—¿De dónde son ustedes? — El doctor se volteó hacia la puerta y habló en voz alta para que su acento venezolano se escuchara más allá de su consultorio, ubicado en el piso 3 del Hospital Universitario Erasmo Meoz de Cúcuta (Colombia) —Me niego a dar declaraciones porque las cosas que yo tengo que contar no las van a querer mostrar allá en Venezuela. No voy a gastar saliva en vano.  

Luego de su arrebato, observó a los periodistas, suspiró y bajó el tono de su voz: “¿Díganme por favor si van a reproducir tal cual todo lo que yo voy a decirles? Porque si no, no tiene sentido. De nada sirve hablar para que después me vayan a censurar”.

Albert Cova no se fue de su país porque quería. Nacido el 24 de septiembre de 1985 en Ciudad Bolívar, vivió una infancia que él califica como “dichosa”. Evoca los viajes familiares y las anécdotas con sus padres, que todavía viven en Venezuela; menciona que en su adolescencia vendía helados durante la vacaciones y con las ganancias podía reunir, comprar dólares y viajar junto a sus padres.

Recuerda la situación de su país después de emigrar y siente la necesidad de aclarar algo para quienes no habían nacido cuando él era joven. “Tu país no era así…” Cuando abandonó su tierra, hace más de dos años, las cosas habían cambiado mucho desde su adolescencia. Luego de graduarse en la Universidad de Oriente hizo una especialización en Pediatría y trabajó en varios hospitales públicos, entre esos el Hospital Pérez Carreño de Caracas, donde estuvo dos años en el área de Neurología Pediátrica. La experiencia en este recinto fue el impulso definitivo que lo obligó a irse de Venezuela para evitar ver el sufrimiento de su gente.

—Los niños llegaban a la Sala de Emergencia descompensados por las crisis epilépticas. Vivía con el estrés de tener que recetar un medicamento, conociendo de antemano que esa persona no lo iba a encontrar. Veía como las madres esperanzadas buscaban una mejora para sus hijos sin poder conseguirla.

 Representante de una paciente menor de edad que fue a tratarse en Colombia

Debía combinar otros fármacos para tratar de paliar la epilepsia de los pequeños, rompiendo con todos los protocolos médicos. Al igual que cuando estaba en Venezuela, Cova actualmente debe atender a sus coterráneos, pero en otro país; con la diferencia de que en el Hospital Erasmo Meoz cuenta con los medicamentos necesarios para cada tratamiento.

—Cuando uno deja su país hace como una pausa, donde se imagina que todo sigue como lo dejaste. Se queda el pensamiento de un costo, de una calidad de vida, de un contexto. En mi caso, esa pausa no existió; más bien se activó porque empecé a ver día a día a los niños venezolanos enfermos y con desnutrición extrema en Cúcuta. Entran al hospital con neumonías que pudieron haber sido prevenidas. El último caso que tuve fue un niño de 12 meses que falleció por desnutrición; tenía una neumonía necrotizante terrible y todo esto por un streptococcus pneumoniae que pudo prevenirse con las vacunas del neumococo y meningococo. ¿Dónde está el protocolo de vacunación?, el gobierno venezolano no lo está cumpliendo.

El pediatra hizo un paréntesis, respiró profundo y tomó agua. Bajó la mirada y sonrió. “Me alegra ver a amigos venezolanos como ustedes. Cuando llegaron pensé que eran periodistas de los medios del gobierno; ellos no muestran la realidad de lo que se padece aquí con la migración venezolana”.

 Paciente del Hospital Universitario Erasmo Meoz de Cúcuta  

En cada una de las áreas del hospital hay al menos un venezolano esperando recibir tratamiento. La Sala de Emergencia constantemente recibe a personas que viajan desde Venezuela por alguna enfermedad o para solicitar medicinas de manera gratuita. Los padres van con sus hijos hasta Colombia para vacunarlos. Personas que viven en las calles de la ciudad van a diario a pedir los baños del recinto. En algunos casos las familias solo acuden para pedir comida con el argumento de que tienen días sin comer. Esta es la realidad que vive a diario Cova y que describe con amargura.  

—Me da pena y vergüenza el estado en que llegan nuestros pacientes venezolanos, pues todos vienen pidiendo auxilio. Cuando ven una arepa y un caldo se desesperan por comer. Estoy trabajando con este noble pueblo colombiano y también atendiendo a mi gente. Yo siento y a mí también me duele lo que mis hermanos están padeciendo.

“Cada día me despierto sin saber cómo está mi mamá allá en Venezuela”

La situación como inmigrante de Albert Cova no es diferente a la de la mayoría de los venezolanos que se fueron al extranjero. Toda su familia se quedó en el país y cuando puede, la llama para saber la situación personal de cada uno de sus seres amados. “Es una desesperación cuando cada día me despierto sin saber cómo están mi mamá, mi papá y mis hermanos en Venezuela. No es igual comunicarse por mensajes, que recibir un abrazo de tu ser querido”.

El deseo de querer estar en su país junto a su familia y no poder cumplirlo lo descarga con palabras. Se indigna al escuchar a los voceros del gobierno venezolano, quienes aseguran que en Venezuela no hay una crisis humanitaria, y refuta esas declaraciones contradictorias sobre la situación social.

 Paciente en el área de Emergencia del hospital 

—¿Por qué se van del país? ¿Por qué la juventud, que tiene acceso a la educación y que tiene una profesión, huye de Venezuela? ¿Por qué las personas que tienen pocos recursos se va a la frontera buscando medicinas y comida? ¿Por qué huyen si supuestamente, como ellos dicen, todo está perfecto? No tienen sentido las declaraciones del gobierno. No aceptan que hay una crisis humanitaria por no dar su brazo a torcer. Una simple soberbia para mantenerse en el poder.

Nunca se había imaginado viviendo fuera de su país, aunque además de los pacientes, también comparte con otros doctores venezolanos que viven y trabajan en Cúcuta. Considera que todo el personal de ese hospital lo ha tratado como un hermano más; es agradecido con ellos en cada una de sus palabras, pues, le dieron la oportunidad de empezar desde cero y tener una mejor calidad de vida, que contrasta con el impetuoso deseo de invertir ese tiempo con los suyos, un tiempo que también transcurre en Venezuela y que jamás podrá recuperar.

—Hay una canción que me recuerda siempre a mi tierra, a mi Venezuela: ‘Lluvia’, de Simón Díaz con La Rondalla Venezolana. Si pueden, me gustaría que en mi entrevista la agregaran de fondo.

Esa canción, que canta con un deje de nostalgia, es su recuerdo bonito de Venezuela. Que lo lleva de regreso a su tierra y le hace creer por unos instantes que está ahí junto a su padre, su madre y hermanos, cuando tenía 11 años de edad vendiendo helados en su casa, mientras preparaba sus maletas para lo que había esperado durante todo el año escolar: las vacaciones para compartir junto a su familia.

Muy lejos de mi ambiente,

Pensando en mi lago,

En la ciudad que un día

Me viera nacer

(Fragmento de la canción “Lluvia” de Simón Díaz con La Rondalla Venezolana)

… y Albert Cova recuerda a Venezuela, a  la que algún día espera volver.


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