Los trocheros no necesitan camuflarse entre la gente. La clandestinidad de los pasos ilegales entre Colombia y Venezuela quedó en el pasado. Un río repleto de piedras y arena no detiene el principal canal de comercio entre ambas naciones. La competencia es grande, los que se dedican al traslado buscan durante horas caras de preocupación e incertidumbre entre las personas: allí están sus clientes.

Gabriel, un joven que no aparentaba la mayoría de edad, se encontraba rodeado de una docena de pimpinas y garrafones de agua mientras se entretenía disfrazando los peligros de adentrarse en las trochas. El joven menciona 3 veces, en apenas segundos, la palabra “sistema”. El término busca darle aires de legalidad a un esquema condenado por las normas. Se refiere al mecanismo ilegal que le permite ganar entre 100.000 y 150.000 pesos (116.00 y 166.000 bolívares) cada día.

Estas personas se dedican a llevar en sus hombros lo que les pidan, pues el servicio incluye el traslado del equipaje. El menor de edad labora sin temor frente a cualquier insignia que se encuentre en el camino: los colectivos venezolanos, la Guardia Nacional y el Ejército colombiano, porque forman parte del “sistema”.

La marea de personas desemboca todos los días en los alrededores de La Parada, en Cúcuta (Colombia). Adultos y jóvenes se han acostumbrado a transitar todos los días por estos caminos desde que la frontera se mantiene cerrada, hace más de tres semanas. Los menores de edad deben transitar diariamente por estos terrenos para poder recibir educación en el otro lado de la frontera. En ella, cada trochero coordina una zona; además, te permiten elegir por cuál lado del puente prefieres cruzar como un voto de confianza. El dinero es el pasaporte para cruzar de lado a lado con la esperanza de no tener ningún inconveniente.

Foto: AFP

Una caminata de cuatro kilómetros a través de la frontera por una trocha es una costosa aventura que se ha vuelto cotidiana. Los paramilitares y guerrilleros abarrotan las rutas. Las guerrillas del ELN (Ejército de Liberación Nacional) y del EPL (Ejército Popular de Liberación) se mantienen activas, al igual que otros grupos paramilitares que compiten por el control de las trochas más concurridas y que se puede transformar en más altas cifras de dinero.

El trayecto por el camino de tierra comienza al dejar atrás a los buhoneros que adornan La Parada, para luego acceder a una calle paralela al puente Internacional Simón Bolívar, en dirección a lo que alguna vez fue el cauce del río Táchira.

No se necesita avanzar mucho para visualizar al primer uniformado armado que vigila cada movimiento en la zona. “Aquí si tú no te metes con nadie, todo va a estar bien”, advierte Gabriel, mientras hace un esfuerzo por caminar cada vez más rápido. Las colas son situaciones comunes que retrasan a los trocheros y los obligan a tomar caminos alternos.

Las órdenes son claras. No se debe levantar la cabeza en todo el trayecto a menos que sea la exigencia de algún uniformado o paramilitar que lo requiera. Esa tarde la ruta fue detenida por un uniformado que tenía la cara cubierta con un pasamontaña sin ningún tipo de insignia y que exigía el pago de una “colaboración” para poder llegar hasta San Antonio, en el estado Táchira. “¿Qué traes en la maleta”, preguntó el funcionario. Todas las respuestas tienen un punto en común: comida.

Luego de pagar un dinero extra a paramilitares, te suministran una clave necesaria para acceder a la siguiente alcabala: “Manzana 1”, que se traduce como “la persona ya pagó”. En esa trocha hubo hasta 7 puntos de control dominados por diferentes grupos, incluida la Guardia Nacional Bolivariana. Un número creciente de migrantes venezolanos, así como los maleteros y contrabandistas, usan las trochas, en las que se han registrado más de 350 caminos diferentes para cruzar entre ambos países.

En los senderos, las personas transportan bolsas negras, marrones y blancas que no impiden que se develen los productos que llevan dentro. En ellas hay arroz, aceite, leche, café, champú, mayonesa y galletas de soda, alimentos que son una de las principales ganancias de los trocheros, pues el costo por trasladar por los pasos ilegales cada bolsa es de 5.000 pesos.

La movilización no termina al pisar las calles de San Antonio, los trocheros han incluido en el proceso »la mafia» a taxis que esperan en las calles clandestinas y que cobran comisiones por cada pasajero que se sienta en sus vehículos luego de cruzar los caminos ilegales. Las carreras hasta el terminal de pasajeros pueden llegar a costar hasta 12.000 pesos (14.000 bolívares), cuando el precio regular del servicio es de unos 8.000 pesos (9.000 bolívares).

La frontera colombo-venezolana, de 2.219 kilómetros de largo, ha sido por mucho tiempo porosa y difícil de manejar. El mar de gente que se traslada por lo que solía ser un río se ha vuelto cotidiano en los senderos que son disputados por grupos armados ilegales que abundan en la frontera. Al despedirse, Gabriel no olvidó advertir lo peligroso que puede ser cruzar la frontera: “Si te agarran, te toca dar plata, porque nadie te garantiza la vida en tierra de nadie”.

Foto: AFP


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