La ciudad chilena de Antofagasta, llamada “La Perla del Norte”, posee unos cielos excepcionalmente prístinos que favorecen el turismo astronómico los 365 días del año, lo que la convierte en uno de los destinos más singulares del mundo.

Además de sus cielos, Antofagasta es famosa por sus excursiones gastronómicas, geológicas y mineras, a lo que hay que añadir kilómetros y kilómetros de costa del océano Pacífico.

Esto permite la práctica de surf, buceo y pesca, y por la noche embarcarse en un yate y cenar bajo las estrellas, “las más luminosas del planeta”, porque debido a la casi nula humedad, aquí no tiemblan, como ocurre en otros lugares del planeta.

“Tú miras el cielo unos segundos y notas que la estrellas se ven en su plenitud, no titilan como suele ocurrir a causa de la contaminación y la humedad. Antofagasta es única”, cuentan los guías turísticos.

Gracias a la claridad de los cielos que posee esta región desértica del norte de Chile “70 % de la capacidad astronómica mundial está instalada aquí”, explica el director regional del Servicio Nacional de Turismo (Sernatur), Claudio Yáñez

Además de la vertiente contemplativa, esto supone un gran acicate para la investigación científica. “En los próximos diez años se invertirán en Chile cerca de 4.500 millones de dólares en nuevos observatorios”, detalla Yáñez.

“Estos últimos años han sido sumamente exitosos para la industria del turismo en la región. Los logros son fruto de un fuerte trabajo mancomunado, no solo del Gobierno, sino también del sector privado, los trabajadores artesanales, los taxistas. Es como una cadena que nadie está dispuesto a romper”, agrega.

El sector público ha puesto al servicio de la industria toda su plataforma y ha coordinado a las diferentes agentes para que la fórmula funcione. Y parece que con éxito, porque cada año llegan a esta región más de 800.000 turistas.

Para el presidente de la Cámara de Turismo de Antofagasta, Óscar Morales, hasta las grandes instalaciones fotovoltaicas del desierto de Atacama, el más árido del mundo, se han transformado en paseo obligado para los visitantes.

“Además del turismo recreativo, también hay turismo científico, astronómico, minero, energético y gastronómico. Como ciudad y como región tenemos la infraestructura para recibir a cualquier tipo de turista. Los habitantes de Antofagasta han asumido que debemos fortalecer el turismo”, subraya este empresario.

A 130 kilómetros al sur de la ciudad, en dirección hacia la cordillera de Los Andes, se levanta el Observatorio Astronómico de Paranal, operado por el European Southern Observatory (ESO) y que está considerado uno de los más grandes del mundo.

Paranal, ubicado a 2.640 metros del altura sobre el nivel del mar, permite captar imágenes del Universo nunca antes obtenidas.

También en pleno desierto de Atacama se erige una simbólica escultura de una mano de once metros de altura, obra del chileno Mario Irarrázabal, construida en hierro y cemento, que los turistas suelen visitar en sus recorridos por desiertos, volcanes y paseos para apreciar la flora y la fauna autóctonas, que resisten bien la aridez.

Los visitantes pueden encontrar pueblos de antiguas tradiciones que han perdurado en el tiempo, que se levantan desde el volcán Ollagüe y el desierto de Atacama por el norte hasta el sorprendente Salar de Atacama por el sur.

Acompañan este paisaje el recuerdo de sus culturas ancestrales, atacameñas, aimaras y quechuas, que han sobrevivido al altiplano y a las condiciones extremas de su geografía.

Los empresarios turísticos destacan que en los dos últimos años la industria ha crecido un 30 % pese a que faltan operadores e institutos técnicos que imparta esta carrera.


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