José Oletta, quien fue ministro de Sanidad durante 23 meses en el último gobierno de Rafael Caldera, se propuso desde 2007 burlar la censura con la creación de la Red Defendamos la Epidemiología, que desde entonces funciona como un observador de salud. Ese año el entonces ministro Jesús Mantilla declaró que no creía en epidemiólogos y que la información le pertenecía. A su alrededor había una epidemia de parotiditis que ascendía a 200.000 casos y que jamás reportó. Desde esa fecha se mantiene la opacidad y se cuantifican 1o episodios de censura en la data.

Oletta nunca es desmentido. Cuando el diario El Nacional ha pedido estadísticas de los boletines que se deben publicar semanalmente en el Distrito Sanitario, la respuesta es que se solicite a la Redporque “los ex ministros siempre manejan la información”.

—¿A quién beneficia la falta de transparencia?

—No beneficia a nadie, ni al propio gobierno. Tú tienes la obligación de informar y eso forma parte del buen gobierno, eso que llaman la gobernanza al servicio de la gente. Tienes que ser pulcro y transparente en tu gestión. Lo estamos viendo con la situación de difteria. Esto es una epidemia ocultada, pero no controlada.

—¿Realmente la publicación de la data de 2016 fue un acto de transparencia?

—Si la ex ministra Antonieta Caporales lo hubiera hecho voluntariamente, lo hubiera expresado. Por el contrario, sigue apoyando las posiciones que son injustas por parte del gobierno. Fue removida de su cargo porque no pudo mantener la línea de silencio. Después de publicado, no podían desmentir el peso de la realidad reflejada en documentos oficiales. Lo más grave es que el ministerio tumba de nuevo la información aduciendo que la página web está intervenida o no está disponible, y termina no solo censurando el boletín epidemiológico sino toda información y bases de datos.

—¿Cuáles han sido los principales errores del gobierno?

—Ir en contra de la salud en democracia. Cualquier política en una sociedad democrática tiende al desarrollo de los pueblos y esté se encuentra ligado a la salud.

—¿La expectativa de vida ha bajado?

—La velocidad con la que iba aumentando la expectativa de vida desde el nacimiento se ha estancado. Hay muchos factores para que se desarrolle la expectativa de vida. No es solo el servicio de salud, sino también la calidad de vida de las personas, sus fuentes de recursos, la calidad de los servicios, la calidad del gobierno y la educación. De modo que es un indicador que no solo refleja la situación sanitaria.

—¿Por qué la Red Defendamos la Epidemiología habla de crisis humanitaria desde 2013?

—Venezuela ha rebasado el concepto de crisis humanitaria que puede ser algo puntual, que dura unos meses o un año. Esta es una situación que dura ya cerca de 4 años, entonces es una emergencia compleja. Hay una dimensión política de ingobernabilidad cada vez creciente. En lo económico, hay un empobrecimiento progresivo que nos lleva a una situación de calamidad. No hay alimentos esenciales y hay desnutrición. Eso nos lleva a una debilidad en capacidad de respuesta ante el trabajo y la educación. Las personas que se enferman, lo harán de una forma más grave. Además, hay una ruptura de las relaciones humanas y pérdida del capital humano.

—¿Cuánto tiempo se llevaría resarcir los daños en el sector de salud?

—Hay que pensar cuánto cuestan los recursos; cuánto es la deuda que tenemos con los proveedores: en cuánto tiempo podemos reabrir el crédito para traer materia prima para reactivar la producción nacional; en cuánto tiempo podemos estimular, a través de incentivos, que los graduados calificados vengan a desempeñar su trabajo en el país de forma digna y con salarios y sueldos apropiados. Todo esto requerirá una remodelación de lo vivido en 18 años hacia una sociedad más justa. Como mínimo, para comenzar a hacer las cosas, se llevará 5 años.

—¿Esta crisis es inédita? ¿Se equipara a la de algún otro país?

—Nunca antes ocurrió una situación tan compleja. La historia de la salud pública en Venezuela probablemente se acerca a 200 años y viene de la primera década del siglo XIX. Aquí se registraron hitos importantes en la concepción de salud pública, como fue la introducción de la primera vacuna antivariólica. Ese desarrollo alcanzado está ahora en una situación de crisis inédita. Esta crisis de salud tan compleja no se vivía desde la Independencia, cuando había una situación de guerra y no había una organización para la salud pública. Es una involución que nos lleva a los modelos de salud de los países que entran en miseria, en conflicto o en guerra. Como los países del África Ecuatorial, que tienen tantas carencias y conflictos bélicos internos. O la caída de la Unión Soviética, donde se desmoronó todo el aparato de salud y hasta reapareció la difteria, por cierto.

—¿Cómo evalúa el trabajo de la Organización Panamericana de la Salud?

—Los organismos internacionales obedecen a prácticas que tiene que ver con modelos de diplomacia internacional. A veces son inconsistentes o indefinidas las cosas. No hablan con contundencia y entran en contradicciones. Por ejemplo, hicieron una declaración de corte estrictamente político declarando que Venezuela es territorio libre de sarampión, y ahora vemos el bochorno de enterarnos 8 meses después que eso no es verdad. El organismo pierde credibilidad. Son personas calificadas, pero en su información no traducen los sufrimientos que la gente tiene en un país. O ellos están mal informados, o se dejan informar mal o no hacen valoración de la calidad de la información. El sistema de salud que esté coordinado por organismos internacionales que dejan la justicia al lado no es aceptable.


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