El cantar de un gallo y luego el silencio. Desde que el sol alumbra con sus primeros rayos, una completa desconexión se hace perenne en la Sierra de Perijá. Entrar a sus parajes no solo es dejar atrás el bullicio de la ciudad, sino también evidenciar las constantes fallas de los servicios básicos y la falta de respuestas ante las necesidades de sus habitantes.

El día comenzó sin agua y hasta la madrugada, la única luz era la de las estrellas. Así empieza una lista de carencias para los habitantes de El Tokuko, una de las comunidades indígenas del Parque Nacional Sierra de Perijá.

El río se ofrece como solución para la falta de agua, pero ante la carencia de electricidad no hay alternativa. La incomunicación se impone, hasta por más de cinco horas, todos los días.

Incluso, cuando por fin las pilas de los teléfonos se pueden cargar, solo una operadora telefónica ostenta de ser la única que, con cierta dificultad, tiene señal, esto debido a una antena que se instaló en 2014 en alianza con Fe y Alegría.  De acuerdo con los pobladores, la competencia de esa operadora no contaba con los recursos y “la señal que nos une” no tuvo interés en apoyarlos.

Mientras que el reloj se acerca a las 7:00 am, desde lejos se aproxima una “pirata”, término que se le dan  a los carros rústicos, que por un precio de Bs. 20.000 sirven como único medio de transporte público para llegar a Machiques, la ciudad más cercana.

Dentro de la unidad se observan algunas miradas golpeadas por los obstáculos. La jornada no ha empezado y se percibe su cansancio.

Muchos se suben al techo y se agarran de donde puedan, hasta donde se lo permitan sus manos, de lo contrario tendrán que seguir esperando. Como lo expresa el conductor “ya no quedan muchos carros”. Entretanto, una fila de araguaneyes y una vegetación de sabana se ofrecen como el único consuelo para dar ánimo.

Habitantes de la Sierra de Perijá tienen que pagar entre Bs. 20.000 y Bs. 80.000 para llegar a sus hogares (Foto: Iván Montoya)

Después de casi dos horas y con menos efectivo en el bolsillo, el asfalto de Machiques no queda exento a los problemas con los servicios básicos. Uno de los más constantes, según sus habitantes, también son los cortes de luz no programados.

“Se va en cualquier momento y no sabemos a qué hora llegue”, asevera una ciudadana que no quiso revelar su identidad. Además comenta que la noche anterior tampoco hubo electricidad.

Son cerca de la 2:00 pm y en Machiques hace más de una hora que no cuentan con el servicio. Las ventas en los comercios se paralizan por la inoperatividad de los puntos de venta. Los centros de salud también aguardan a la llegada de la electricidad, una vez más.

“El hospital de Machiques no tiene planta, el único Centro de Diagnóstico Integral, tampoco tiene, por lo tanto se paran los servicios de salud”, expresa Cheyén Álvarez, otro de sus habitantes.

Sobre el deterioro de este servicio, Álvarez explica que esto se ha agudizado desde noviembre de 2017. Las respuestas de Corpoelec simplemente no existen. “Esto ya es insoportable”, dice sin titubeos.

Como medida a los altos índices de inseguridad, en muchas casas no faltan las cercas eléctricas, y pese a que en este lugar se encuentran varios cuerpos policiales, tanto regionales como nacionales, su presencia no se hace notoria cuando la luz se ausenta.

“Uno se siente inseguro en este pueblo de cuatro calles”, finaliza Álvarez.

El sol se mantiene en su cúspide y un cielo sin nubes intensifica la humedad de Machiques. Jackeline Yirosi, por su parte, debe regresar a Saimadoyi, otra de las comunidades de la Sierra de Perijá.

“Desde aquí (Machiques) hasta allá tenemos que pagar Bs. 80.000, pero ¿con qué plata lo vamos a sacar y pagar?”, expresa Jackeline. 

Como consecuencia, más de una vez ha tenido que valerse del paso de sus piernas para llegar hasta su hogar, mientras que sus visitas a Machiques para hacer diligencias, se han reducido de cuatro a una sola vez por mes.

La tarde avanza y en el terminal de la ciudad varias personas empiezan a llegar para tomar una “pirata” que los lleve a El Tokuko. ¿Habrá regresado la luz? En todo caso, en las laderas de la Sierra o sobre el asfalto de la ciudad, se impone en la cotidianidad una espera sin respuestas.


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