de las tradiciones ligadas a la fe católica en Colombia, a Popayán le dicen también “la Jerusalén de América”.

Descubrir historias. Sus rincones están llenos de historia e invitan a descubrirlas cámara en mano. Aquí es posible encontrar La Ermita, construida en las primeras décadas del siglo XVII. También, fotografiar el Parque Caldas, que nació con la ciudad en 1537, y además el Puente del Humilladero, que, con sus arcos de piedra, permite el acceso a las partes bajas de la urbe.

Construido en 1873, este puente fue bautizado así porque la gente que subía la cuesta –antes de su levantamiento– lo hacía casi de rodillas por una falla en el terreno. Al lado de este, además, está el puente Chiquito o también conocido como puente de la Custodia. Erigido antes, en 1713, desde allí el viajero se puede acercar al río Molino que atraviesa Popayán o bien quedarse y disfrutar de los puestos de artesanía y de libros usados que están en sus alrededores.

En las alturas. Mirar Popayán desde la Capilla de Belén, tras subir un cerro de escaleras empedradas que rinde tributo a las estaciones de la Pasión de Cristo, es una alternativa para los que quieran conocer este monumento creado en 1681 y que guarda detalles de la sillería colonial típica española.

Si quiere pasear sin tanto esfuerzo, de todas las vistas del centro histórico, la preferida es la que entrega el mirador El Morro de Tulcán, porque es desde allí que se puede divisar toda la ciudad blanca que está a sus pies. Ubicado en una colina a la que se accede con una caminata fácil, este monumento precolombino de los indígenas pubenenses está compuesto por una densa vegetación que contrasta con cielos azules y nubes impresionantes que parecen tener rostros y venirse encima.

Tras el descenso se encuentra el Rincón Payanés o Pueblito Patojo: una versión en miniatura de los monumentos más emblemáticos de la capital del Cauca, donde se encuentran platos típicos de la región, además de libros y artesanía de las comunidades guambianas y paeces, que son habitantes indígenas oriundos de municipios como Cajibía y Silvia, a los que se les puede ver con sus trajes típicos al nororiente de la ciudad blanca, a unos 28 y 59 kilómetros.

Las aguas termales que Popayán ofrece al visitante en el sector de Coconuco, gracias a piscinas tibias/calientes de hasta 35ºC y de colores verdeazulados, abastecidas directamente desde el volcán Puracé, también son otro de los paseos atractivos.

Las aves de la ciudad blanca también pueden ser alucinantes. Los locales recomiendan visitar el Parque Nacional Natural Minchique, que, ubicado a 61 kilómetros al occidente de Popayán, concentra hasta 37 especies de colibríes que han sido descubiertas en este observatorio de pájaros.

RECUADRO

Buen paladar

La Unesco nombró a Popayán capital gastronómica en su Red de Ciudades Creativas hace ya varios años. El Congreso Nacional de Gastronomía, que se realiza desde 2003 en la ciudad, es reflejo de su buen paladar. De 500 asistentes que tuvo su primera edición, pasaron a más de 20,000 en una de sus últimas versiones, que deleitó con platos típicos como la carantanta con hogao, el salpicón de baudilia, el montadito de morcilla, el cremosito de ullucos con chicharrón de papada o la tortilla de chontaduro con pimentones glaseados en miel.  


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