Estrechos pasillos con escaleras de concreto llenas de tierra. El sol se posa en la espalda de quienes caminan por las escaleras que llevan a República Unida, una barriada del sector San Blas, lugar escondido dentro del barrio más grande de Latinoamérica: Petare.

Una casa con paredes y puerta de zinc ubicada en esta zona, solo es estabilizada por un muro de ladrillos en su interior. El hogar, que se encuentra al borde de un barranco en la inmensa montaña, esconde la historia de una humilde familia.  La crisis económica y humanitaria impactó en la vida de una joven madre y su pequeño hijo, que padece una condición de salud incurable.

Abigail Mota, de 20 años de edad, es una de esas madres venezolanas que cuenta con el apoyo de su pareja y su familia para “echar pa’lante” a su hijo. Sin embargo, su vida dió una vuelta  de 180 grados cuando, unos meses después del nacimiento de su bebé, lo diagnosticaron con hidrocefalia.

“Cuando me enteré de lo que mi hijo tenía quede en shock porque no sabía de qué se trataba, no sabía qué era esa enfermedad. Poco a poco fui investigando, me explicaron cómo era, de que se trataba y cómo se iba desarrollando”, expresó a El Nacional Web.

Mota, con una gran sonrisa en su rostro y su hijo en brazos, contó sobre el proceso que vivió cuando se enteró de la condición de salud de su hijo,  de la cual no fue advertida mientras estaba embarazada.

Los bajos recursos económicos sumados a los problemas con el transporte público hicieron que la joven no pudiera acudir a todas sus consultas prenatales. Además, una de las mayores preocupaciones de su familia era, y sigue siendo, poder conseguir los alimentos necesarios.

“Cuando él nació no venía con eso (hidrocefalia), se le desarrolló después de los dos meses. A los dos meses fue que me di cuenta que se veía como frentoncito, que ya no podía sostener su cabeza y fue cuando el pediatra me dijo, le tocó la mollerita y sintió que la tenía prensada”, explicó Abigail mientras le sostenía la cabeza a su pequeño señalando el lugar donde el doctor se percató de la enfermedad.

Señaló que luego de saber la condición que tenía su hijo empezó a buscar alguna solución para poder atenderlo lo más rápido posible. Su preocupación fue inevitable, como cualquier otra madre primeriza cuando ve pasar a su pequeño por situaciones difíciles.

“Empecé con las diligencias en los hospitales para ver cómo podía hacer para que me atendieran y no me lo querían hospitalizar porque, según los doctores no era para hospitalización”, contó.

La joven a pesar de las circunstancias muestra en su rostro la felicidad de tener a su hijo con ella. No dudó ni un segundo en mostrar a su sucesor, demostrando su seguridad y cariño por la vida que trajo al mundo.

El bebé duró cinco meses hospitalizado en el hospital Domingo Luciani, ubicado en El Llanito (Caracas), por tener meningitis. Los antibióticos que necesitaba se encontraban escasos, en ocasiones no podía terminar la semana completa del tratamiento por no tenerlo completo. “Si era de 10 días solo duraba cinco días el antibiótico. Pasaba tres días sin el medicamento y volvía de cero”.

La joven de 20 años agradeció la ayuda de su mamá y su pareja desde el primer día de embarazo. “Mi esposo siempre estuvo conmigo. Él que estuvo conmigo  en el hospital, me apoyó económicamente. En todo lo que podía”.

Contó que para ir al médico con el pequeño de 10 meses tenía que salir de su casa entre las 4:30 y 5:00 am para así llegar a la cita en el hospital. “El metro y las camionetas no ayudaban mucho, es horrible”.

La casa de Abigail queda junto a uno de los comedores de la fundación Un Par por Un sueño, de quienes ha recibido ayuda para alimentar a su pequeño. Desde la puerta de su casa se observa cómo se levanta El Ávila.

Mota indicó que la hidrocefalia se le detuvo a su hijo y no necesito la intervención quirúrgica para disminuir el crecimiento de la cabeza del pequeño. Lo ocurrido con su hijo solo ocurre en uno de cada diez niños. “Fue un milagro, así lo dijo el doctor, y le agradezco mucho a Dios”.

“Yo le aconsejo a las personas que estén pasando por algo similar que tengan fe en Dios, mucha paciencia para conseguir los medicamentos y con los médicos. Que sean fuertes, Dios si puede porque a mi hijo se le detuvo la hidrocefalia”, concluyó con una sonrisa que marcó las líneas de su rostro.


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