Las caraotas ya no son parte del tradicional pabellón. Para más de la mitad de los venezolanos la leche y los huevos desaparecieron de su carrito de mercado. Solo 42,97% compra lácteos, apenas 34,65% adquiere huevos y 22,85% leguminosas, de acuerdo con los resultados de la Encuesta Condiciones de Vida 2015 que presentaron ayer en la Universidad Central de Venezuela. Frutas, salsas, embutidos, leguminosas, tubérculos y bebidas se convirtieron en un lujo del que disfrutan menos de 30% de los 1.488 encuestados. Esta muestra sirvió a los investigadores para medir el comportamiento del consumo alimentario nacional. «Hay platos que eran una marca y han desaparecido. ¿Cómo preparar un pabellón sin caraotas?», se preguntó Marianella Herrera, investigadora del Centro de Estudios del Desarrollo de la UCV y presentadora del capítulo alimentación de la Encovi 2015. La encuesta encontró que 81% de la población presenta algún grado de pobreza y que 34,4% forma parte de los pobres recientes. Apenas 19% fue calificado como no pobre por sus condiciones socioeconómicas y la capacidad que tiene para cubrir sus necesidades básicas. Las  3  comidas diarias que tanto recomiendan los nutricionistas dejaron de existir para 12,1% de las personas encuestadas que aseguraron que apenas se alimentan 2 veces al día. En comparación con 2014, ese grupo se incrementó en casi 1%. «Parece una cifra pequeña, pero son  3   millones  de venezolanos que dejaron de comer una comida al día. Y justamente son las familias del quintil más bajo (los más pobres) los que no hacen sus  3  comidas diarias», apuntó Herrera. Lo que alarma, dijo la experta, es que de esos  3   millones  de personas 20% de la clase media dejó de comer  3  veces al día: «Eso es coherente con la disminución del poder adquisitivo del sector medio de la sociedad». Aburridos de lo mismo. Sobre todo los estratos más altos consideran que la comida se ha vuelto monótona o deficiente. Pero Herrera destacó que en las clases bajas con mejor educación tienen a su vez mejor calidad de alimentación. En esos estratos bajos 7,2% cree que su alimentación es monótona y 2,5% la considera deficiente. «Cuando se les pregunta si identifican enfermedades producto de la mala nutrición pocos mencionan diabetes u obesidad, por lo que probablemente la gente no las relaciona o ni siquiera los han diagnosticado», indicó. El estudio arrojó que 25% ha sufrido gastritis, 24,11% intoxicación, 17,86% parásitos, 10,71% bacterias y apenas 2,8% dijo que padece obesidad y 1,79% diabetes. «Este estilo de vida se está convirtiendo en un caldo de cultivo para enfermedades crónicas en el futuro. El repunte que tenemos en el país se asocia al nivel nutricional». Julio Castro, infectólogo del Instituto de Medicina Tropical de la UCV, completó que las enfermedades crónicas y no crónicas se presentan con mayor severidad en personas con una alimentación deficiente: «Se están creando las condiciones de una economía de guerra, y no económica, sino una guerra formal en la que se disminuye el consumo de calorías, aparecen enfermedades erradicadas y se destruye la infraestructura de servicios». Los pacientes de la nutricionista del Cendes Yngrid Candela le comentan que desean que la comida alcance para toda la familia, comprar cerca de casa, elegir lo que compran, no hacer colas y no exponerse a situaciones de violencia en los mercados.


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