Suráfrica es ambivalente: es salvaje y sibarita. No se trata solo de elefantes y leones, también de vinos y brandies; de la atmósfera cosmopolita que reina en Ciudad del Cabo, de los programas de voluntariado para rescatar pingüinos afectados por derrames petroleros, o del encuentro con el gran tiburón blanco.

La aventura comienza en la Montaña de la Mesa, un macizo que se eleva a 1.085 metros y que ofrece las mejores panorámicas de Ciudad del Cabo y la isla de Robben desde una cima plana.

La manera más conocida de llegar a la cima es por medio de un teleférico. Pocos saben que se puede escalar a través de ocho rutas; algunas se cubren en un solo día. Los senderos están rodeados por formaciones rocosas y cascadas, y es posible avistar tortugas de tierra y puercoespines. Al llegar a la cima se aprecia el fenómeno “mantel de nube”, que se produce cuando la humedad se condensa en lo alto de sus laderas.

Pero la adrenalina llega al máximo en Gansbaai, población famosa por ser la “capital del tiburón blanco. Todo el año, las embarcaciones zarpan en busca del gran depredador, el cual es atraído con carnada para observarlo desde la superficie. Una experiencia alucinante es sumergirse en jaulas para estar en contacto casi directo con los escualos. Los avistamientos están 100% garantizados y no es necesario contar con la certificación de buzo.

Un brindis. Suráfrica es el noveno productor de vino en el mundo. De los 21 distritos dedicados a cultivar la vid, Ciudad del Cabo es el más grande, con 300 viñas para recorrer a través de 18 rutas; dos están dedicadas al brandy, que se elabora a través de la destilación del vino.

Se ofrecen  recorridos en tren para llegar a las vinícolas y destilerías. La mayoría tiene servicio de hospedaje y ofrece actividades: cenas con maridaje en las montañas, elaboración de brandy con especias y frutas de acuerdo con la personalidad del visitante, catas y cine en medio de los viñedos.

Y para que se lleve otro sorbo de Suráfrica tiene que probar el Amarula. Es una crema de licor hecha con marula, un fruto con alto contenido de azúcar que al madurar y caer al suelo se fermenta hasta alcanzar, de modo natural, 17° de alcohol. Su aroma atrae a los elefantes que al consumirlo se emborrachan rápidamente.


Al rescate del pingüino

Los mares de Ciudad del Cabo son muy propensos a sufrir derrames de petróleo ocasionados por los buques que transportan el combustible. Esto representa una amenaza para las aves marinas como el pingüino africano, una especie en peligro de extinción. Existe un proyecto de voluntariado para que el viajero se involucre en el rescate de esta ave. La experiencia puede durar de 6 a 24 semanas. Los participantes aprenden a limpiar el cuerpo del pingüino, a alimentarlo, medicarlo y distinguir su comportamiento para integrarlo otra vez a la vida silvestre. Más en https://sanccob.co.za/


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