Hace dos años Vanessa Gómez y Carmen Alicia Brito sintieron que debían hacer algo por todas aquellas personas que comían de la basura, situación que se venía agudizando debido a la crisis. No era nada perfectamente diseñado y respondía a la necesidad que tenían de colaborar. Su trabajo voluntario en Hogares Bambi, si bien era satisfactorio, parecía ser insuficiente.

Así comenzó Bocadito de Amor. “Inicialmente surgió como una alternativa para las personas que estaban pasándola mal y no tenían qué comer”, afirmó Gómez. “Le llevábamos alimentos a aquellas personas que veíamos en las calles de los alrededores de El Marqués, en las cercanías de la zona industrial de La Urbina, en Petare, también en Candelaria y en la avenida Francisco Solano, antes de llegar a El Recreo”, explicó.

Ese primer aporte, si bien resultó grato, pronto resultó limitado, dijo Gómez: “Nos dimos cuenta de que darle alimento a la gente es algo bonito, y ayuda sobre todo a los niños y a las personas de la tercera edad, pero el problema no se resuelve. Cuando no les entregábamos un plato de comida, volvían a comer de la basura”.

Visitaron casas de atención a niños y adolescentes, lugares dedicados a personas mayores y centros de salud. Cada experiencia sirvió para definir aún más lo que querían llevar adelante. “Hemos hecho de todo. Nos tocó reinventarnos porque nos dimos cuenta de que nuestra labor no trascendía”, subrayó.

En la parte alta de La Bandera funciona una escuela alternativa que bautizaron Educar, sanar y amar

En esa búsqueda les dieron albergue a cinco familias del J. M. de los Ríos, cuando el Ministerio de Salud dejó de pagarles el hotel en abril de este año. “Nos ocupamos de la estadía y de su comida. Eran familias de pacientes que vinieron del interior del país. Afortunadamente la mayoría consiguió padrinos y pudo permanecer en Caracas, mientras los niños recibían tratamiento”, afirmó.

Finalmente se embarcaron en la creación de una escuela alternativa en la parte alta de La Bandera, donde atienden a niños no escolarizados. “Empezamos a analizar si queríamos ser parte de la solución o del problema, y así surgió la inquietud de hacer algo que tuviera que ver con educación y que no solo fuera algo asistencial”, dijo Gómez.

Este nuevo proyecto lo bautizaron Educar, sanar y amar –explicó Brito– y que en un primer momento atendió a 16 niños (de los que continúan 14), con edades comprendidas entre los 4 años y los 11 años de edad, que nunca habían ido a la escuela.

“Colaboró con nosotros un vecino de la zona y se habilitó un espacio para alfabetizar y dictarles clases en el patio de una casa. Entendimos, además, lo importante que era que asistieran al sistema formal de educación, les conseguimos cupos en algunos colegios y asumimos el compromiso de nivelarlos en su enseñanza”, indicó.

La escuela es atendida por una maestra jubilada, Marta Giménez, que les imparte clases a los niños tres veces por semana, de 8:00 am a 12:00 m. Con la fundación Hagamos el bien se turnan el pago de la docente y adicionalmente una iglesia cristiana colabora en el trabajo con los padres.

“Es un proyecto que materializó la idea que teníamos y que queremos seguir desarrollando. Pretendemos expandirla, porque nosotros lo que queremos es tener una escuela alternativa en todos los sectores populares más vulnerables, en las zonas más abandonadas”, recalcó. Y añadió: “Queremos que los niños de la escuela cumplan con sus metas, sus sueños, que sigan ilusionados. Eran niños que pedían en la calle, pero ya tienen otra expectativa. Ojalá que cumplan sus sueños, que se formen como ciudadanos que aporten al país y no que le resten”.

Ayudas. Para crecer es necesario contar con colaboradores que sean constantes y un sólido voluntariado que no solo ayude esporádicamente. “Hemos recibido apoyo de venezolanos que están en el exterior y de muchos amigos que han hecho donaciones, pero eso es insuficiente”, subrayó Gómez.

Explicó que los aportes, aunque algunos representativos, son esporádicos: “Un par de amigas me dicen que quieren ir a alguna actividad o colaboran comprando algunas cosas que necesitamos para algo determinado. Ese es el tipo de contribuciones que mayormente recibimos”.

Bocadito de Amor tiene presencia en Instagram, pero no cuenta con una plataforma de difusión. “Ese es otro aspecto en el que tenemos que trabajar, por eso necesitamos toda la ayuda que sea posible”.

El proyecto continúa brindando comida a los que más lo necesitan

Establecer nuevas alianzas

Vanessa Gómez explicó que han establecido convenios con grupos que llevan otros proyectos aunque esa no fue la estrategia de los primeros años, salvo en el caso de la fundación Hagamos el bien, organización dedicada a aliviar la crisis humanitaria que afecta a la población: “Hasta ahora solo habíamos participado en eventos con otras organizaciones y algunas de sus actividades, pero no los habíamos involucrado en nuestros proyectos”.

Indicó que con Haciendo ciudad, que se encarga de transformar los espacios públicos con las comunidades a través del arte, han hecho una alianza que les permite adecuar la escuela que funciona en el patio de una casa. “Buscamos que se logre un ambiente mucho más agradable, con un rediseño del espacio más cónsono con el proceso educativo, y que en ese trabajo involucre a los niños y a sus padres”, subrayó.


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