Reflexivo y sumergido en un silencio que aprecia, el diseñador de moda Ángel Sánchez procura un necesario momento de introspección durante unos pocos días en su casa de campo a las afueras de Nueva York. Ese lapso se ha convertido en terapia recurrente luego de cada colección presentada, un proceso que compara con el sentimiento nostálgico de quien recién ha dado a luz. “Soy crítico conmigo mismo, pero no excesivamente. Conozco  mis fortalezas, pero también mis debilidades, y sé identificar cuando algo me sale bien, regular o cuando no queda como esperaba. También me doy mis palmaditas en la espalda; es necesario, soy de las personas que ve el vaso medio lleno, siempre encuentro algo positivo en cada experiencia”.

El proceso no fue distinto luego de la presentación de su colección Primavera 2018, en la cita anual de la Semana de la Moda en Nueva York. En esta oportunidad el venezolano cubrió la cotizada pasarela de tonos pasteles, azules oscuros y ondas, que evocaban el romance entre la luna y el mar, temática de las 16 piezas. Fue una propuesta llena de detalles en la que trabajó por cuatro meses junto a su equipo, en el que no duda en incluir talentos criollos. “Me encanta rodearme de venezolanos, la mística de trabajo es similar a la mía. Tienen mucha intención de sobresalir en lo que se involucren. Somos muy exigentes, competidores, sabemos disfrutar la buena vida, pero también remangarnos la camisa y trabajar. Antes decían que el venezolano era muy perezoso,  yo difiero completamente de ese estereotipo. En los últimos años le ha tocado aguantar mucho para sobrevivir en medio de una situación bastante delicada, y eso lo ha ayudado a ser más humilde. Siempre he creído que no serlo hace caer más fácil ante los problemas y cuesta más levantarse. La humildad nos hace más humanos”, agrega el diseñador, que se enfoca actualmente en Sánchez Coleman, estudio creativo que conjuga sus pasiones: el arte, la moda y la arquitectura, con el diseño de interiores en espacios como hoteles, restaurantes y residencias de varias ciudades de Europa y Estados Unidos.

Fue la búsqueda de retos lo que impulsó al joven trujillano a hacer maletas y explorar otros horizontes, sin perder la conexión con lo suyo. “Tuve la gran suerte de lograr mis metas en mi propio país y, modestia aparte, alcanzar reconocimiento y respeto. Me vine a Estados Unidos con otra mentalidad de reto, pero nunca perdí ese cordón umbilical con mi tierra, ni emocional ni físicamente.  Conozco a pocos venezolanos que realmente se desligan del terruño. Es muy venezolano mantener ese vínculo a como dé lugar, más cuando uno se muda ya en la adultez. En mi caso nunca se ha perdido, trato de comunicar quién soy, qué ha pasado conmigo constantemente. El venezolano no me olvida porque siempre estoy ahí”.

Ante los tiempos difíciles, el diseñador  insta a no ceder al desánimo, a no tirar la toalla, mientras destaca esa cualidad aguerrida y “todo terreno” de este gentilicio. “El venezolano es muy luchador, muy positivo, sociológicamente es un tipo emprendedor. Los malos tiempos van a pasar. Lo que es de uno nadie nos lo quita. Lo importante es nunca perder la autoconfianza, la fe en uno mismo, que es  el motor para que las cosas se logren”.

Los anhelos de Sánchez para Venezuela son tan alentadores como generosos: “Sueño con un país donde los nuevos talentos puedan destacarse. A veces me siento comprometido con el hecho de que la gente piensa que soy ejemplo en el mundo. Como mi caso debería haber muchos, y los hay en distintas disciplinas, pero también me gustaría conseguir a otro Ángel Sánchez en el camino, con las mismas posibilidades y los mismos recursos que mi país me dio cuando comencé”.


“Llevo 30 años en una industria muy versátil, soy un gran sobreviviente, y esa capacidad de resistencia se la debo a ser venezolano. Somos muy trabajadores, somos gente que nos reinventamos constantemente”.


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