En el barrio de La Parada, de la ciudad de Cúcuta en Colombia, a muy pocos metros del puente internacional Simón Bolívar, un galpón azul abre sus puertas todas las mañanas para recibir a más de 3.000 venezolanos, migrantes o no, que van en busca de desayuno o almuerzo.

Ese galpón fue arrendado por la Diócesis de Cúcuta hace 16 meses y hoy es la Casa de Paso Divina Providencia, un comedor en el que los venezolanos reciben agua, alimentos, atención médica y espiritual.

“Esta es una idea del padre David Cañas. Él cuenta que vio la necesidad que pasaban los venezolanos y decidió hacer una olla comunitaria aquí en La Parada y se le acercaban personas que le decían que tenían hasta cuatro días sin comer. Desde allí comenzó este trabajo que fue de cero a más con la ayuda de empresarios y personas de buena voluntad”, dijo a El Nacional Web Jean Carlos Andrade, coordinador de la Casa de Paso y abogado de la Diócesis de Cúcuta.

Los beneficiarios del comedor llegan bien temprano al comedor | Daniela León 

Además del apoyo de la Iglesia católica, el comedor recibe la ayuda del Programa Mundial de Alimentos (PMA) y de proveedores locales. “Como el padre oficia las misas en la Pastoral de Centro todos los comerciantes de esa zona lo conocen y lo apoyan. Si se necesita leña ellos la donan, como aquí no hay acueducto a veces necesitamos traer agua en bolsa de 5 litros y a veces nos donan el gas”, explicó Andrade.

Más de 6.000 raciones diarias

El abogado comentó que el PMA garantiza el almuerzo, es decir, más de 3.000 platos de comida, jugos y agua. Sin embargo, los desayunos corren por la cuenta del empresariado colombiano y donadores particulares.

Luego de que llegan las donaciones a la Casa de Paso, Fabiola Ruiz, jefa de cocina, y al menos 600 voluntarios colombianos y venezolanos preparan más de 6.000 raciones de alimentos.

El Programa Mundial de Alimentos garantiza el uniforme y los insumos para los voluntarios | Daniela León 

“Iniciamos a las 6:00 am y una hora después empiezan a pasar para recibir el primer alimento del día: avena o chocolate con pan. A veces damos pan con crema de leche, pan con salchichón o pan puro. Luego se hace una oración y la gente se retira para volver a la hora del almuerzo”, detalló Ruiz, quien acompaña este proyecto desde que el padre Cañas hizo la olla solidaria.

La cocinera aseguró que su vida cambió desde que ayuda a los venezolanos. “La mujer que inició en esta casa de paso no es la misma que es hoy en día.  Ver una problemática mayor que la mía me dio mucha fortaleza. Escuchar a los demás y darle voz de aliento me motiva cada día más a seguir”.

Ruiz, como la mayoría de los voluntarios, ha visto los efectos de la crisis alimentaria en los beneficiarios del comedor: niños, mujeres y personas mayores con desnutrición implorando por un plato comida en la puerta del galpón azul.

Las mesas sillas, juegos e incluso el techo fueron donados a la Diócesis de Cúcuta | Daniela León 

Médicos que donan su tiempo libre

Al lado de la entrada principal, al fondo de un pasillo, está un pequeño espacio que fue habilitado como consultorio. Allí varios médicos cucuteños donan su tiempo libre y a veces un poco más que eso. Yuliet Riaño y Rafael Alejandro Guzmán son dos de esos doctores voluntarios.

Riaño está a pocos meses de graduarse como médico integra. Hace sus prácticas profesionales en el Hospital Universitario Erasmo Meoz, el centro de salud más importante de Norte de  Santander, y tiene nueve meses colaborando en el pequeño consultorio.

Los médicos atienden a los venezolanos en la mañana, antes de servir el almuerzo | Daniela León 

“Aquí vemos a muchos niños con desnutrición e infecciones en la piel como escabiosis o celulitis. Les hacemos el control y como nos llegaron donaciones de vitaminas las hemos usado para ayudar a esas personas a recuperar peso”, expresó Riaño.

Aunque todas las medicinas vienen de donaciones, Riaño explicó que hay situaciones que a veces se les salen de las manos, por lo que ella y otros voluntarios hacen esfuerzos extras para buscar soluciones.

“Una mujer de 23 años fue un caso que se salió de control por su situación socioeconómica, venía con cáncer de mama avanzado. No tenía sus cuidados, llegaba aquí implorando recibir quimioterapia, que la ayudara. Intentamos contactar con clínicas oncológicas pero no fue posible, así que reunimos los recursos para financiar las quimioterapias, costó de unos 125.000 a  150.000 pesos (de 40,33 a 48,39 dólares)”, contó la doctora.

También comentó que una madre embarazada recibió todo su control obstétrico allí, que los voluntarios pagaron para que se pudiera hacer los ecosonogramas y ahora su bebé es el apadrinado de la Casa de Paso.

Guzmán, quien nació y creció en Cúcuta, es un doctor graduado de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, municipio en el que vivió mientras hizo su carrera de medicina. Tiene varios meses trabajando de forma voluntaria en el galpón y considera que esa experiencia le ha dejado grandes aprendizajes.

Yuliet Riaño y Rafael Alejandro Guzmán, médicos de la Casa de Paso | Daniela León 

“En este lugar, uno aprende como médico. Llegan casos que no son frecuentes en este país, porque no se veían desde hace muchos años, pero también la experiencia te ayuda a crecer como persona porque puedes ayudar a tus vecinos”, aseguró el doctor de 25 años de edad.

Considera que lo más difícil es ver pasar a tantos niños con desnutrición por ese lugar. “Eso es lo que más lo afecta a uno como adulto y los tratamos de colaborar dándoles asesorías con los medicamentos y la comida, pero es duro”.  A su consulta también llegan familias completas con cuadros de infecciones en la piel o parásitos por la mala alimentación y escasa hidratación que reciben.

A pesar de no recibir pago alguno y tener que afrontar cosas sensibles, Guzmán comentó que lo único que podría alejarlo de su voluntariado es seguir con su formación académica, pues espera en un futuro especializarse en cardiología o cirugía cardiovascular.

“Mientras pueda voy a estar acá al pie del cañón luchando”, aseguró.

Voluntarios de la Casa de Paso Divina Providencia | Daniela León

Luego de servir más de 3.000 almuerzos, entregar donaciones de ropa y hacer las evaluaciones médicas, los voluntarios cierran las puertas de la Casa de Paso alrededor de la 1:00 pm con la satisfacción de que lograron ayudar una vez más a sus hermanos venezolanos.


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