El regalo de la naturaleza comienza en la ruta de acceso y las panorámicas de los caminos rurales con el lago de Güija, La Perla de Azacualpa, en Metapán, en El Salvador. Con esta vista en el horizonte se inicia un recorrido por cinco volcanes cubiertos por el agua de este lago con nombre enigmático.

Contrario a otros sitios turísticos, en el lago de Güija abundan los espacios libres. La mano ambiciosa todavía no los alcanza y aún es posible encontrar sitios de playa solitarios. Tan desolado es que en un extremo desaparece una improvisada cancha de fútbol por la acción del agua que por horas se acerca a relamer la tierra que era suya.

La historia de este lugar se puede conocer con los lancheros de La Perla de Azacualpa. Cuentan que este lago fue creado debido a una corriente de agua que lanzó el volcán San Diego, ubicado en El Salvador. La lava que arrojó el volcán obstruyó las aguas del río Ostúa, que nace en Guatemala, y cerró así todo un valle en el que se formó este cuerpo de agua.

Sobre su superficie, tierra árida que contrasta con el azul profundo del lago, y entre sus 435 kilómetros cuadrados, protuberancias, islas, isletas y cráteres volcánicos sorprenden por su proximidad y majestuosidad.

Hoy el territorio lo comparten El Salvador y Guatemala. Allí se encontraba un asentamiento maya y todavía se aprecian estructuras labradas por los padres fundadores, representaciones de la realidad que ellos vivieron. Esta comunidad maya tenía por nombre ciudad indígena Güjat, la cual fue destruida por la obstrucción del río y posterior formación del lago.


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