La ausencia de medicinas y alimentos, los apagones constantes y la falta de agua potable han formado parte del día a día de los habitantes del estado Delta Amacuro durante los últimos meses. Sin embargo, la calidad de vida de los deltanos empeoró desde que un nuevo problema tocó sus puertas: el reciente sismo de magnitud 6.9 en la escala de Richter registrado en Sucre y la crecida del Orinoco han debilitado en gran medida el dique de contención que protege a la población del caudal del río más grande de Venezuela.

Los 171 kilómetros de extensión que tiene el muro de contención no han recibido el mantenimiento adecuado por parte de las autoridades, lo que reduce las probabilidades de que la muralla de tierra soporte la fuerza del río Orinoco por más tiempo.

“Si ese dique llegase a colapsar, si llegase a romperse, el municipio Tucupita desaparecería prácticamente”, explicó para El Nacional Web Juan Figuera, miembro del movimiento Estados Unidos por el Delta.

El muro también sirve de vía para que vehículos pesados, ganado y personas transiten.

Mientras la zozobra por el inminente colapso de la barrera aumenta, los habitantes del estado afrontan cada día las consecuencias de las lluvias en la entidad: vías públicas, terrenos de cultivo y hogares han quedado bajo el agua luego de que el caudal del río Orinoco se desbordara por las precipitaciones.

El contacto con las aguas contaminadas ha provocado la aparición de llagas en los pies de niños y adultos. La nueva afección se suma a las enfermedades que padecen los vecinos del Delta como la malaria, el paludismo y el sarampión.

El también representante de Voluntad Popular en el estado Delta Amacuro señala que la salud de la población empeora por la falta de agua potable en la entidad, debido a que algunos se ven en la necesidad de beberla directamente del río.

“Lamentablemente eso ocasiona cualquier cantidad de enfermedades estomacales. El agua donde hacen sus necesidades es la misma que consumen”, señaló Figuera.

Agregó que los centros ambulatorios que podrían brindar ayuda ante dicha situación no prestan servicio porque también están inundados, mientras que el liceo José Enrique Rodó, donde crearon un centro de acopio para albergar a las comunidades afectadas, no se da abasto.

Falta de embarcaciones

Los deltanos han perdido gran parte de sus muebles y electrodomésticos por la presencia del agua en sus hogares. La escasez de embarcaciones para retirar sus bienes hacia lugares seguros ha hecho que muchas familias registren pérdidas incalculables.

“Las familias en Delta Amacuro han perdido sus bienes porque las pocas embarcaciones que tienen son para protegerse y tratar de salir de ahí. Han dejado a la intemperie electrodomésticos y cualquier cantidad de enseres”, comentó Figuera.

Agregó que las pocas plantas eléctricas que funcionan en la entidad, único recurso ante las constantes fallas del servicio, también se han perdido porque los habitantes de la zona no pueden comprar el gasoil que necesitan. Las embarcaciones son necesarias para transportar el producto, pero no son suficientes en Delta Amacuro.

Incomunicados y sin comida

La lista de pérdidas por las lluvias aumenta: la crecida del río se ha llevado las pocas cosechas y el ganado que tenían las comunidades, dejándolas sin parte del sustento que les permitía vivir en el Delta.

Juan Figuera explica que, a pesar de que el gobierno anunció el envió de 179 toneladas de ayuda humanitaria entre alimentos, medicinas y enseres, la comunidad de Delta Amacuro ha recibido muy pocos insumos.

“Nos han llegado denuncias de que de esa cantidad de insumos y alimentos es muy poco lo que les ha llegado. Estamos hablando de que a una familia de siete u ocho personas les llegó una harina, un arroz y una sardina y hasta ahí llega”, dijo.

Figuera agregó que han realizado las denuncias correspondientes ante el gobierno nacional, regional y municipal para que la situación sea solventada. “Hemos hecho la denuncia para que los gobiernos asuman su responsabilidad y no solamente sea de forma mediática haciendo ver como que están llevando insumos a estas comunidades, cuando lo cierto es que estos lugares no han recibido la atención adecuada.”, señaló.

Pasan los días y los estragos de la crecida del río Orinoco parecen no tener vuelta atrás. Los habitantes del estado se abren paso entre el agua para intentar hallar una solución que les permita reducir las pérdidas por las inundaciones, aquellas que de un día a otro han acabado con años de trabajo y la esperanza de progreso.


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