En la ciudad colombiana de Cúcuta, una vía estrecha conduce a una fortaleza de ladrillo: el Hospital Erasmo Meoz. En los alrededores se concentran los venezolanos que han acudido en busca de ayuda ante la falta de medicinas en su país. En la recepción del centro de salud, un libro repleto de firmas deja constancia de las miles de venezolanas embarazadas y niños con desnutrición que acuden a urgencias en la frontera. Su lugar de origen señala que proceden de estados tan distantes como Anzoátegui y Apure.

Hasta 150 personas de Venezuela son ingresadas a diario en el centro asistencial. Aunque el hospital tiene capacidad de camillas e insumos, el servicio se mantiene colapsado y limitado por las medidas adoptadas por el Ministerio de Salud de Colombia, que estableció que la atención médica se brinde con prioridad a los ciudadanos de su país, como ocurre en todas las naciones.

«En el hospital Meoz están naciendo más niños venezolanos que colombianos. Nosotros registramos que en 5.000 embarazos, 3.000 eran ciudadanas extranjeras; por eso tenemos más de 20 pacientes diarias dando a luz en este centro de salud», aseguró Ludwing Suárez, jefe de prensa del hospital. 

La demanda de servicios médicos por migrantes no se ha reducido a pesar del rompimiento de relaciones diplomáticas y el cierre de la frontera, anunciado por Nicolás Maduro el 23 de febrero. Transcurrida la primera semana, 104 de los 204 hospitalizados eran venezolanos.

Hace dos meses Manuel Méndez sufrió un accidente de tránsito y se fracturó una pierna. Familiares lo trasladaron con la urgencia del caso a la emergencia del Hospital Central de San Cristóbal, en Táchira. Pero en todo el tiempo que esperó en una destartalada habitación, no pudieron operarlo.

«Tres veces se me infectó la pierna en Venezuela por no tener el medicamento. Me vine a la frontera porque los médicos se desesperaban por no tener cómo ayudarme», indicó.

Contó que se presentaron varios inconvenientes para la intervención, primero la falta de materiales, de equipos y el cierre de los quirófanos en San Cristóbal. “Por último me dijeron que no había ni alcohol y que tenía que esperar no sé cuánto tiempo más. Todo eso fue lo que me llevó a cruzar la frontera”.

En la actualidad, 69% de las mujeres atendidas en el servicio de obstetricia son venezolanas. Algunas llegan en estado de desnutrición. En diciembre de 2018 ingresaron 502 parturientas, de las cuales 330 eran de distintas regiones del país.

Las patologías son muchas y van desde fiebre, apendicitis, paludismo, dolor agudo, dengue, sarampión, úlcera gástrica y síndrome de Guillan Barré, entre otros. Cada día, cerca de 50 venezolanos llegan por urgencias, de adultos, pediátrica o ginecobstetricia, áreas colapsadas desde hace meses.

Cuentan con una capacidad en emergencia de 75 camillas, pero al momento de la entrevista tenían 150 pacientes hospitalizados, además de los que esperaban afuera para ser atendidos en consulta, lo que representa el colapso de sus servicios. La mayoría son venezolanos, 30% de los pacientes del hospital provienen de este país.

El espacio en unidades de cuidados intensivos para los que llegan de la frontera es limitado, al igual que las opciones para remitirlos, pues la mayoría carece de seguro colombiano. A menudo les resulta imposible acudir a hospitales especializados debido a los costos o a su condición migratoria.

Un informe del Ministerio de Salud colombiano indica aumento de enfermedades infecciosas, de casos de sífilis en los 24 departamentos donde hay venezolanos, lo cual aumenta el riesgo de las condiciones de salud pública en la frontera.

El sistema de salud está totalmente colapsado. Han aumentado la mortalidad materna e infantil; se propagaron enfermedades que podrían prevenirse con vacunación, como el sarampión y la difteria. Aunque el gobierno de Venezuela dejó de suministrar cifras oficiales sobre nutrición en 2007, las investigaciones de organizaciones y universidades del país documentan altos niveles de inseguridad alimentaria y los datos disponibles muestran alta proporción de niños ingresados en hospitales con desnutrición.

El informe publicado por el gobierno de Colombia en 2018 indica que  más de 8.000 venezolanas embarazadas dieron a luz en ese país. La mayoría de ellas no había tenido acceso a ningún tipo de atención prenatal en Venezuela.

Los profesionales de la salud en Colombia aseguraron que el deterioro en la salud materna e infantil reflejaba la falta de acceso a la atención en Venezuela. El año pasado, 45 mujeres presentaron graves enfermedades asociadas con el embarazo o el parto y 7 murieron en el lado colombiano de la frontera. En Colombia, el bajo peso al nacer y la mortalidad perinatal y neonatal de bebés venezolanos han aumentado drásticamente, y en 2018 hubo 211 muertes de recién nacidos.

El éxodo, que se ha disparado en el último año, desborda a las autoridades colombianas ante la necesidad de gestionar la llegada de cientos de miles de personas procedentes de Venezuela, que no solo huyen de la miseria, la escasez de alimentos y la falta de medicinas, sino también de la persecución política.


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