Es tranquilo y está alejado de ansiedades y presiones. El silencio de la plaza de Monguí, interrumpido de vez en cuando por niños correteando, flota sobre las calles empedradas. Sus habitantes caminan enfundados con ruanas para combatir la temperatura que puede bajar en la noche hasta 5° C. Sus construcciones que datan del siglo XVII y su gente siempre amable, de sonrisa fácil, son los factores que lo convirtieron en uno de los pueblos patrimonio de Colombia y un lugar que no puede faltar para los visitantes del departamento de Boyacá.

Este municipio está a 97 kilómetros de Tunja, capital del departamento, y es un destino perfecto para desconectarse del estrés de las grandes ciudades.

Pero como toda visita siempre es bueno tener un esquema de planes y sitios claves para conocer durante su paso por Monguí.

Uno de esos sitios es el puente de Calicanto. Construido en el siglo XVII sobre el río El Morro, recibe el nombre del material con el que está hecho: el calicanto, pegamento mezcla de cal, arena, sangre de res y melaza. Es una obra típica de la época de la Colonia y por allí se transportaron las piedras con las que fue erigida la Basílica de Nuestra Señora de Monguí, que es un edificio del siglo XVII, patrimonio cultural de Colombia. En 2016 se terminó la restauración de una pintura que se halló en la cúpula. En el proceso también se encontraron ventanas tapadas, paredes en ladrillo que no eran originales y objetos como lámparas centenarias que todavía están instaladas.

Otros lugares imperdibles son las fábricas de balones. En este pueblo, reconocido por su tradición artesanal, existen 20 fábricas de pelotas y es una de las principales fuentes económicas de la población. La tradición –contrario a la producción industrial que prima hoy en día– dicta que las 32 piezas de cada balón deben ser cosidas a mano. Esto es garantía de que no van a desprenderse ni a dañarse bajo ninguna circunstancia. En casi todas las tiendas están listos para la venta, así que quien visite en Monguí, no solo debe comprarse un balón, sino conocer la historia que hay detrás de su fabricación.

Los páramos. Otra cosa son las montañas que circundan a este pueblo. Monguí es la población más cercana al páramo de Ocetá. Hasta aquí se llega tras una caminata de tres horas, trazada desde el centro del pueblo. En la medida en que avanza el camino, los frailejones aumentan en número hasta que aparece un valle, un lugar único que parece escenario de cuentos de hadas.

Algunos de los lugares que se pueden visitar en este valle son la laguna Negra, el Barco, la Ciudad de Piedra y es posible también ver campos de senecios, flores que son de la familia de las margaritas. Con suerte y cielo despejado, es posible ver la sierra nevada del Cocuy. Se recomienda contratar con un guía, pues el camino no está delimitado y es fácil perderse. Imprescindible llevar chaqueta impermeable, gorro y guantes. Información sobre este camino en caminantesdelretorno.com

RECUADRO

Alojamientos

Varios hoteles están ubicados en el centro histórico y otros, a las afueras del pueblo. En el Portón de Ocetá se consiguen habitaciones por 32 dólares la noche. En el Hospedaje Las Cabañas hay cuartos por un precio similar. Está también, en un área más alejada, el Hotel Campestre Inaoska Ecospa con precio promedio de 40 dólares la noche, con desayuno incluido.


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