Contemplar tan solo unos minutos la reliquia con la imagen de la patrona de Venezuela que alberga el Santuario Nacional de Nuestra Señora de Coromoto, vale la pena el viaje.

A este imponente templo, ubicado a 25 kilómetros de la ciudad de Guanare, en el estado Portuguesa, cada año viajan miles de feligreses a venerar a la Virgen, algunos hasta descalzos para pagar promesas por las bendiciones concedidas.

En la carretera que conduce hacia el estado Barinas, al suroeste del país, un cartel advierte sobre el desvío hacia Guanare. El clima húmedo, caluroso y sencillas casitas dan la bienvenida al pueblo en pleno llano venezolano.

La primera vez. En este rumbo, la antesala de muchos que acuden a celebrar la aparición de la Virgen, hace ya 365 años, es una quebrada con un pequeño monumento en el lugar donde esta advocación mariana se manifestó por primera vez.

Ahí muchos visitantes aprovechan para refrescarse el rostro o “bañarse” enteros en el agua, con un sentido de llenarse de espiritualidad antes de entrar a la iglesia. Ocasionalmente y a cambio de algún dinero, niños y jóvenes de la zona relatan a los turistas la historia de cómo en 1652 el cacique Coromoto y su mujer atravesaban una corriente de agua y vieron a una Señora de extraordinaria belleza que les dijo en su idioma: “Vayan a casa de los blancos y pídanle que les eche el agua en la cabeza para poder ir al cielo”. El líder de la tribu cospes le contó lo sucedido a un español llamado Juan Sánchez.

El hombre le pidió a Coromoto alistarse con su gente, le dijo que regresaría para mostrarles lo necesario para bautizarse. Los indígenas marcharon con él hacía un ángulo formado entre los ríos Guanaguanare y Tucupido, donde les repartieron tierras e iniciaron la catequización.

Varios de los indios recibieron el bautismo, pero el cacique extrañaba la selva donde él mandaba y huyó. El 8 de septiembre de 1652, la Virgen volvió a aparecer en el bohío, en presencia de Coromoto, su mujer, su cuñada Isabel y un sobrino de esta –es, por cierto, la única vez que la Virgen María se presenta ante una familia–. El cacique cogió una flecha y apuntó para matarla. Cuando la Señora se le acercó, Coromoto intentó empujarla, pero ella desapareció y le dejó en la mano una especie de pergamino con su imagen. Los estudios que se le han hecho a la pieza no logran determinar de qué material se trata.

El niño corrió a avisarle a Juan Sánchez, quien con dos de sus compañeros fueron al sitio de la aparición y recogieron la reliquia. En 1654 la trasladaron a la iglesia de Guanare, donde permaneció en un relicario hasta 1987, cuando fue incrustada en el pedestal de la imagen de madera que está hoy en el templo. El Santuario, inaugurado el papa Juan Pablo II durante su visita a Venezuela en 1996 y fue elevado a Basílica Menor en 2006, está construido en el lugar de esta segunda aparición.

Más adelante en el camino, existe un sector donde los visitantes pueden adquirir recuerdos y artesanías para familiares y amigos. Un amplio estacionamiento está disponible para los feligreses cuando llegan a la Basílica, con un jardín central de flores vinotinto y plantas de un tono verde esmeralda.

En algunas misas en honor a la Coromoto –cuya solemnidad se celebra el 11 de septiembre– se incluye una representación de los indígenas de la época cuando apareció la Virgen. También se despliega una gran bandera de Venezuela. Adentro de la estructura, el sol se cuela por los vitrales y realza la ceremonia.

En un joropo de Jorge Guerrero los llaneros le cantan: “Virgencita de los llanos, Virgen de la Coromoto, patrona de Venezuela, la que reanima y consuela con amor a sus devotos…”. Y a estas voces se suman los viajeros que pasan a visitar a la patrona en uno de los templos más modernos de la arquitectura del país.


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