El monte ha invadido los corredores y balcones de dos de los cuatro bloques que componen el sector El Botuco de la Ciudad Vacacional Los Caracas, ubicada a 17 kilómetros de Naiguatá, en el estado Vargas.En esos pequeños edificios, en donde se alojaron por más de cuatro décadas familias caraqueñas en época vacacional, hoy viven siete familias damnificadas y obreros del Instituto Nacional para la Capacitación y Recreación de los Trabajadores, Incret, entre celosías celestes de madera desteñida y matas nacidas en los techos de las viviendas.Los sanitarios, las puertas y telas metálicas están desmantelados. La vegetación furiosa irrumpe en un espacio conquistado por gatos, donde los trabajadores comentan con resignación los beneficios perdidos: «Nos quitaron el cesta ticket de transporte porque vivimos aquí, pero se lo pagan a sus amigos», dice uno. «En la zona de La Pedrera hay un pozo sabroso, pero no nos dejan pasar», añade otro.Hay zonas que no pueden esconder su deterioro. La piscina de agua salada, construida en el año 1956 en un área de 5.000 metros para 1.200 bañistas, y que fue referente en Hispanoamérica por el diseño de Carlos Olmos Osorio que unía la playa con las montañas, es hoy cuna de larvas.La fuente de soda de esa piscina, amplia, luminosa y ventilada, es un cascarón de puertas rotas, paredes cubiertas de grafitis y pisos arropados con semillas de almendrón.José Romero, un nativo de Osma de 61 años de edad que vive junto a otras 28 familias en el bloque 4° de El Botuco y trabaja para el Incret, denuncia a la gerencia: «No tenemos capacidad para mantener las áreas recreativas. Algunas zonas están abiertas, pero otras no se han arreglado porque se robaron los reales aprobados por el gobierno para su recuperación», afirmó.»Nos dicen que debemos reparar pero no tenemos materiales. El estadium lo mantenemos con pura agua y preferimos quedarnos callados porque decir algo es hablar con la pared», comenta José Pereira, un carpintero que vive en el mismo bloque cedido a los empleados.Modelo desvencijadoLa Ciudad Vacacional Los Caracas fue desde su inicio una utopía.Fue inaugurada el 13 de agosto de 1955 por el general Marcos Pérez Jiménez, pero en realidad se concibió como Leprosería Nacional. El proyecto era del también general Isaías Medina Angarita, quien ordenó el 5 de julio de 1944 construir una colonia agrícola donde los enfermos de lepra recibieran atención médica supervisada y cultivaran sus propios alimentos. Esto les evitaría la depresión de la inactividad.En 1954 el modelo de Ciudad Jardín, que armonizaba en 100 hectáreas de terreno la ciudad industrial con la vida del campo, cambió su uso para colonia vacacional de trabajadores. Al programa del Banco Obrero, del ingeniero Armando Vegas y Carlos Guinand, se incorporó luego el arquitecto Carlos Raúl Villanueva.Todavía hoy los entonces vacacionistas de Los Caracas recuerdan con nostalgia la oportunidad de haber disfrutado en un lugar paradisíaco, sin parangón en América Latina, donde el periódico, el pan y la leche líquida eran colocados cada mañana a las puertas de las residencias.Tres problemas y sin dineroReynaldo Morales Zamora fue maestro de escuela en Macarao y presidente del Sindicato de los Trabajadores del Consejo Nacional Electoral antes de presidir el Incret. Hace uso de su paciencia como docente de Historia para explicar el abandono de ciertas zonas. Aclara que asumió el cargo en el año 2013, cuando todavía vivían allí 1.300 refugiados. Enfatiza que los recursos tuvieron que ser destinados a la reparación de sedes pero, a pesar de ello, asegura que han recuperado 22 cabañas y 5 hoteles, para lograr una capacidad de alojamiento de 844 personas.Resume los problemas en tres grandes áreas: «El Botuco no cuenta con sistema de cloacas porque se robaron los transformadores de luz. Las aguas servidas caen en los canales, frente a la plaza El Pescador, porque tampoco tenemos una bomba que las envíe a la planta de tratamiento y luego al mar.Y la piscina requiere una tubería y un tanque que permita que el agua entre desde la playa de manera natural».Repararla cuesta 200 millones de bolívares. «Un realero», dice Morales Zamora, quien espera multiplicar por 10 la recaudación de los hoteles refaccionados, y así emprender estos trabajos.Francisco Pérez Gallego, arquitecto de la UCV con maestría en Conservación y Restauración de Monumentos, lamenta el desinterés que existe hacia Los Caracas. Sugiere desarrollar un proyecto de reconstrucción multidisciplinario que revise los daños sufridos en cada edificación.»Cuando un inmueble deja de usarse y mantenerse, el abandono se hace progresivo y de allí puede llegarse al estado de ruina», alerta el especialista.


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