Vecinos de la calle 8 del  barrio 70 de El Valle asistieron ayer al velatorio de  Roxana Conde, de 10 años de edad; Julianyerli Conde, de 4 años; Jonás Conde, de 1 año, y  Humberto Ruiz, de 10 años, asesinados brutalmente por José Manuel “el Zapatero” Morgado Bello, de 48 años, en su casa cercana a la de las víctimas, el viernes al mediodía. El hombre nunca levantó sospechas.

 La gente se concentró en la funeraria Chirinos, en la calle Baruta de El Valle, y hacían fila para despedir a los pequeños. En las afueras de la pequeña capilla otro grupo de personas comentaban consternados: “Pobres niños, que cayeron en las manos de ese animal”

“No sé por qué a ese monstruo lo mataron, si merecía sufrir”, dijeron al referirse al homicida, que luego de cometer el hecho huyó a San Casimiro y se refugió en  una casa sin número del sector La Quebradita, parroquia Nueva Cúa del municipio Urdaneta, estado Miranda. La dirección fue ubicada  a través de la página del Consejo  Nacional Electoral, según fuentes policiales. Y allí fue ultimado por funcionarios del Cicpc el sábado en la noche, mientras que su casa fue quemada por los vecinos.

Un tipo normal. Morgado Bello era un hombre de 1,60 de estatura y de contextura delgada, usaba gorras y vestía siempre con ropa oscura. No trabajaba y vivía del robo. El director del Cicpc, Douglas Rico, informó que el hombre tenía registros por robo y hurto; y ninguno por homicidio.

 “Se le veía como un tipo normal. Era respetuoso, colaborador con los vecinos. A los niños les regalaba dulces y helados. Salía a robar y al rato lo veías con bolsas de comida que luego compartía con los vecinos”, relató Luis Maita, abuelo del niño Humberto Ruiz. “A ese monstruo lo senté a mi mesa, le serví comida y miren con lo que me pagó”, expresó y rompió en llanto

Morgado Bello llevaba siete años residenciado en la calle 8, hablaba frecuentemente de dos hijas y cinco nietos. Siempre andaba solo pero  hace tres semanas se le vio con una mujer embarazada que, según residentes, no vivió más de cinco días en esa casa.

Sobre los hechos, Maita dijo que ese viernes salió a cobrar la pensión. “Cuando llegué a casa mi muchachito se comió cuatro cambures que le traje y salió a buscar a Roxana. Él decía que era su novia. Esos muchachitos se la pasaban jugando todo el día, mi nieto era su protector, todo un hombrecito”, contó con lágrimas.

Cree que los otros niños ya estaban en la casa de Morgado Bello. Humberto, que salió a buscarlos, pasó por esa vivienda y también fue sometido. “Humbertico”, como lo llamaban sus familiares, era  el hijo mayor de Marisol Maita Gómez, ama de casa de 32 años y madre de otros dos: una hembra de 4 años y un bebé de 17 días de nacido.

“Mis hijos no estaban desaparecidos”, dijo Carolina Graterol, madre de los otros tres niños. Única frase emitida en medio del dolor, porque funcionarios policiales informaron que los niños estaban desaparecidos desde el jueves.

Para el momento de los hechos, Graterol se encontraba en los calabozos de la Guardia Nacional en Coche, donde está detenido por robo el padre de sus tres hijos, Julio César Conde Lara. Mientras le llevaba comida a su pareja, los niños estaban solos, momento que el agresor aprovechó para llevárselos a su casa y matarlos.

El comisario Douglas Rico declaró ayer que a Morgado Bello le realizan exámenes post mortem para determinar si hubo participación en otros hechos, y agregó que el Ministerio Público solicitó una entrevista con las madres de los niños. “Esos niños no tenían porqué estar solos”, dijo.

“Se le veía como un tipo normal. Era respetuoso, colaborador. A los niños les regalaba dulces y helados. Salía a robar y luego compartía con los vecinos”

Luis Maita, abuelo del niño Humberto Ruiz

 


La Iglesia se pronunció

“Este hecho abominable pone en evidencia las graves carencias del sistema de protección de las instituciones para prevenir y atender la violencia contra los niños, ellos son lo más sagrado que tenemos”, expresó monseñor Adán Ramírez Ortiz, gobernador eclesiástico de la Arquidiócesis de Caracas. En un comunicado pidió a los párrocos del Arciprestazgo de El Valle elevar oraciones y acompañar a los familiares y a la comunidad en esta hora de dolor que los embarga.


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