A 2.450 metros de altura, en una de las crestas de los Andes de Perú se encuentra una de las nuevas siete maravillas del mundo moderno más misteriosas y remotas, dado su gran ingenio arquitectónico y de ingeniería, muy adelantado para su época, y su ubicación geográfica.

El Parque Nacional de Machu Picchu, patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1983, ofrece cada año, a millones de visitantes, más de 200 estructuras talladas en piedra, entre ellas casas, relojes solares, escuelas y templos, situadas a lo largo de media hectárea de una zona montañosa y llena de vida silvestre, con llamas caminando en medio de turistas ansiosos por tomarse fotografías con ellas.

Construida por el imperio inca antes del siglo XV, posee la forma de un cóndor con las alas abiertas, que se puede apreciar desde la cima del Guaina Picchu. La ciudadela funcionó como santuario y una de las residencias del rey Pachacútec IX.

En las ruinas se puede conseguir el palacio del inca; la escuela de niñas, separada de la de los varones; la zona agrícola; el Templo del Sol o del Cóndor y un sistema de aguas negras bastante curioso por su origen religioso y respeto a la madre tierra.

El Guaina Picchu, o Montaña Joven, uno de los cuatro cerros que rodean a la ciudadela, también se puede visitar. Es un camino que requiere tener muy buena condición física, ya que durante los 40 minutos del recorrido el turista que se arriesga a subir tendrá que enfrentar escaladas bastante empinadas.

A pesar de que la mayoría de los templos en el Guaina Picchu quedaron destruidos por varios terremotos, en el trayecto a la cima se encuentra el Templo de la Luna, uno de los pocos centros religiosos incaicos mejor conservados dentro de las ruinas de la ciudad.

El precio de la entrada al parque nacional varía dependiendo del recorrido y de la edad. Para un adulto el boleto costaría un aproximado de 85 a 140 dólares, mientras que un niño puede llegar a pagar de 30 a 60 dólares. Las personas mayores de 60 años de edad, personas con discapacidad y estudiantes obtienen, con tan solo una identificación, un descuento de 50%.

Antes de llegar. Para arribar a las ruinas de Machu Picchu es necesario primero viajar a Cuzco, una población llena de cultura y misticismo. Restaurantes, iglesias, museos incaicos e hispanos se ven en cada calle, que dan una estructura a la ciudad de forma de puma o jaguar agazapado.

En el centro de esta urbe se ubica el Convento de Santo Domingo, construido en el siglo XVII sobre el templo inca de Coricancha o Templo del Sol, hoy transformado en uno de los museos más interesantes y visitados de la región, que explica la vida y creencias de este imperio prehispánico.

El pueblo de Ollantaytambo, a dos horas en taxi o en autobús desde Cuzco, es el segundo destino antes de llegar al parque nacional. En él se pueden visitar diferentes ruinas incaicas, aunque no llegan a ser tan extensas como las de Machu Picchu.

Allí está la estación de Ollantaytambo, específicamente en Uribamba, donde se debe tomar un tren hacia Aguas Calientes, localidad a las afueras de la ciudadela.

El trayecto en tren dura cerca de una hora y media, viaje en el cual se pueden disfrutar de hermosas vistas mientras degusta un té de coca, bebida típica de la región.

Aguas Calientes es un pueblo pequeño con callejones llenos de hoteles, restaurantes y músicos que animan a los transeúntes. Es aquí donde se debe comprar tanto el boleto de entrada a Machu Picchu, como el ticket del autobús que tras quince minutos de camino lleva a sus pasajeros a las puertas de la ciudadela incaica.

La otra forma de llegar al parque es por el Camino del Inca, vía construida hace más de 500 años por sus fundadores. Este comienza en el kilómetro 88 de la carretera que conduce de Cuzco a Ollantaytambo y termina en la Puerta del Sol, entrada donde se puede ver la ciudad tal como los incas la podían observar al llegar a ella. El camino se transita en cuatro días y su reservación es muy limitada, pero vale la pena la espera y el esfuerzo.


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