Está ocurriendo en establecimientos de comida, en supermercados y en las calles de cualquier punto cardinal de Caracas y otras seis ciudades del país. Personas sin registro policial de estratos medios y bajos hurtan alimentos por hambre o por necesidad debido a los altos precios y la escasez, de acuerdo con una investigación que adelanta el Observatorio Venezolano de Violencia.

“En los 20 años que llevo entrevistando a delincuentes, estos decían normalmente que robaban para tener zapatos de marca, un celular o incluso bluyines importados. No era un asunto de necesidad, sino de lujo, de lo adicional, lo que marcó el delito en el pasado; pero ahora estamos encontrando otra cosa. Vamos hacia más violencia, más desigualdad”, afirma el sociólogo Roberto Briceño-León, director de la organización que espera concluir el trabajo a finales de este año.

El estudio preliminar en los 10 primeros meses del año, que se lleva a cabo en Caracas, Barquisimeto, Mérida, San Cristóbal, Cumaná y Ciudad Guayana a través de entrevistas, grupos focales y encuestas poblacionales, muestra resultados que el investigador califica de dramáticos.

El delincuente que antes asaltaba por un objeto de marca ha empezado a hacerlo por comida. “Registramos casos de personas que han apuñalado a otras para robarles las bolsas de alimentos”, cuenta.

Otro tipo de personas que no tienen antecedentes han comenzado a incurrir en delitos para comer, como hurtar alimentos en los supermercados o en la calle. “Es difícil establecer en esta etapa de la investigación cuántos casos de estos ocurren, pero encontramos muchos y en todos hay elementos de necesidad de comer. Hay quienes hurtan dentro del establecimiento comercial, en un supermercado donde abren una bolsa de cualquier alimento, agarran una fruta o una galleta, por ejemplo, y se lo comen allí mismo. Otros obtienen el producto robando a gente que sale de esos locales, mediante el arrebato o la amenaza”.  Precisa que en ambos casos hay un propósito de necesidad. Ocurre sectores del municipio Libertador o en sectores de Baruta y El Hatillo, y no se trata de bachaqueros.

El tercer tipo encontrado con más frecuencia es el de gente que asalta una casa, un carro o un colegio para llevarse la comida. “No cargan solo con las computadoras o equipos eléctricos, sino que además se llevan los alimentos”. También funcionarios policiales se apropian indebidamente de los productos que están en las neveras durante sus procedimientos en las viviendas de los sectores populares. Lo registran los medios y lo reporta la investigación. “A ellos también les cuesta hacer la cola y conseguir qué comer”.

En todos estos casos, afirma Briceño-León, se evidencia que hay otro aspecto del problema y es social. “En el país hay hambre o necesidad de tener los alimentos, bien porque no pueden comprarlo o por no poder acceder a ellos por la escasez. Quizá la gente tiene dinero, pero no consigue los productos porque no los hay, y piensa en hurtarlos para poder comer”.

El Estado está empujando a los ciudadanos a delinquir de dos maneras: una, por la carencia; y la otra, por la destrucción del sentido de la norma y del cumplimiento, advierte. “Sociológicamente esta situación significa un retroceso, el proceso civilizatorio que refuerza la norma va hacia una involución y empieza a ser sustituido por el elogio a la fuerza”.

¿Hacia dónde va la sociedad venezolana si esta situación se prolonga y profundiza? “Vamos a más violencia, más desigualdad, más agresión y menos solidaridad. La sociedad venezolana es mucho más desigual y agresiva ahora que cuando Chávez llegó al gobierno, y ese es el propósito: legitimar actos de fuerza, lo que permite controlar, más que gobernar, sin legitimidad ni legalidad. Y eso no es una mejor sociedad”.   


EL DATO

La investigación del Observatorio Venezolano de Violencia muestra adicionalmente que ahora se está registrando una acumulación de alimentos por temor. “La situación inflacionaria es tan preocupante que obliga a los venezolanos a comprar para tener. Se observa cuando la gente hace la cola “para lo que sea”, señala Briceño-León. Compra con desproporción a sus necesidades, a veces sin tener los medios, por miedo a no poder conseguirlos después.


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