En octubre de 2011 el equipo de investigaciones de Libros El Nacional realizó una serie de entrevistas a Wilmer Brizuela en la Mínima de Tocuyito, donde estaba recluido después de haberse fugado de la cárcel de Vista Hermosa. Se quería contar su historia, pero él aspiraba a escribir un libro sobre liderazgo.

Antes de hacer carrera en el penal, Brizuela se destacó en el boxeo. Representó a Venezuela en campeonatos internacionales (Japón, Panamá y República Dominicana). Sin embargo, poco después fue detenido por porte ilegal de arma. “Un amigo quería pasar una pistola y yo la pasé. Por esa pistola me agarraron”, comentó sobre su primer arresto.

Nadie pudo imaginar que terminaría siendo “el preso más nombrado, alabado, criticado, satanizado y sacralizado del país”, comentan los investigadores. Incluso en uno de sus discursos, el entonces presidente Chávez le comentó al gobernador de Bolívar, Francisco Rangel Gómez: “Ese Wilmito parece que manda más que tú”.

Brizuela estuvo confinado inicialmente en el Internado Judicial de Vista Hermosa. Cuando ingresó, había dos pranes que controlaban la cárcel, pero luego fueron puestos en libertad y él ocupó sus lugares. A partir de allí la historia se cuenta por sí sola: pasó a estar a cargo de un centenar de hombres dentro del penal, manejaba la mafia de los sindicatos y la minería ilegal, además de coordinar robos y secuestros. “Mis trabajos fueron limpios, con ética”, enfatizó al ser cuestionado sobre los asesinatos que ocurren en la región.

El 1° de abril de este año Wilmer Brizuela fue asesinado en Tocorón. El equipo de investigaciones de Libros El Nacional decidió lanzar el trabajo de muchos años de pesquisas e indagaciones. En el nombre el pran es un libro que habla del estado delincuencial: es Wilmer Brizuela, es la cárcel, es la sociedad, es el país.

Tres voces a modo de caleidoscopio plasman la violencia. La primera aborda cómo fue la experiencia de contactar a Wilmito en la cárcel y su entrevista. Los intentos fallidos para entrar al penal, hasta poder sentarse y conversar con el pran, por supuesto rodeados de su círculo de “luceros”, los protectores del líder.

La segunda narra la violencia que gobierna todo el territorio. Un hilo conductor atraviesa la historia: Felipito, un preso que conoció a Wilmito y contó con su protección. Historias cotidianas que reflejan las pequeñas tragedias de la cárcel. Y afuera del penal a la joven que robaron para quitarle el teléfono, el padre que mataron por su moto, la novia del pran, la señora que debe buscar a su hijo a la morgue. No es solo Wilmito, sino el desasosiego y la rabia que se instalan en la gente. Todos envueltos en una espiral de violencia: el Estado, la cárcel, la intimidad. La impunidad.

La tercera expone las notas de prensa y los reportajes que dan testimonio de las muchas páginas que Wilmer Brizuela ocupó a lo largo de su corta vida, murió a los 35 años de edad.

“Esta no es una historia justa. No hay justicia para nadie en ella”, reza el libro.

El papelito

Parecía que estaba esperando que el cielo cayera sobre las palmas de sus manos resecas y agrietadas. Pero, en realidad, miraba un papel amarillo que sostenía como si se tratara de una bandeja. Sin mucho esfuerzo, el viento le arrancó el papelito de las manos. La cabellera sin una cana se le desparramó encima. Era lo único que le quedaba de la juventud. Todo lo demás significaba puro presente. Un muchacho lo recogió y se lo trajo a la señora. Ella le hizo un gesto que significaba “muchas gracias” y cuando el muchacho iba a seguir de largo la ciudadana habló: “¿Me puede leé lo que dice el papel?”. El muchacho no pareció entender de buenas a primeras. Luego agarró el papel y explicó: “Es la dirección de la morgue… pero si usted se va para allá adelante, en la curva, llega facilito, porque las camionetas que van a la morgue pasan por ahí. ¿Tiene que ir a la morgue?”. Ella guardó el papel en una cartera de material plástico que podía usarse como bolsa de agua caliente. “Sí… tengo a mijo allá… lo mataron ayer”.


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