Pilar Cabrera lleva con tenacidad las riendas de la acogedora posada Mejillón, en la población de La Guardia de la isla de Margarita. Allí, a pulso, ha creado un refugio de buen gusto en un espacio antes desprovisto. Además, asume la cruzada de defender los mejillones de la bahía vecina, los mismos que sirve en las formas más diversas en sus mesas. Un esfuerzo que lucha por convertir en motor de progreso para este pueblo de pescadores, donde se multiplican las carencias.

Allí, con el convencimiento de los tenaces, el pasado 8 de octubre se empeñó en organizar de nuevo la Feria del Mejillón, la sexta que lidera. Y a pesar de que todo estaba en contra, dentro del marco de Margarita Gastronómica lo logró. Hace nueve años llegó con Niels Petersen, entonces su pareja, a este lugar. Levantaron la posada. Y constataron que contaban con lo cercano para salir adelante. “Nos dimos cuenta de que teníamos en la bahía de enfrente un mejillón que vale oro”. El mismo que Cabrera comenzó a proponer en distintas formas en la posada, a recordar su valía, a incentivar su siembra y a organizar con la comunidad una feria en la que se elaboran las más diversas recetas con este ingrediente propio. “Lo más importante es que se ha logrado recuperar el mejillón Perna perna venezolano, que estaba siendo desplazado por uno que llegó de Nueva Zelanda”.

Este año todo parecía en contra. “La siembra estaba paralizada porque se los roban. Los pescadores prefieren buscar pulpos, que venden a mejor precio al mercado chino. Y la gente estaba muy desmoralizada. Hay mucha hambre”. Frente a eso se empeñó. Tocó puertas. Logró alianzas. Y consiguió que en esa comunidad asediada de males tuviera un domingo alentador, con una festividad en la que hubo danza y agrupaciones musicales. 22 emprendedores vendieron todo lo que preparan con los mejillones de la bahía. “Al final hubo una celebración en el pueblo, sin alcohol, donde se disfrutó con orden y limpieza. La gente reacciona bien cuando das el ejemplo”.

Desde su posada, Cabrera sigue tejiendo esfuerzos en sintonía con sus convicciones. “Creo que para sacar este país adelante tenemos que cumplir todos una responsabilidad social. No importa qué, pero tenemos que trabajar dejando una buena huella social. Desde nuestro radio de acción. Y sin esperar que lo hagan otros”. Ella, ahora, se propone dar talleres para mostrar a las mujeres de la comunidad herramientas y recetas que permiten aprovechar los ingredientes cercanos. Y alimenta una esperanza que construye. “Sueño con un país unido, responsable socialmente y con la fe que lleva a mirar para adelante y no para los ladosš.


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