La historia transcurre en el lado oeste de ese Berlín de finales de los ochenta, todavía dividido por el muro. Dos ángeles –Damiel y Cassiel– deambulan por el Berlín occidental, acompañando de manera invisible a sus habitantes: escuchan sus pensamientos en el metro, en un puente, en el circo o en una biblioteca. Juntos pasan los días escribiendo y leyendo notas sobre lo que ven en las calles, hasta que Damiel se enamora de Marion, una trapecista solitaria.

Filmada en blanco y negro, sin guión y en menos de un año, El cielo sobre Berlín fue uno de esos casos extraños en que una película hecha lejos de las exigencias del cine comercial logró cautivar incluso a Hollywood.

En una de las primeras escenas de la película, Damiel está sentado sobre los restos de la torre de una iglesia bombardeada en la Segunda Guerra Mundial. Es Kaiser-Wilhelm-Gedächtniskirche, o “la iglesia del recuerdo”, un monumento que conmemora a las víctimas del conflicto armado y a las de un atentado de 2015, en el que murieron 11 personas.

La escena –melancólica– contrasta en algo con lo que es hoy Charlottenburg, el distrito donde se encuentra la iglesia y que es conocido por sus terrazas. La más famosa es Monkey Bar, ubicada en el último piso del 25hours Hotel Bikini, un edificio desde el que uno puede sentirse un poco como el ángel observador, y desde donde se puede ver el zoológico de la ciudad.

Otro mirador donde se instalaba Damiel es la Siegessäule, una columna de 69 metros de altura coronada con la figura alada de Victoria, la diosa romana del triunfo, construida en 1864. La famosa columna es el punto de encuentro más notorio del Tiergarten, el parque que, con sus 210 hectáreas, es el segundo más grande de Berlín y que, por eso mismo, en 2001 fue declarado un distrito por sí mismo.

Aunque en un principio fue coto de caza de jabalíes y ciervos, hoy es un lugar al que los berlineses llegan sobre todo en busca de tranquilidad, mientras toman una cerveza con amigos al aire libre, se bañan en uno de sus lagos o visitan cualquiera de sus restaurantes y cafés como el Neuen See, rodeado por un lago y donde uno puede alquilar botes para salir a recorrer los alrededores.

Tesoro. Justo en la intersección de Potsdamer Straße con Reichpietschufer, a ocho minutos caminando desde la estación de metro Potsdamer Platz, se encuentra la imponente Biblioteca Estatal de Berlín, que es locación de una de las escenas más reconocidas de la película: de fondo se escucha un coro de voces celestiales, con la cual se mezclan los pensamientos amontonados de las personas que vienen a este lugar a leer. La cámara se acerca lentamente a Damiel, que está en el último piso de la biblioteca, mientras apoya con cuidado su cuerpo en una baranda y cierra los ojos lentamente, sumergido en la música y en los pensamientos de un niño que también lee.

Desde este lugar vale la pena caminar un par de cuadras más para llegar hasta el Bauhaus-Archiv, sede berlinesa de la Escuela Bauhaus y uno de los museos de diseño y arquitectura más importantes del mundo. Construido en 1960, entre los documentos que conforman sus colecciones se puede encontrar material original de los pintores Paul Klee y Vasili Kandinski. Es un tesoro, cuyo hallazgo uno puede ir a celebrar con una cerveza más tarde en el Landwehrkanal, el río que está rodeado por algunos de los bares más populares entre los propios berlineses.

El encuentro. Desde el Theodor Wolff Park puede hacer como Damiel y caminar sin rumbo hasta llegar a la esquina de Czeminskistraße con Monumentenstraße, en Schöneberg, y detenerse en el puente donde se grabó la escena en que el ángel abraza a un hombre moribundo. Una vez ahí, puede aprovechar de entrar a Barkett, que es un bar donde presentan bandas en vivo casi todas las noches y que tiene como política no cerrar hasta que el lugar este vacío.

Unas cuadras más allá, en la zona de Potsdamer Platz, se despliega una de las últimas escenas de la película. Damiel, quien luego de renunciar a sus alas se transforma en un mortal para así estar con Marion, camina de noche por una calle con luces de neón y afiches. Uno de ellos anuncia en letras grandes: Nick Cave and The Bad Seeds. Y más abajo se lee: Esplanade. 20h.

El ángel humanizado, que ahora lleva el pelo suelto y un abrigo rojo a cuadros, decide ir al concierto. Está a solo unos minutos de encontrarse con Marion, ya no como un ser etéreo, sino como uno de carne y hueso. Suena una música decadente, similar a la que se escucha en los circos, y ahí, en la tarima, está Nick Cave, rodeado de luces rojas y humo.

En El cielo sobre Berlín suenan dos canciones de este músico: The Carny y From Her To Eternity. Esta última es la que toca Cave cuando Damiel entra a su concierto en el Grand Hotel Esplanade, construido en 1908 en la actual Potsdamer Platz.

Aunque el edificio fue bombardeado durante la Segunda Guerra Mundial, conservó la mayor parte de su estructura inspirada en la Belle Époque. En lugar de un hotel con grandes paredes de piedra, alfombras rojas de terciopelo y candelabros en cada sala, se puede ver aquí desde 2000 el Sony Center, un espacio que funciona como megacine y boulevard, ubicado a menos de cinco minutos caminando desde la estación de metro de Potsdamer Platz. Diseñado por el arquitecto alemán Helmut Jahn, este lugar además funciona como una de las principales plataformas de la Berlinale, el Festival Internacional de Cine de Berlín, desde 2001.


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