El casco histórico de Quito, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es uno de los mejores conservados y más grandes de América. Calles angostas hechas con piedra volcánica y casas originales que no superan los dos pisos con techos de teja, que tienen más de 400 años. Los indígenas, como se autodenominan los representantes de pueblos originarios de la zona, todavía mantienen su vestimenta tradicional.

En el casco histórico hay 54 iglesias, cada una más hermosa que la otra. No son construcciones decorativas. Ecuador debe ser uno de los países más católicos del mundo, con 95% de población practicante que va a misa casi a diario.

El circuito religioso-turístico incluye a la Iglesia de la Compañía de Jesús, del siglo XVII, bañada en ocho toneladas de panes de oro y con estilo mudéjar.

La Catedral, frente a la Plaza Grande y a un costado del Palacio de Gobierno, fue la primera iglesia de Quito. Se puede subir a la cúpula para tener una buena vista aérea del centro histórico.

Otra de las imperdibles es la Iglesia San Francisco, que junto con otras capillas, claustros y patios están frente a una gran y emblemática plaza, referente de la ciudad, que estuvo en obras varios meses porque allí estará una de las estaciones del primer subterráneo de Quito.

La línea, que va a circular de norte a sur, realizará un recorrido de 50 km en 17 minutos y podrá evitar el caos de tránsito de la ciudad. Quito está superpoblado con 3,5 millones de habitantes y un parque automotor que no para de crecer.

Manos en la Ronda. Una de las calles más antiguas de la capital es La Ronda, que tuvo su gran momento de gloria en el siglo XIX, cuando era el sitio elegido por bohemios y artistas. Después de mucho tiempo en el olvido, la recuperaron tal como en la época colonial e invitaron a reconocidos artesanos y creativos de Quito para que se instalaran en sus antiguas casonas

Ahora, entre restaurantes y bares, se destacan especialmente los artistas de la escuela quiteña, que se especializan en trabajos y oficios del barroco colonial. Una escuela tan antigua como la ciudad, que comenzó en 1534, casi con la fundación de Quito.

En el primer piso de una antigua construcción, José Luis Jiménez se destaca por hacer bargueños, una especie de alhajero grande de madera, pero con numerosos cajoncitos y compartimentos secretos, que funcionan como cajas de seguridad.

Estos bargueños, de trabajo casi microscópico, con incrustaciones de huesos y diferentes maderas, puede llevar hasta 40 días de trabajo. Los más grandes cuestan hasta 500 dólares. Solamente tres artesanos en Quito continúan con esta tradición. Actualmente Jiménez tiene alumnos a los que les trasmite el oficio y trabaja en restauración de patrimonio del centro histórico.

Germán Campos Alarcón se especializa en repujado y cincelado. Tiene su taller de orfebrería, donde trabaja piezas en oro, bronce y especialmente platería religiosa estilo barroco. En su taller, sobre su tablero de brea se lo puede ver trabajando cuidadosamente sus láminas y también disfrutar de una pequeña exposición de joyería.

Sobre La Ronda, además hay un negocio dedicado a crear trompos de madera de mil variedades, otro que vende jabones y cremas hechas con miel y una heladería de helados de paila, otra tradición de la ciudad. La paila es una especie de cacerola de bronce, que se coloca sobre hielo y sal en granos. Adentro se pone el jugo de frutas y los secretos del maestro heladero para lograr sabores refrescantes y muy curiosos. En Dulce Placer, la heladería emblema de La Ronda se consigue sabor caca de perro, pokemon, orito y rosa, entre muchos otros.

RECUADRO

Auténtico sabor

Un buen plan es acercarse hasta el parque La Floresta, hacia el norte de Quito, para saborear la auténtica comida ecuatoriana. Todos los días, entre 5:30 pm y 11:00 pm, se ofrecen en puestos, con medidas sanitarias hipercontroladas, gran variedad de platos, muchos guisos calóricos exquisitos. Todos los platos cuestan 3 dólares y son abundantes. “Con la altura se necesitan más calorías, porque el cuerpo trabaja más”, explica David Cadena, el guía. Así que a comer sin culpa: menudos (intestinos) con morcilla dulce y papas; empanadas con morocho (bebida de maíz con leche); caldo de 31 (con 31 tipos diferentes de cortes de carne); yahuarlocro (sopa a base de papas y achuras de cordero) y tripas al grill.


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