No. Nuquí, en el departamento colombiano de Chocó, no es para todo el mundo. La señal de Internet  y de teléfono son casi un milagro cuando aparecen. Los hoteles no tienen aire acondicionado y no ofrecen planes todo incluido con fiestas nocturnas y entusiastas recreadoras. Hay mosquitos. El mar se puede alborotar y es posible que la lancha se demore en salir. De repente llueve y todo se pone gris. De repente sale el sol y el cielo se despeja esplendoroso. ¿Y entonces, si no es un destino aparentemente perfecto y carece de todas esas comodidades, para qué ir?

“Para volver a lo esencial, para conectarse con la vida pura y con uno mismo, y para disfrutar de uno de los destinos más bonitos y auténticos de Colombia”, afirma el holandés Joel Brounen, que ha venido nueve veces a Nuquí. Sí. Nueve. Y –dice– nunca dejará de venir mientras pueda.

Un lugar donde la comunidad ha entendido que el turismo es la mejor herramienta para superar la pobreza y la violencia, y que recientemente recibió un impulso del gobierno nacional para reforzar la seguridad y garantizar la tranquilidad de los visitantes.

Entre la arena. Al pisar suelo de Nuquí es clave saber que las playas más bonitas y los atractivos turísticos quedan fuera del casco urbano. En el aeropuerto hay un punto de información donde dan toda la asesoría del caso, pero puede tomar en cuenta algunos consejos.

Para llegar a Guachalito (o a cualquiera de las playas y corregimientos vecinos, donde suele comenzar el recorrido) la opción más económica es la lancha o transportadora pública que sale de lunes a sábado desde Nuquí a la 1:00 pm rumbo a la zona sur.

El trayecto dura entre 30 y 45 minutos, dependiendo de la marea. Y el regreso de la zona sur también es de lunes a sábado a las 7:00 am. En el hotel donde se hospeden les ayudan con el contacto para que los recojan a su regreso en la transportadora.

Si el tema de la lancha pública se complica, es bueno saber que los hoteles también ofrecen los servicios de traslado y se ajustan a los vuelos, y así todo resultará más tranquilo. Por eso es clave reservar el alojamiento antes de viajar. De hecho, los hoteles también ofrecen las excursiones y salidas a ver ballenas y otros planes. Quienes quieran dormir en el casco urbano de Nuquí, que también es una opción, pueden tomar excursiones hacia los sitios de interés.

Independientemente del hotel donde se aloje en la zona sur de Nuquí, donde están las playas más bellas, es importante saber que todas son vecinas y que se pueden caminar y disfrutar muy fácilmente. Y todas ofrecen ese escenario fascinante de selva y mar.

Una excursión imperdible puede comenzar desde Guachalito pasando por Terco, Terquito y Piedra Piedra, para llegar al corregimiento de Termales. Es una entretenida caminata en la que se disfruta del sol y del paisaje, y donde sorprenden los esteros y riachuelos que brotan de la selva y rompen la playa buscando su camino rumbo al océano. Es fundamental ir con guías locales, que pueden hacer desvíos para explorar cascadas, senderos y otros secretos de la selva y, sobre todo, evitarán cualquier extravío. De Guachalito a Termales el recorrido, sin apuros, puede tardar cerca de dos horas.

Hay que entrar al pueblo y contemplar las casitas de colores adornadas con cortinas armadas con materiales reciclables, hasta llegar a las piscinas termales que le dan el nombre al lugar. Son azules y calienticas, y les atribuyen facultades medicinales. Al lado, corre plácido un río. Las termales forman parte de un spa en madera en medio de la selva, donde ofrecen masajes y otros tratamientos.


Sala de partos

La ensenada de Utría es uno de los lugares más bellos y tranquilos de Colombia. Forma parte del parque nacional natural del mismo nombre y, en pocas palabras, es el mar sin olas. Aquí, en la zona norte de Nuquí –a unos 50 minutos del casco urbano en lancha–, muy cerca de Bahía Solano, la selva encierra al océano en forma de U. Y por eso el mar se mueve poco y parece un lago verde esmeralda que brilla con el sol. De hecho, por la profundidad y calidez de sus aguas, Utría es conocida como la sala de partos de las ballenas yubartas. Por eso todo el significado de vida que transmite el lugar.

Uno no se cansa de contemplar la belleza de la ensenada. Pero hay que meterse en ella y nadar –con precauciones– o recorrerla en kayak. Y hay que caminar por el manglar Estero Grande, que se deja recorrer en una plataforma de madera de 800 metros y donde se ven diferentes tipos de mangle, pájaros, monos y cangrejos. En las noches, dependiendo del clima, es posible ver el espectáculo del plancton bioluminiscente: esos organismos unicelulares que, al entrar en contacto con el oxígeno, se iluminan de blanco y azul. Y parecen luciérnagas dentro del mar.

Utría se puede visitar en plan de pasada, aunque lo más recomendable es dormir allí, en unas cabañas y otros servicios de lujo verde que son el mejor ejemplo, en Colombia, en turismo de naturaleza dentro de un área protegida. Utría, como todo en Nuquí, es un paraíso mágico y salvaje.


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