Hablar de democracia desde las tablas ha sido complicado para los autores del teatro venezolano. La visión de un país participativo se presenta en sus textos como un sueño lejano; mientras que las dictaduras y las denuncias aparecen como grandes líneas dramáticas.

“El tema de la democracia ha sido como un vaivén en nuestra dramaturgia porque siempre ha sido cuestionada”, aclara la escritora Karin Valecillos. Con ella coincide Javier Vidal, quien asegura que en el teatro venezolano se han tocado los extremos de los modelos políticos; mientras que Héctor Manrique indica que solo algunos personajes o piezas han tratado el tema en momentos muy específicos.

“La dramaturgia sirve para reflejar y en nuestro país ha servido para constituir una poética sobre la democracia”, dice Vidal. El escritor explica que desde la dictadura de Pérez Jiménez el teatro ha sido muy crítico con los sistemas políticos. “Ese es el papel que tenemos que desempeñar los artistas. Nosotros no escribimos odas al poder”, afirma.

El teatro como expresión política

“El teatro desde su origen ha sido la representación del pensamiento de la polis. El ciudadano se veía reflejado. Se exponían valores para que los pusiera en práctica”, asegura Valecillos.

Eduardo Burger, profesor de Comunicación Escénica de la UCAB, señala que el filósofo Alasdair MacIntyre recuerda que es a través de Sófocles como se pueden comprender los padecimientos de los griegos a la hora de pasar de una moral épica, anclada en la competencia y en el mito, a una moral de convivencia política. “El teatro es, para mí, uno de los ejercicios más plenos de ciudadanía”, añade el docente.

En textos clásicos de la dramaturgia nacional como los de José Ignacio Cabrujas, Isaac Chocrón y Román Chalbaud, que retrataron al país, se hace difícil hallar imágenes que se conecten con los valores democráticos.

Una noche oriental de Cabrujas se desarrolla el 23 de enero de 1958, cuando la democracia nacía. “A los personajes los agarra la transición en un bar”, menciona Manrique sobre la pieza y agrega que en realidad no hay tratamiento de valores democráticos sino del proceso de cambio luego del derrocamiento de Pérez Jiménez.

El director de Grupo Actoral 80 reitera que en el teatro de Cabrujas la presencia de referentes democráticos es vaga: “En El día que me quieras habla de la dictadura de Gómez y en Acto cultural o El americano ilustrado habla de otras angustias”.

Chocrón en Asia y el Lejano Oriente plantea la distribución de las riquezas entre la población. “Habla de vender al país. Podríamos decir que se acerca a los valores demócratas porque se reparte la riqueza entre el pueblo y no entre los corruptos”, dice Vidal, aunque aclara que no hay una visión clara de un sistema político participativo.

Valecillos cree que el tema de la democracia, incluso en los autores importantes, ha sido difícil de aprehender. Destaca que en Reina Pepeada de Chalbaud se puede ver una noción de política que se aleja de lo democrático: “Los personajes buscan una salvación, pero al igual que la sociedad actual no comprenden muy bien el tema de la participación; por ejemplo, seguimos viendo al presidente como un salvador y no como un funcionario”.

En otros escritores también se ha planteado la antítesis de la democracia. Prueba de fuego de Hugo Ulive ofrece una visión de esta a partir de lo opuesto. Otro gran referente es César Rengifo, quien logró dar cuenta de la realidad, de sus preocupaciones y miserias, e incluso del porvenir en su Tetralogía del petróleo: Las mariposas de la oscuridadEl vendaval amarilloEl raudal de los muertos cansando y Las torres y el viento.

Manrique aclara que Rengifo ubica sus piezas mucho antes del establecimiento de la democracia. Es la denuncia de un país rico-pobre. Habla del despilfarro y hace denuncias sobre la explotación que hace el hombre de la riqueza nacional.

Un escritor que criticó el sistema fue Rodolfo Santana. Es descrito por Vidal como el más político de los dramaturgos venezolanos. En Baño de damas reflexiona sobre la corrupción que se vivió en la época de bonanza del país. También es el autor de La farra, que confronta delitos que ocurrieron en tiempos democráticos y que se basó en 4 crímenes 4 poderes de Fermín Mármol León.

Valecillos asegura que hablar de política desde la dramaturgia puede ser complicado porque se corre “el riesgo de transformar a los personajes en defensores de un ideal”.

Vidal concuerda con ella: “Los dramaturgos no estamos para dictar pautas de comportamiento, pero sí para plantear un presente trágico como el que estamos viviendo y desde allí comenzar una reflexión”.

Todos coinciden en que el teatro no existe para decirle al público cómo pensar, sino para cuestionar la realidad y los modelos impuestos. Hoy, más que nunca, las tablas sirven para la discusión sobre quiénes somos y adónde vamos, sea cual sea el sistema de gobierno, una dictadura o una democracia.


En contra de los sistemas

Durante el período de transición hacia la democracia, a finales de la década de los cincuenta, hubo en el país teatro contestatario en contra del nuevo sistema político que se establecía. Figuras como Juana Sujo, Nicolás Curiel y Gilberto Pinto, quienes estaban frente al Teatro Universitario de la Universidad Central de Venezuela, o Humberto Orsini, fundador del Grupo de Teatro Máscara, mantuvieron posiciones críticas al gobierno.

Héctor Manrique indica que solo en La revolución de Chocrón, escrita en 1971, hay un atisbo de un sentir democrático, pero que el tema es el declive del sistema cubano. “Se vio cómo fracasaba el movimiento de guerrillas y el autor planteaba que la revolución no es algo que se hace afuera, que no es panfletos o consignas, sino que se lleva dentro”.

Karín Valecillos siente que en los últimos años en el país se ha forjado la necesidad de una conciencia política. “He escrito sobre etapas frágiles de la democracia como el Viernes Negro, pero sí hay momentos importantes que han forjado el sentir democrático, como El Caracazo, que no se tratan con agilidad en el teatro”.


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