Hoy en Venezuela hay un pronunciado estancamiento e incluso reducción de la producción científica. Se crea la mitad del conocimiento científico que teníamos en 2008. En el año 2000 el país aportaba alrededor del 5% al conocimiento científico de Latinoamérica y en la actualidad apenas es de 1%.

La información la dio a conocer el investigador Benjamín Scharifker, rector de la Universidad Metropolitana, como parte de su ponencia “La libertad académica en el marco de la investigación científica”, presentada durante la I Conferencia de las Américas, o Libertad Académica, Autonomía Universitaria y Derechos Humanos, que comenzó ayer en el auditorio Manoa de la casa de estudios, y finaliza hoy a las 2:00 pm.

Indicó Scharifker que la contribución del país a la región ha disminuido cinco veces, lo cual se debe a las restricciones a la libertad académica, restricciones a las relaciones que se establecen entre las universidades y el sector productivo, y que “son las mismas razones que han postrado la producción de bienes y servicios en la sociedad. Lo que es, fundamentalmente, la restricción a las libertades”.

En el congreso se han presentado ponencias que han abarcado diversos aspectos. Ayer cuando se inauguró, el rector expuso la suya, en la que destacó que la investigación requiere que existan modos de actuar que son los propios de los medios académicos y que no puede haber criterios que interfieran en esos modos, porque se frustra la indagación.

Explicó que en el ámbito científico para establecerse lo que es la verdad y lo que no lo es, es preciso hacer un análisis sobre cómo se llega a ella. Agregó que para eso existen formas académicas que provienen de la ciencia, de la filosofía, de los aportes de la comunidad científica universal y del propio lenguaje que se utiliza en la ciencia. Todo ello contribuye a conformar el concepto de la verdad “que no es un concepto autoritario. No es algo que sea verdad porque alguien con mucha autoridad o prestigio lo dice, sino porque la comunidad científica encuentra que ciertos conocimientos son verdaderos y otros no lo son”.

El rector recordó algunos conflictos históricos que hubo entre la ciencia y el poder cuando se quisieron imponer de manera autoritaria conceptos científicos sobre la sociedad. Fue el caso del ministro de Agricultura Trofim Lysenko en la antigua Unión Soviética, durante el stalinismo, que postulaba unas teorías “tal vez justificadas desde el punto de vista del marxismo, pero que no tenían base científica, y por eso se redujo muchísimo la producción de trigo. A través de esas políticas se cultivó trigo en Siberia, cuando se sabía que en Ucrania iba a ser mucho más productivo”.

Scharifker relató que Lysenko creía que el medio ambiente era más importante que la genética para la productividad de las cosechas. “Ello resultó en desastres muy dolorosos debido a que significó la muerte de varios millones de personas por hambre, porque no había trigo para alimentarlas”.


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