El flujo de venezolanos que llegan a la ciudad colombiana de Cúcuta, quienes inician su camino a otros países de Sudamérica, comenzó a disminuir ante el temor de la posibilidad del endurecimiento de las medidas migratorias en Perú y Ecuador les impida llegar a su destino.

En las inmediaciones del puente Simón Bolívar, principal paso fronterizo entre los dos países, suelen verse largas filas de ciudadanos que esperan sellar su pasaporte para emprender su rumbo.

Sin embargo, este sábado fue la excepción, las largas filas frente a las agencias de viajes que ofrecen viajes económicos a destinos como Perú, Ecuador y Argentina, desaparecieron de las polvorientas calles del barrio La Parada, a escasos metros del puente.

El negocio se extingue para ellos, las esperanzas de llegar a su destino final se agotan para los venezolanos.

Douglas Blanco, uno de los pocos venezolanos que se encontraba sellando su pasaporte, se dispone a iniciar un largo viaje hasta Lima (Perú) y aseguró que «lo mejor en este momento es irse porque Venezuela está en lo último».

Con 37 años de edad y solo tres maletas, Blanco expresó con tristeza: «Yo sí tengo pasaporte, pero a los que no, deberían recibirlos porque todos estamos igual de mal».

Para muchos venezolanos conseguir un pasaporte se convirtió en una quimera o una odisea que empeoró esta noche, cuando el gobierno peruano cerró la frontera para los inmigrantes de Venezuela que no cuentan con el documento.

Ecuador, paso obligado para muchos venezolanos luego de atravesar Colombia, iba a hacer lo mismo, pero un tribunal de Quito anuló el viernes la regulación del gobierno de exigir pasaportes a los emigrantes venezolanos que entran al país y dio un plazo de 45 días a la Cancillería para que presente un plan de contingencia humanitario.

El efecto ya se siente a ambos lados del Puente Simón Bolívar.

Pese al rigor de la determinación de cerrar el paso a migrantes venezolanos sin pasaporte tomada por el gobierno peruano, habrá algunas excepciones en lo que concierne a niños, mujeres embarazadas y ancianos, una escasa esperanza para muchos de ellos.

Estos férreos controles migratorios pueden parecer puertas cerradas para muchas familias venezolanas como la que conforman Juan Ayala y su esposa Ana María, provenientes de San Cristóbal, y que ven en la migración la única alternativa a los problemas económicos y humanitarios que sufre su país.

«Mi esposa va para Bogotá a trabajar por ahora, luego que vuelva se irá para Perú o para Ecuador, aunque no conozcamos a nadie allá», dijo Ayala.

«Por la situación, el dinero solo alcanza para que se vaya ella», reconoció.

Esta es la realidad de muchas familias que se ven obligadas a separarse, ya que no cuentan con el dinero para que todos puedan migrar o bien porque algunos integrantes no cuentan con los documentos requeridos y deben quedarse en Venezuela, como es el caso de Ayala.

La disminución en el flujo migratorio se debe también a la incertidumbre por la nuevas medidas económicas aplicadas por el gobierno de Nicolás Maduro y las dificultades para adquirir un pasaporte.

La Organización de Naciones Unidas señaló que más de 2,3 millones de ciudadanos provenientes de Venezuela han salido del país como consecuencia de la crisis económica, política y humanitaria que atraviesa el país.

Colombia es el principal receptor de venezolanos, ya que cerca de un millón se han asentado en el país, además de muchos colombianos que vivían en la nación petrolera.

Datos oficiales indicaron que al menos 35.000 venezolanos cruzan diariamente la frontera, especialmente por Cúcuta, algunos para abandonar su país definitivamente y otros para surtirse de bienes de primera necesidad.


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