Granitos que se multiplican 

Cecilia Goncalves, madre de dos niños y recién graduada de Arquitectura, su segunda carrera, llegó a la certeza de que hasta una pequeña ayuda puede cambiar una vida. Hace un año llevó algo de leche que tenía en casa para el Hospital Universitario de Caracas. Un mensaje de texto de una nutricionista le llegó luego para cambiarle su existencia: “Estas leches cayeron del cielo. Los niños no tenían qué comer”. El dolor de encontrarse con esa realidad y saber que su aporte fue valioso se convirtió en impulso, llamó a su amiga Carla Forlano y decidieron crear una iniciativa para apoyar en plural. En abril de 2016 crearon Un Granito de Amor, con una cuenta en Instagram y una red que crece por Whatsapp.

A un año de aquella iniciativa, cuentan con 13 centros de acopio (incluido uno en Miami), más de 22.000 seguidores en sus redes y una rutina constante de ayuda con cerca de 200 voluntarios que se han sumado. Cada semana entregan donaciones —alimentos, medicinas, ropa— a los niños del Hospital Universitario. Una ayuda que, cuenta Goncalves, se ha extendido a otros 20 centros hospitalarios en distintas ciudades del país y que se multiplica en otros grupos como Muchas Gotitas de Amor, otra propuesta para conseguir donantes de leche materna.

La dinámica de los chats permite sumar voluntades en esas iniciativas con una convicción: “Mucha gente piensa que es necesario reunir grandes cosas para aportar y lo cierto es que aunque parezca poco, puede ser una gran ayuda. Si solo tienes una compota que dar, eso puede ayudar a un niño en un momento”. Un episodio reforzó esa certeza. “Los doctores estaban preocupados porque Santiago, un niño de cinco años, paciente de cáncer, tenía una fuerte depresión y estaba tirando la toalla. Una voluntaria su disfraz preferido, el de Buzz Lightyear, en un carnaval. Lo animó tanto que comenzó a mejorar. Quizá le salvó la vida”. Forlano, quien ahora ayuda con las redes desde Miami, ha procurado un centro de acopio y sabe que desde allá también es mucho lo que se puede aportar. “Venezuela te llama. Y ella te necesita tanto como tú a ella. Mucha gente quiere ayudar y le damos la posibilidad”. En Amazon crearon una página (Un Granito de Amor) para quienes quieran donar desde Estados Unidos.

Tras esta experiencia Goncalves reivindica el poder de aportar: “Ya no me imagino haciendo otra cosa. La satisfacción que deja no tiene precio. Hay que darle gracias a Dios, pues podemos hacer algo por otros”. Dayana Galvis, quien la acompaña como voluntaria, coincide: “Es gratificante saber que eres parte de la solución”.

*Un Granito de Amor está en Instagram como @1granitodeamor. Su e-mail es [email protected]

Sopas que se multiplican 

Yenia Martínez, estudiante de Medicina, de 22 años de edad, sentía la imperiosa necesidad de ayudar y ya se había sumado a iniciativas de servicio comunitario para hacerlo. Tras las experiencias, anhelaba crear su propia propuesta: “Como voluntario no puedes poner las normativas, así que quería hacer algo distinto”.  Ver cómo se incrementaban las personas que en la calle buscan qué comer entre los desechos, la llevó a llamar a una amiga, Estefani Ramos, estudiante como ella pero de Comunicación Social, para preparar sopas en casa y repartirlas. “Nos preguntamos qué pasaría si no consiguiéramos apoyo. Pero igual decidimos hacerlo”.

En Maracay, donde viven, compartieron su intención con allegados en sus grupos de Whatsapp, crearon un nombre ―Sopa pa ti―  y el 19 de febrero hicieron las primeras 120 sopas que repartieron en las calles. En ese momento se sorprendieron del apoyo recibido.  “Fue increíble y muy gratificante. Fue como descubrir el camino a un destino y a un compromiso. Al ver el apoyo aumentan al triple las ganas”. Cuatro meses después, ya habían repetido la jornada seis veces, mientras las sopas que elaboran van creciendo en cantidad, superando las 500 por entrega. “En mi vida había visto tanta sopas. Antes no sabía distinguir ni siquiera el ocumo”, cuenta ella.

Decidieron también que la iniciativa se podía replicar en otras ciudades del país, y con ayuda de otros voluntarios ya han creado Sopa pa ti Caracas y Sopa pa ti Valencia. Desde esta propuesta, las dos veinteañeras han visto como se suman voluntarios y donaciones, desde la solidaridad presta de este gentilicio. Han hecho además lo que llaman Sopa pa ti Exprés en la que eventualmente van a otra localidad a repartirlas: comenzaron en Adícora en Falcón. “Nos imaginamos a Sopa pa ti a escala nacional”, comparte Martínez con ánimos de crecer. Desde esta experiencia les quedan varias certezas. “Esto te ayuda a pisar tierra. Te lleva a pensar cómo es posible que quienes tenemos comida y techo, a veces perdamos la esperanza tan rápido. Hay que ser muy agradecido con todo lo que se tiene”.

*Sopa pa ti está en Instagram como @sopapatimcy, @sopapatival y @sopapaaticcs 

A prueba de fuego

En 2014, ante las primeras protestas de esa época, nació la Unidad de Primeros Auxilios de la Universidad Central de Venezuela. Eran apenas cuatro miembros. “En ese momento no sabíamos muy bien qué hacer. Corríamos de un lado para otro y ayudábamos con las cuatro cosas que teníamos”, explica Daniella Liendo, estudiante de Medicina. Con el reciente retorno de las marchas en abril, reactivaron su labor, pero decidieron pedir refuerzos humanos y materiales. Utilizaron sus redes sociales y de un día para otro se multiplicaron. Hoy son más de 120 estudiantes de ciencias de la salud que, con unos 80 especialistas graduados en distintas ramas ―traumatólogos, cirujanos generales, otorrinos, psiquiatras, oftalmólogos, etc.―, se han ido apuntando a la iniciativa espontáneamente para ayudar.

Antes de cada actividad, los voluntarios se preasignan los insumos y los equipos de protección, que han recibido a través de cientos de donaciones nacionales y foráneas. Según la cantidad de máscaras y cascos disponibles, ese será el número que envíen a la calle. Antes de que empiece la concentración, los coordinadores se presentarán ante las autoridades policiales y militares para identificarse y también ponerse a la orden. “Yo quiero creer que lo que pasó cuando atacaron nuestra camioneta hace unas semanas fue un hecho aislado, porque casi siempre nos han tratado con respeto. Siempre les recalcamos que, si necesitan atención, estamos en disposición de asistirlos, y lo hemos hecho con varios funcionarios asfixiados o con heridas. No distinguimos porque la medicina no tiene credo político ni color”, explica Liendo.

Se reparten en grupos. Unos ayudarán a sacar a los pacientes de la línea de choque, otros se concentrarán en el triaje y la atención primaria y, el último equipo, el de especialistas, determinará si la persona ha recibido cuidados suficientes en el lugar o si necesita ser trasladada a un centro asistencial. Para afrontar este tipo de emergencias, los miembros de Primeros Auxilios UCV han tenido que recibir y ofrecer cursos de capacitación sobre atención en situaciones de conflicto armado. Trabajar en estas condiciones, aseguran, es agotador  y enriquecedor a partes iguales. Aunque sus familias se preocupan de principio a fin, saben que no tiene caso retenerlos, pues están trabajando desde lo más puro de su vocación.

“Cuando empiezan las bombas corres en sentido contrario al de la gente porque allá adelante están las personas que necesiten que las ayudes. Tienes miedo, pero avanzas. Aprendes a confiar plenamente en tus compañeros y sabes que además mucha gente ha depositado sus oraciones en ti… No hay palabras para agradecer la generosidad que hemos recibido. Hay personas que se te acercan y te dicen: ‘Yo uso salbutamol y este es el único que tengo, pero quiero que lo usen ustedes”, indica la socorrista. “Guardo cada papelito con buenos deseos que me regalan. Si antes teníamos alguna duda sobre el sentido de estudiar Medicina en Venezuela, estamos mucho más decididos que antes”, asegura Liendo. Con los donativos que les llegan han podido ayudar también a unidades de primeros auxilios de otros estados, aunque la retribución que más les conmueve es una creciente lluvia de aplausos y bendiciones cada vez que los ven pasar. “Recibir eso nos da energía como para hacerlo mil veces más”.

En Instagram son @primerosauxiliosucv y en Twitter son @pa_ucv. Quienes deseen donar insumos o sumarse al voluntariado con sus conocimientos médicos pueden consultar estas redes o escribir a [email protected]

Tiempo de hacer la diferencia

En diciembre pasado, a Diego Prada se le ocurrió “inventar algo”. Voluntario de iniciativas como Santa en las Calles, este emprendedor y un amigo resolvieron prolongar su afán de ayudar y preparar una comida para personas que no tuvieran cómo torear el hambre. Se reunieron en una casa un domingo, prepararon 100 sopas y 50 sánduches y salieron a repartirlos. “No pensé en hacerlo como una actividad regular, pero el agradecimiento en la calle fue tan grande que a la semana siguiente le avisamos a más gente y lo hicimos otra vez. De ser cinco personas cocinando, pasamos a ser 40”. Luego de crear las redes de Haz la Diferencia y dejar un enlace de contacto, hoy son 120 los voluntarios que se turnan para reunirse y cocinar para otros.

Calcula que hasta la fecha han repartido en Caracas alrededor de 4.000 platos, entre arepas, sánduches, sopas y hallacas. Un equipo logístico de 10 personas coordina la actividad y anuncia cuáles son los insumos que se requieren cada semana para que los colaboradores hagan los aportes que consideren, que generalmente se traducen en unas 200 sopas e igual número de arepas. “El ambiente es el mismo de un día de compartir haciendo hallacas, pero es uno que se repite todos los domingos y en el que siempre estás conociendo gente nueva. Todo el mundo llega y se va de buen humor”. En la mañana se reúnen en una casa de familia a picar y cocinar; en la tarde reparten el resultado, que viene decorado con mensajes amables dibujados por los propios voluntarios. Las rutas que visitan varían, aunque ya saben de casos urgentes que procuran visitar con frecuencia.

“No les damos comida solo a los indigentes, sino también a esos señores parqueros o heladeros que sabes que no han almorzado porque no tienen cómo pagarse un plato por barato que sea. También hemos visto que entre la gente que come de la basura hay muchos que son personas estudiadas o que trabajan, pero que se han visto en esta situación porque el dinero no les alcanza. Y aún entre los más humildes, hay una ética tácita de que siempre los niños comen primero”, explica Prada. “Más allá de dar ese plato de comida, nos gusta hablar con las personas, conocerlas, saber qué necesitan y ver cómo ayudar”.

Para colaborar, los interesados pueden optar por donar, cocinar o difundir. En Instagram son @hazladiferencia, con un enlace para llenar el formulario de contacto.


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