A pesar de que miles de venezolanos huyen cada día de su país debido a la crisis humanitaria que afecta al territorio, no todos son profesionales ni tienen ingresos en dólares para afrontar su llegada al extranjero.

Precisamente la precariedad con la que viven en Venezuela les sirve de aliciente para adentrarse en lo desconocido, como reconoció Grégory Díaz, quien cruzó el Puente Internacional Simón Bolívar arrastrando un televisor, su única pertenencia.

“Acá no tengo sueldo y me muero de hambre”, dijo Díaz en declaraciones a un reportaje publicado por el diario español El País. 

La diáspora venezolana, que arrancó en 1998 tras la llegada del chavismo al poder y que no se ha detenido, sino que por el contrario se impulsó en los últimos años, llevó afuera a más de 2,5 millones de personas según cifras del Observatorio La Voz de la Diáspora, coordinado por el sociólogo Tomás Páez.

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