Relata el Antiguo Testamento que Moisés, en su éxodo hacia la tierra prometida, encontró un manantial salado en el desierto del noreste de Egipto cuya agua convirtió en dulce para beberla. Miles de años después, ese lugar se encuentra en una rehabilitación para atraer a peregrinos.

Contemplando un trasiego de personas que hace tiempo no veía, motivado por la visita de un ministro a las llamadas termas de Moisés, la beduina Soraya Ahmed, de 69 años de edad, puso a punto toda su artesanía en una pequeña tienda de madera y palma seca.

Ella ha sido una de las mujeres que ha pedido al titular de Antigüedades, Jaled al Anani, mientras realizaba una inspección del lugar situado en la localidad de Ras Sadr, en el sur de la península del Sinaí, que por favor no le echen de su tierra por la renovación del sitio.

Las termas de Moisés, compuestas por siete fuentes de cuyas aguas se dice que tienen efectos terapéuticos, es uno de los puntos que el Ministerio de Antigüedades y de Turismo quiere convertir en un nuevo destino para los visitantes.

El recinto, que data de la era bizantina y que fue construido sobre los manantiales que se creen que son los citados en la Biblia, era lugar de descanso para los diplomáticos extranjeros hasta comienzos del siglo XX.

El secretario general del Consejo de Antigüedades, Mustafa Waziri, contó que por falta de mantenimiento, las termas, cuyas profundidades están entre los seis y ocho metros, acabaron abandonadas y cubiertas de arena.

A pesar de ello, algunos peregrinos continuaron visitando los manantiales, pero en los últimos años ya no llegan turistas, aseguraron Soraya Ahmed y su compañera de faenas diarias en las tiendas, Um Ziri, de 53 años. Ambas miran con esperanza el futuro, una vez que terminen las obras de renovación, para que las personas caminen otra vez sobre esta arena sagrada.

Lo que falta. La primera fase del proyecto de rehabilitación comenzó a finales de 2015 y terminó relativamente hace poco, sin tener aún una fecha de inicio para la segunda etapa.

Todavía falta por pavimentar los caminos, remodelar las tiendas de Soraya, Ziri y de sus colegas, así como instalar bazares, cafeterías, restaurantes, en el marco de esa segunda fase de un proyecto cuyo presupuesto total ronda los 8 millones de libras egipcias (450.000 dólares).

El turismo en Egipto cayó con fuerza por la inestabilidad posterior a la revolución de 2011 y todavía no se ha recuperado debido a los recientes atentados terroristas.

En estos momentos, el Ejército desarrolla una gran campaña militar contra los extremistas que están presentes en el centro y norte de la península del Sinaí, donde opera una filial del grupo yihadista Estado Islámico.

Pese a que las termas se encuentran a casi 200 kilómetros de las áreas afectadas, las beduinas reiteran que la guerra está lejos del sur del Sinaí y que allí se vive muy bien. “Tenemos electrodomésticos, aire acondicionado en nuestras casas. No vivimos como en el desierto”, bromearon.

El titular de Antigüedades egipcio también quiso destacar este aspecto y dijo que la ofensiva lanzada desde la semana pasada y este tipo de proyectos turísticos también son un mensaje en la lucha contra los terroristas en Egipto.

Al Anani aseguró que en el lugar confluyen las tres religiones del Libro –el cristianismo, el judaísmo y el islam–. Además, explicó que por este lugar transitó la Sagrada Familia, pues por aquí pasa la ruta que, según la tradición, tomaron María y José al huir con Jesús a Egipto para escapar del rey Herodes.

RECUADRO

El milagro

Según el relato del segundo libro de la Biblia, Dios le dijo a Moisés que cortara una rama del denominado árbol sagrado –en cuyos robustos tallos los niños juguetean ahora– para meterla en ese manantial y convertir el agua en dulce y poder beberla, tras haber estado tres días sin probar gota en el desierto.

Poco antes del milagro –dice la escritura– los israelitas que huyeron con Moisés habían comenzado a maldecirle por haberlos sacado de Egipto, aunque luego gracias a la intervención de Dios pudieron continuar. Hoy es la población local quien espera un milagro para que su vida se reconstruya en paralelo con el lugar sagrado.


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