Dicen que es una ciudad, aunque tiene espíritu de pueblo. A dos horas de vuelo desde Buenos Aires se encuentra Bariloche, en la provincia de Río Negro, cerca de la frontera con Chile. Los días que nieva el encanto es mayor, sus pobladores corren por las calles tratando de guarecerse, los carros se cubren de nieve y las chocolaterías son aún más acogedoras.

Los dedos se empiezan a enfriar, también las orejas y los pies. La salvación es entrar a Mamuschka, una de las chocolaterías más reconocidas de la ciudad y de toda Argentina. En las vitrinas se ve una cantidad exorbitante de esos dulces que calientan el corazón. La imagen principal son muñecas matrioskas. Pareciera, además, que a las empleadas del lugar las hubieran contratado por el parecido con esas mismas muñecas. Con sonrisas y una mano extendida ofreciendo chocolate, encantan a cualquiera.

Bariloche es el destino preferido en la Patagonia no solo por argentinos, sino por otras nacionalidades como la brasileña. Al año llegan 700.000 turistas.

Se requiere instructor. Árboles y montañas cubiertas de nieve acompañan el recorrido hasta Cerro Catedral, el centro de esquí más grande del hemisferio sur con 120 kilómetros de pistas distribuidas en una superficie de 600 hectáreas.

Al llegar, el ambiente es de calidez a pesar del frío. Los deportistas, que son niños con sus padres, jóvenes estudiantes, profesionales del esquí y simples curiosos, caminan despreocupados entre la nieve que cubre las calles. El vaho se eleva entre el aire frío. Hay bares, chocolaterías y alquileres de equipos, al igual que muchos grupos de estudiantes. Bariloche en invierno es un sitio ideal para las salidas estudiantiles.

Lo más recomendable es ir a alguno de los cientos de lugares de alquiler y de venta de indumentarias para ese deporte que hay en Bariloche. Se mide unas botas, unos pantalones que se pondrá sobre los que ya tiene, una buena chaqueta, guantes y gafas para la nieve. Luego, cuando ya se disponga a esquiar, deberá alquilar los esquís y sus complementos en Cerro Catedral.

Unas botas duras que lo mantienen hacia el frente serán sus incómodas compañeras mientras practica este deporte. También los esquís y los bastones. Si no sabe esquiar, puede contratar un instructor.

Vida silvestre. Si lo prefiere puede conocer el lugar a lomo de caballo. La cabalgata por las extensas tierras de la estancia La Fragua, a 34 kilómetros de Bariloche, es un plan imperdible para observar la vida silvestre, entre la que se cuentan los cóndores, y vivir una aventura.

Los caballos son más peludos y bajos que los comúnmente conocidos. Caminan entre arbustos. “Esas son huellas de puma”, dice el guía. Este hombre, de unos 50 años de edad, lo lleva hasta un lugar en el que puede observar ciervos. “Sí, son lindos, pero estos son una especie introducida que está acabando con los que sí son originarios de esta zona”. Sin embargo, aclara que la peor plaga son los jabalíes.

Empieza a nevar, el rostro se enfría, pero no importa, el paisaje logra calmar esa sensación. El calor del caballo también ayuda. En lo alto, varios cóndores se lanzan al vacío desde uno de los tantos peñascos alrededor.

De vuelta a la estancia le espera una parrillada: vino y mate al lado de la hoguera. Las conversaciones fluyen al ritmo de las llamas, y las historias sobre ese lugar despiertan la imaginación.


Bar de hielo

Ice Bariloche es un bar de hielo. La temperatura del lugar es -4° C. La gracia es entrar a esta especie de nevera en la que prestan capas y guantes para resistir el intenso frío.

Allí hay corazones, pingüinos, muñecos de nieve, vasos y sillas de hielo. El vaho es aún más evidente, sale tanto por la boca como por la nariz. Pedir un coctel, desde el típico fernet con coca-cola hasta el común mojito, es el plan. Además, se completa con una buena bailada al ritmo de un reguetón mezclado con cumbia villera para calentar el ánimo y prender la rumba.


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