Justo al salir a la superficie, el metro se desliza por encima del río Charles y se contempla la mejor vista de la ciudad de Boston, en Massachusetts. Por las ventanas de ambos lados del vagón se puede ver el gran río y, si es verano, un desfile de veleros y kayaks. En las calles, los edificios componen un paisaje cosmopolita con un aire que recuerda a Inglaterra. La historia se manifiesta en su arquitectura y demuestra la llegada de los colonos ingleses que, en 1630, fundaron esta metrópoli.

El tren se dirige hacia una de las últimas estaciones de la línea roja. Luego de haber tenido un abreboca de la ciudad, todo se vuelve oscuro al transitar los túneles subterráneos hasta que se llega a destino en la cercana localidad de Cambridge y se pisa la Harvard Square, una zona vibrante y comercial ubicada en los alrededores de la famosa universidad. Cafés, pastelerías, tiendas, librerías, bares, restaurantes y muchos estudiantes y turistas son parte del paisaje de esta cuadra.

Allí la librería Harvard COOP es uno de los locales más concurridos debido a los cuatro pisos llenos de publicaciones que ofrece desde su fundación en 1882 por un grupo de estudiantes. La tentación de comprar es irresistible, y la cantidad de secciones parece infinita.

En la zona infantil se pueden encontrar libros de edición limitada de la saga Harry Potter ilustrados por artistas reconocidos. En la sección de budismo –filosofía que ha despertado el interés de estadounidenses tal como demuestran los pasajeros del metro– hay textos del mismísimo Dalai Lama, y como se trata de Harvard, por supuesto que hay estudios académicos y científicos sobre la filosofía y sus prácticas espirituales.

El área de ficción y no ficción abarca todo un piso, y también cuenta con una sección de ofertas, Bargains. Pero aquí no solo hay textos, también venden souvenirs que pueden aprovechar tanto estudiantes para decorar sus habitaciones como turistas que desean llevarse un recuerdo de la universidad como un suéter o un llavero.

La puerta del saber. Al cruzar la calle por el piso empedrado se encuentra la entrada a la Universidad de Harvard. Una gran puerta de rejas negras con un logo rojo en el centro es el punto de partida para conocer las instalaciones. El campus se siente como el sueño americano: grama verde, cielo azul, edificios de ladrillos, el logo en todas partes y caminerías blancas.

Un grupo de turistas hacen fila frente a una estatua en el centro del campus para tocar el pie de derecho de la efigie de un hombre y tomarse una foto. La escultura es de John Harvard, la cual tiene una curiosa inscripción: “Las tres mentiras”. La primera es que John Harvard no es el fundador, sino que fue su principal benefactor, y al morir se cambió el nombre de New College a Harvard. La segunda es que la escultura no personifica a John Harvard realmente, ya que se desconoce su verdadera apariencia. Y la última mentira es el año de la fundación de la universidad: creada en 1636 y no en 1638 como atestigua la estatua.

En el lado derecho del campus, hay un edificio imponente, de columnas anchas, cuyo interior acoge más de 17 millones de libros. Es la Biblioteca Widener. En contraste con la apariencia antigua de la biblioteca, en el otro extremo del campus, se encuentra una estructura futurista: el Centro de Ciencia, que comprende laboratorios, observatorio astronómico y una colección histórica de instrumentos científicos.

Con tales complejos culturales, Harvard emana una atmósfera de élite.Pero la burbuja explota apenas se sale de esta meca intelectual y uno se enfrenta a las adversidades que experimenta la ciudad de Cambridge, ubicada a solo a 10 minutos de Boston en metro. Dada la cercanía, los residentes se mueven cotidianamente entre las dos urbes, y también con otras que forman parte del Gran Boston.

La otra cara. La prestigiosa zona Harvard es uno de los lugares en la que los indigentes deambulan sin problemas. Y no son pocos los sin techo.

“Una de las cosas que aprendí en mis años universitarios fue la inequidad social que existe en el mundo que, a veces, al estar dentro de una élite es muy difícil ver”, manifestó una vez Bill Gates, quien alguna vez pasó por las aulas de esta universidad, aunque nunca completó la carrera.

En Cambridge existe un fenómeno llamado gentrification: la pérdida de hogares por parte de lo antiguos residentes debido al alto valor que va adquiriendo la zona al pasar los años, por lo que son desplazados por inquilinos con más ingresos. Aunque no es algo que afecte a los turistas, sí los hacen conscientes de la realidad.

Museos y flores. En los alrededores del complejo universitario, existe una gran riqueza cultural concentrada en los museos. Uno de los más visitados es el de Historia Natural que exhibe descubrimientos en los campos de la zoología, minerología y geología. Hay un salón lleno de fósiles, de diversos tamaños, desde animales pequeños, como pájaros, hasta los de grandes dimensiones como ballenas.

Pero la exhibición más popular es la Glass Flowers que recoge una gran colección de flores de vidrio, que devela la gran conexión entre ciencia y arte, pues los bouquets no solo sirven para ser admirados, sino también para estudiar las plantas. El periódico Boston Globe lo calificó como “una exhibición anatómicamente perfecta” debido a la exactitud de las réplicas, tanto así que parecen flores reales.

El dato

Puede descargar la aplicación Harvard Tour para una visita virtual al campus:

www.harvard.edu/on-campus/visit-harvard/tours/mobile-tour


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