Integrada por unos 630 indígenas quichuas y repartida entre la sierra y el páramo, a unos 4.000 metros de altitud, la comunidad rural de Oyacachi recurre al ecoturismo como vía para conservar sus ancestrales tradiciones.

Ubicada en el cantón El Chaco, provincia de Napo, Ecuador, esta localidad rural ha conseguido mantener su identidad desde tiempos coloniales gracias a su ubicación geográfica y ahora lucha contra las amenazas del progreso y la emigración.

“Oyacachi es una comunidad que, al ser remota, evitó el control colonial y pudieron desarrollarse en relativa autonomía en la época de colonia y después de ella”, afirma Simeón Floyd, profesor de antropología de la Universidad San Francisco de Quito.

También conocida como Tierra de Agua por la variedad de lagunas a su alrededor, se halla en medio de la Reserva Ecológica Cayambe-Coca, entre la Amazonía y la Sierra ecuatorianas. Su población indígena busca aprovechar la gran cantidad de lagunas, ríos, senderos y animales a su alrededor para convertirse en una comunidad autosustentable, y con ello ofrecer un futuro a los más jóvenes a la vez que garantiza su propia identidad.

Floyd explica que, por la distancia, nunca tuvieron intervención de agentes exteriores pero que necesitan del intercambio para su supervivencia y el ecoturismo se perfila como la apuesta de toda la comunidad.

Con 64.000 hectáreas, la comunidad disfruta del cómodo clima de los Andes en dos tercios de su territorio, mientras que en el tercio restante reina el frío de los páramos. En esas condiciones, 70% de sus habitantes se dedican a trabajos comunitarios para ayudar al autoabastecimiento del pueblo.

El turismo representa una parte del ingreso económico, pero se siguen conservando sectores tradicionales como la agricultura o la ganadería dentro de una economía compartida que regenta y administra un cabildo, explica Edgar Parion, secretario de la comunidad.

“Todos los ahorros se destinan a mejorar la comunidad, también ofrecemos créditos de ahorro e inversiones con intereses muy bajos para que nuestros compañeros puedan salir y hacer algo”, agrega.

Agua de volcán. De todos los atractivos turísticos que ofrece Oyacachi, los más famosas son sus termas naturales. Son una variedad de pequeñas piscinas que reciben agua natural de los volcanes Antisana y Cayambe, a una temperatura de 40°C..

El complejo cuenta con pequeñas cascadas para masajes naturales, baños turcos, saunas y una piscina de agua filtrada, para quienes quieren disfrutar de temperaturas más relajadas.

“Hacemos turismo comunitario y vamos mejorando las termas con las sugerencias de los turistas”, advierte Edison Tandayamo, trabajador de las termas.

En madera. Pero la naturaleza no es el único recurso turístico de Oyacachi, también lo son sus artesanías, reconocidas desde tiempos ancestrales porque el pueblo siempre ha destacado por sus numerosos artesanos.

Uno de ellos, Héctor Parion, cuenta que la primera moneda de intercambio de la comunidad fueron las artesanías y que éstas tienen mucha historia detrás. Trabajan con madera de aliso, una especie abundante en los alrededores.

Parion se especializa en la escultura realista y, por encima de todo, le gusta esculpir osos de anteojos andinos.

“Es parte de nuestra cultura, está en peligro de extinción y es un animal emblemático de esta área protegida. Lo esculpo para difundir que hay que cuidarlo y que hay proteger la zona donde habita”, afirma.

Al igual que las termas o la ganadería, también el ancestral sector artesanal de Oyacachi forma parte de la caja comunitaria, de forma que todos sus miembros puedan beneficiarse.

La nueva apuesta, de carácter comercial y sobre todo identitaria, contempla la construcción de nuevos hospedajes, así como la formación de sus jóvenes en el sector turismo. “Queremos vivir del ecoturismo”, explica Edgar Parion, por lo que la comunidad utiliza sus fondos colectivos para enviar a los jóvenes a estudiar.

El objetivo es que con lo que aprendan puedan impulsar a Oyacachi como destino y que la parroquia sea, algún día, autosustentable del turismo.


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