El calor arrecia, son las 11:00 am y las calles parecen arder en Machiques, estado Zulia. El único terminal de la ciudad está desolado y las mujeres que se encargan de cobrar el derecho a usar el baño, lleno de puertas improvisadas hechas con tela, discuten entre ellas.

Niños y ancianos ocupan las aceras esperando abordar algún vehículo para poder trasladarse hacia sus destinos. El color de su piel, los rasgos en su cara y el tipo de cabello evidencian su origen indígena. Algunos van descalzos, otros usan alpargatas y unos pocos llevan zapatos deportivos desgastados.

Después de más de 20 minutos de espera, llega un “Pirata”, camión que va hacia las distintas comunidades de la Sierra de Perijá, para trasladar a las personas hasta la Misión del Tukuko. “El mejor asiento está en el techo. Se ve todo el paisaje y vas cómodo”, dice uno de los habitantes de la Misión. En este tipo de transporte caben al menos 17 personas más las que vayan en el techo, que pueden llegar a ser 10 o más.

El sol, inclemente, ilumina cada rincón del camino y desde que se abandona el terminal de Machiques, la Sierra se asoma imponente con sus montañas y sus contrastes. La brisa caliente golpea el rostro de los pasajeros que van sentados en el techo y que dan un brinco con cada bache en el camino a veces de tierra, a veces de asfalto.

La piel se empegosta y poco a poco la gente se va acostumbrando a los rayos del sol y al sudor que baja por la espalda en forma de gota silenciosa. El azul del cielo es intenso y el verde de las montañas se asemeja al tono que usaba Cabré en sus pinturas. Pero hay un punto de inflexión y mientras el Pirata avanza Sierra adentro, el paisaje empieza a cambiar.

Un río de basura se extiende por los costados del camino en toda la entrada del Parque Nacional Sierra de Perijá. Plásticos, restos de comida, pedazos de madera, animales muertos y todo tipo de desperdicios se asoman en el camino y le dan la bienvenida a todo aquel que se aventure a visitar lo que se conoce como una de las maravillas más grandes de Venezuela.

El fray Nelson Sandoval, director de la casa hogar Los Ángeles del Tukuko, una de las comunidades más civilizadas de la Sierra, denuncia que el problema de la basura es responsabilidad de la Alcaldía de Machiques, pues desde hace mucho tiempo que no existe en la localidad el servicio de recolección de desechos.

Cuando no la queman, las personas llevan la basura hacia este camino y tiran sus desperdicios a los lados de la vía, como si de un vertedero público se tratase. Sandoval refirió que ninguna autoridad se ha pronunciado al respecto y la basura sigue aumentando a diario, pues la gente sigue acudiendo a dejar sus desechos en el largo trayecto. Todo deja de ser verde y una parte del camino es ahora un cúmulo de malos olores, suciedades y residuos que terminan por opacar la imponente Sierra que se va asomando, los árboles y las reses que pastan alrededor en lo que parece ser un idílico cuadro enmarcado por tristes y largos trechos de basura.

Mientras más avanza el Pirata, más inusual se vuelve el paisaje. Las montañas siguen solemnes como observando todo, pero una vez que la basura parece haber quedado atrás, grandes extensiones de tierra aparecen manchadas de negro y llenas de árboles incendiados y sin rastro de vida. Al fondo, más allá de lo que el camino permite divisar, hay una muestra del daño: una masa de humo en el aire indica que otro pedazo de tierra está siendo devastado por un fuego que nadie parece preocuparse por extinguir.

Las comunidades indígenas que habitan la Sierra de Perijá se caracterizan por su trabajo de la agricultura, la caza y la pesca. Para sembrar, es común que se quemen grandes extensiones de tierra como método de preparación del terreno. Sin embargo, no todas estas quemas ocurren de la misma forma y muchos incendios suelen salirse de control y, gracias a la fuerza del viento, se expanden rápidamente y afectan todo lo que se consiguen a su paso.

El fray Sandoval, quien tiene más de 10 años viviendo en la Sierra, afirma también que la responsabilidad de los daños ocasionados por las quemas recae en el Instituto Nacional de Parques (Inparques), pues son ellos quienes deberían enseñar y hacer talleres sobre cómo se realizan las quemas controladas.

“¿Si no sirven para resguardar, entonces para qué están allí?”, cuestiona.

Los incendios aumentan sobre todo en la temporada de sequía, que va desde diciembre hasta el mes de abril. El fuego arrasa con animales y ha afectado a distintas comunidades indígenas. La Sierra ha dejado de ser completamente verde y ahora está llena de espacios carbonizados y kilómetros de basura que no le hacen justicia a toda la singularidad y belleza que se mantiene en lo más profundo de sus caminos y ríos.

El calor ha incrementado y el reloj ya marca las 2:00 pm. El cielo azul despejado resalta el verde que permanece en algunos caminos más lejanos y el Pirata, ya cerca del Tukuko y más vacío por las personas que se han bajado en comunidades anteriores, ralentiza su paso y permite que los pasajeros disfruten absortos de todo el paisaje que la basura y el fuego no han tocado y que se muestra frente a ellos como un paraíso idílico lleno de misterios y de maravillas ocultas.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!