La mayoría de las muertes violentas ocurridas en 2017 fueron de adolescentes y jóvenes entre 12 años y 29 años de edad, señala el Observatorio Venezolano de la Violencia en su informe publicado con motivo de haberse celebrado el Día de la Juventud el lunes 12.

“Esta triste realidad se acepta como una sentencia inexorable y no se generan políticas o programas destinados a prevenir la violencia, enfrentar sus causas o garantizar la protección y resguardo de esta población vulnerable”, afirma el estudio en el cual participaron delegados de los estados Bolívar, Lara, Mérida, Región Capital, Sucre, Táchira y Zulia.

Un total de 15.890 adolescentes y jóvenes fueron víctimas de muertes violentas en 2017, lo que significa 60% del total de las muertes registradas en el ámbito nacional. La edad de estos jóvenes asesinados está comprendida entre los 12 años y 29 años; 12.553 fueron homicidios y 3.337 murieron por actuaciones de la fuerza pública o “resistencia a la autoridad”, como las denominan las autoridades policiales.

“De esta manera se hace evidente que ser joven, hoy en Venezuela, significa afrontar el alto riesgo de morir en circunstancias violentas porque la situación de inseguridad impacta con mayor fuerza en la juventud”, indica el informe.

Agrega: “Están matando a los jóvenes, principalmente a los hombres, mayoritariamente a los pobres. Los mata la delincuencia o los mata la actuación de funcionarios del Estado que, enfocado en políticas belicistas y violatorias de derechos humanos, parecen haber renunciado a la prevención del delito y a la contención delictiva”.

Para el Observatorio Venezolano de Violencia cada año se confirma esta tendencia y no se emprenden programas o decisiones públicas destinadas “a detener este maleficio. Por el contrario se incrementa el abandono, la desatención pública de esta población y todos los indicadores sociales advierten cómo los adolescentes y jóvenes, en lugar de protección y oportunidades de desarrollo, enfrentan difíciles situaciones de desabastecimiento y carestía de alimentos, pobreza y precariedad de servicios básicos (agua, transporte, luz). “Por primera vez en la historia nos enfrentamos a la lamentable realidad de adolescentes y jóvenes buscando comida en la basura, prostituyéndose para llevar comida a sus casas”, plantea el OVV. 


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