El río San Juan de Nicaragua, una antigua ruta comercial y militar que ha sido motivo de discordias con Costa Rica, es un paraíso verde muy visitado por turistas amantes del senderismo y aquellos que se animan a ver de cerca a los caimanes y lagartos.Los botes zarpan por la noche al mando de algún nativo cazador de reptiles, como Mauricio Reyes, de 22 años de edad, experto en atrapar caimanes en el San Juan, que nace en el lago Cocibolca y desemboca en el mar Caribe, bordeando la frontera costarricense. ?Salimos tres o cuatro veces a la semana por la noche y normalmente siempre atrapamos uno o dos lagartos o caimanes?, cuenta Reyes, quien no teme a estas peligrosas hazañas con las que distrae a los turistas y gana dinero.Un poco más de 20 personas abordan la lancha que se abre camino lentamente en medio de la oscuridad sobre las cálidas aguas del río, en cuyas márgenes crece una espesa vegetación. El verde de las riberas se ilumina cuando uno de los excursionistas enciende su linterna para tratar de divisar a los caimanes que se ocultan en pantanos o bajo las tupidas ramas de los árboles.?Cuando estoy cerca, lo alumbro con la lámpara? y luego ?le caigo (encima)?, dice el joven, que esa noche, sin embargo, no logró capturar ninguna de estas especies de cocodrilos que abundan en los trópicos de América. ?Lo que pasa es que se mantienen en lugares donde uno no los pueda atrapar?, argumenta frustrado el cazador, mientras los turistas aceptan resignados regresar a un puerto seguro tras pasar más de hora y media navegando por el río.Durante el camino de regreso, un pez sábalo real salta del agua haciendo un fuerte ruido cerca del bote, asustando a algunos pasajeros, mientras otros aseguran haber visto el lomo de un lagarto.?A la mayoría de los turistas que vienen aquí les gusta hacer tours de caimanes?, afirma Carlos Martínez, un policía de El Castillo, uno de los cinco municipios del departamento del río San Juan.Una mansa selva. El río San Juan, reconocido por la Unesco como una reserva de la biosfera, abarca 7.600 km2 en el sureste de Nicaragua y cobija varias áreas protegidas como la reserva biológica de Indio Maíz, en cuyos bosques viven animales en peligro de extinción como el jaguar, el delfín y el águila arpía.En torno al río, de 200 km de largo, prospera una selva con especies de árboles como cedro macho, caoba, cedro real que los campesinos usan para construir sus rústicas chozas, así como la frondosa teca de la India ?la reina de las maderas? que ya se reproduce en la selva nicaragüense.El sitio alberga además una fauna de reptiles, monos, peces, aves y serpientes. ?Aquí la gente las mata, a las culebras?, afirmó Máximo, un campesino de ojos azules y 67 años de edad, mientras se dirigía machete en mano a cortar monte en una finca que un estadounidense compró para disfrutar de sus vacaciones a orillas del río.Modesto Ruiz, de la comunidad San Antonio, alega que los animales huyen de los cazadores, sobre todo los lagartos, porque los aldeanos a veces los matan para proteger sus aves, cerdos y vacas. En esta aislada región viven más de 100.000 nicaragüenses que se dedican a sus cultivos, pequeños negocios, la carpintería, el turismo o trabajan por temporadas en las fincas agrícolas del lado costarricense.En el olvidoLa cuenca del río San Juan es la más grande de Nicaragua. Durante la colonia española y la fiebre de oro de California fue una ruta muy transitada y considerada además una vía para construir un canal interoceánico por los españoles, franceses y estadounidenses. La decisión de Estados Unidos de hacer el canal a través de Panamá, a inicios del siglo pasado, dejó a este bello rincón de Nicaragua en el olvido.


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