A comienzos de este año distintas organizaciones civiles fueron llamadas por autoridades brasileñas, debido al asentamiento de menores de edad en las calles y fuera de los campamentos de refugiados que habilitó el gobierno de Brasil, en localidades consideradas de muy bajos recursos económicos y con pocas posibilidades para prosperar, como es el caso de Boa Vista y Pacaraima. Son niños con edades comprendidas entre los 9 y 12 años que han migrado a otros países sin la compañía de un adulto y sin un pariente cercano que los represente ante las autoridades de migración. Colombia y Brasil son los destinos a los que llegan, por la facilidad de acceso terrestre a través de las fronteras en el suroeste del país con San Antonio del Táchira para llegar a Cúcuta y, en el sureste, con Santa Elena de Uairén para cruzar a Boa Vista, capital del estado de Roraima, fronterizo con el pueblo de Pacaraima.

Así lo dio a conocer Leonardo Rodríguez Angola, director de la ONG Red de Casas Don Bosco, quien a mediados de mayo y principios de junio de este año viajó a esas localidades para constatar el alerta que emitían autoridades brasileñas: “Niños a la intemperie, sin documentación, sin padres ni hermanos, susceptibles de ser captados por mafias de tratas de personas, maltrato, esclavitud moderna y hasta redes de actividad sexual».

Rodríguez Angola, abogado y técnico experto en materia de niños y adolescentes, indicó que durante mayo y junio 750 venezolanos transitaban diariamente la frontera con Brasil; de esa cifra, «al menos había de 5 a 10 niños solos». El jurista refirió, además, que se han registrado casos en los que los padres abandonaron a sus hijos «y en los que el gobierno de Brasil –en Boa Vista– se apegó a los tratados internacionales en materia de protección y garantía de sus derechos, hasta ubicarlos en casas abrigo y definir su situación, porque Brasil opta por la adopción de niños abandonados en calidad de refugiados», explicó.

Agregó que lo anterior no ocurre con los niños que deambulan por las calles de Pacaraima. “Encontraron otras formas de supervivencia que no las traían de Venezuela: pedir para comer u organizarse en grupos para conseguir cosas a través del hurto. Cuando conversas con ellos te encuentras con historias de niños que tenían una maestra, compañeros de clase, veían televisión en sus casas y tenían padres profesionales. Eran niños provenientes, en su mayoría, de los estados Bolívar, Monagas, Anzoátegui, Sucre y Delta Amacuro”, detalló.

Condiciones. Brasil es una población con aproximadamente 300 millones de habitantes. “A diferencia de Venezuela, que atraviesa una pobreza coyuntural, Brasil es un país con una pobreza crónica. Pacaraima es una empobrecida y pequeña ciudad del norte de ese país que no ofrece oportunidades de vida», dijo Rodríguez Angola.

El abogado alertó sobre la actuación en la zona de mafias dedicadas al tráfico de personas, las cuales podrían aprovecharse de ese anormal flujo migratorio de niños solos para sus negocios ilícitos y otras formas de esclavitud moderna. “Estos niños son captados para trabajos diarios forzosos, y son explotados y no son remunerados», expuso el especialista, al tiempo que aclaró que en Boa Vista se encontró que había niños que eran explotados por sus propios padres.

El panorama se pone aún peor porque de la etnia indígena warao, proveniente del delta del Orinoco, se contabilizaron 150 niños que, además de presentar cuadros críticos de salud, se les vio como indigentes en las calles de Pacaraima y Boa Vista, sin sus padres.

“A diferencia de los niños criollos –por llamarlos de alguna manera– estos niños indígenas actúan en grupos hasta de 10 y 12 integrantes. Los varones dominan a las hembras de 10 a 12 años de edad y son a quienes les corresponde pedir en las calles; algunas veces hasta ser víctimas de abuso sexual y otras que lamentablemente ceden a favores sexuales por la necesidad de sobrevivencia», manifestó Rodríguez Angola.

La situación anterior no pasa inadvertida en zonas fronterizas colombianas como Cúcuta, Bucaramanga, Santander y Medellín.

Javier Tarazona, director de la ONG Fundaredes, detalló que en lo que va de año la organización que preside ha contabilizado, al menos, 50 niñas de 10 a 14 años «que, aparte de viajar solas, fueron reclutadas contra su voluntad por mafias de tratas de personas que actúan como cazadores de presas jóvenes –casi niñas– porque son más costosas”. Indicó que los datos fueron aportados a partir de una investigación realizada en San Cristóbal, estado Táchira, principalmente en los pueblos Táriba, Palmira y Capacho Independencia y Libertad. “Eran niñas que habían salido de sus hogares sin consentimiento de sus familiares directos o por la ausencia de estos, que migraron a otros países vía terrestre», expresó.

Tarazona explicó que, luego de varios encuentros con representantes del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, se han logrado alianzas para el rescate de niños venezolanos en situación de vulnerabilidad en ese país. Este instituto registró que entre los meses de enero y abril de este año, Colombia atendió a 418 venezolanos menores de edad víctimas de abuso sexual y de redes de tratas de personas, maltrato y trabajo forzoso. De esa cifra, 234 son hembras y 184 son varones; de esta cantidad 159 niños tienen de 1 a 5 años de edad. Mientras que en 2017, el mismo ente gubernamental registró que había 26.349 niños, de los cuales 3.346 eran menores de 5 años. «Esto ocurrió porque los niños pidieron ayuda en instituciones públicas y esto encendió las alarmas. Los niños y niñas decían que no tenían padres; Colombia los asumió en refugios hasta concretar la legalidad de los casos».


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