La investigación y el control de medicamentos, vacunas y diagnóstico de enfermedades en las instalaciones que albergan especies para experimentación están en riesgo. Cada día son menos los centros donde se llevan a cabo ensayos clínicos que emplean esos ejemplares. De los 46 sitios especializados en la tarea, solo 6 han reportado actividad en los últimos meses a la Asociación Venezolana para la Ciencia de los Animales de Laboratorios. El Estado pierde una inversión que tomó décadas y se profundiza el aislamiento científico que pesa sobre el país

Las 25 jaulas para animales de experimentación están vacías en el bioterio de la Escuela de Medicina José María Vargas de la Universidad Central de Venezuela. En los 4 cuartos alguna vez habitaron conejos, ratas y ratones, cobayos, perros y cerdos. No quedan rastros.

Pero en la memoria de la veterinaria Marlyn Márquez, directora del bioterio, el recuerdo está intacto. Mientras camina por el pasillo abre puertas y señala la ubicación que tuvo cada cosa. Se lamenta. “Un bioterio es un laboratorio donde vienen los científicos a investigar, probar medicamentos, drogas, técnicas de cirugías, tratan de descubrir y encontrar curas a enfermedades. Sin ellos no hay aporte a la ciencia”.

Desde hace siete años –pasó cuatro años cerrado– el bioterio dejó de ser un lugar élite para la crianza de animales y experimentación científica. Con ansias esperan que llegue un investigador con un proyecto por desarrollar. 

Ángela Morales de Martínez, presidente de la Asociación Venezolana para la Ciencia de los Animales de Laboratorios, fue directora de ese bioterio durante 25 años. Se considera afortunada: “Teníamos cómo trabajar. Llegamos a importar cepas de ratas y ratones. Hacíamos por lo menos 5 cirugías experimentales para tesis de posgrado, tanto con roedores como con cerdos. Hicimos entrenamientos para laparoscopia. Llegamos a tener premios nacionales en el área de cirugía. Estudiamos el trasplante de hígado”.

En abril, luego de tres meses sin realizar pruebas, al bioterio llegó finalmente un proyecto. Márquez cuenta que en los tres años que tiene a cargo han hecho apenas cuatro trabajos de investigación. “Hemos estado más de tres meses parados, sin hacer nada. Solo el mantenimiento de las áreas”. El bioterio no recibe recursos desde hace tres años.

En los últimos 4 años los 46 bioterios del país se han venido a menos. La falta de soya y maíz no permite la operatividad. Estos son los nutrientes utilizados para la producción de ratarina, alimento que consumen las ratas y ratones, animales que por sus similitudes genéticas con el ser humano son el espécimen más empleado por científicos.

En 2016 se dio la última producción de alimento para esas especies. “Consistió en 800 sacos de ratarina que se repartieron a los bioterios más grandes, dada su capacidad de pago. Entre ellos el del Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel y el del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas. Me consta que este donó sacos a otros bioterios”, dice Morales.

En los últimos meses, según la presidente de Avecal, apenas seis bioterios han reportado productividad mensual: los ubicados en el Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel, Ivic, Instituto de Estudios Avanzados, Universidad de Los Andes, Instituto de BiomedicinaDoctor Jacinto Convit y la Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado. Infiere que los demás cerraron o el funcionamiento es mínimo.

La red que se perdió

En marzo de 2000 el Estado inauguró la Red Nacional de Bioterios,con la visión de suministrar animales, servicios y productos para atender las necesidades de los investigadores. Pero 18 años después los bioterios se perdieron en el camino por la búsqueda de alimentos.

Avecal indica que 14 bioterios están en Caracas, 9 en Miranda, 3 en Aragua, 6 en Lara, 5 en Mérida, 2 en Carabobo, 2 en Sucre, 2 en Zulia, 1 en Bolívar y 1 en Falcón, más 1 del que no señala ubicación.

Un segundo intento de impulsar la actividad ocurrió en 2006 con el proyecto Desarrollo dela Red Nacional de Bioterios para la producción y uso de biomodelos de laboratorio. En su primera fase atendería tres subproyectos: diagnóstico de la situación nacional de los bioterios, elaboración de alimento concentrado para animales de laboratorio y producción de lecho sanitario.

En julio de 2007 se asignaron al proyecto 26,4 millones de bolívares para infraestructura, transporte y viáticos, de los cuales se otorgaron 1,2 millones de bolívares. Y recibieron un aporte para ejecutar de 777.815,40 bolívares. El monto fue distribuido en 3 subproyectos. El Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación se reservó 483.196,13 bolívares para la adquisición de equipos.

El primer subproyecto finalizó en 2008 y fue el único que alcanzó 100% de ejecución. El segundo subproyecto, cuya responsabilidad técnica le correspondió a la Facultad de Agronomía de la UCLA, tuvo ejecución de 75%. Adquirieron equipos e infraestructura. Faltó la compra de la peletizadora y otros vehículos.

El tercer subproyecto, que se desarrolló en 80%, estuvo a cargo de la Facultad de Veterinaria de la UCLA. Sin embargo, entre 2016 y 2017, como consecuencia de una invasión en los terrenos, perdieron varios equipos y parte de la infraestructura. Para el resto de los subproyectos no se han asignado recursos.

En la actualidad la Avecal –en busca de alimento concentrado– mantiene contacto y reuniones conla Dirección General de Producción de Ganadería y Especies Menores, dependencia del Viceministerio de Producción Agrícola y Pecuaria. “Estas personas han sido receptivas. Todos los meses enviamos el censo de producción de los bioterios que quedan”, dice Morales. “Sé que están tratando de hacer las conexiones con el ministro para que nos sea asignada por lo menos una cuota anual de maíz y soya. Lo que necesitamos no pasa de 3 toneladas cada 3 meses”, agrega.

Lo mínimo indispensable

Pese a los tres intentos por mejorar la situación de los bioterios, cada día quedan menos y la producción se restringe. En octubre del año pasado 16 bioterios enviaron a la Avecal datos sobre la cría de animales. Sin embargo, la mayoría tuvo como resultado cero o quedó muy por debajo de su capacidad instalada.

El Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel tiene la posibilidad de atender 15.000 ratones, pero su alcance fue de 618 ese mes. En el caso de cobayos, tuvieron 17, pese a que el aproximado usual son 300. Las aves están en 0. Sobre el uso se lee: “Extraer y procesar sangre y hemoderivados en conejo, cobayos, carnero, aves, bovino y equinos, como insumos para la preparación de medios de cultivo o reactivos serológicos destinados para el diagnóstico de enfermedades transmisibles, control de biológicos y otras investigaciones microbiológicas”.

En una nota de prensa de enero de 2017 el organismo escribió: “Se produjeron 27.618 unidades de animales de experimentación (ratas, ratones, conejos, cobayos y carneros) requeridas para evaluación de productos de uso y consumo humano y diagnóstico de enfermedades transmisibles”.

En el Ivic el rendimiento también ha disminuido. La producción de cobayos, conejos y carneros fue 0, pese a que el uso de estos está destinado a proyectos de investigación y programas de docencia.

En un comunicado de diciembre de 2013 el Ivic señaló que al mes producían 4.000 animales de experimentación. Y calculaban una población de 8.000 ejemplares entre ratas, ratones, hámsteres, acures, conejos, ovejos y cerdos. “Entre el 01/01/15 y el 18/12/15, la programación realizada en el bioterio, conjuntamente con los investigadores, permitió suministrar a los usuarios del instituto un total de 2.167 animales (36% menos que en 2014) y un volumen de 1.350 ml de sangre ovina (32% menos que en 2014)”, publicó el organismo en su sitio web.

En el bioterio del Instituto de Biomedicina Doctor Jacinto Convit, el coordinador Raúl Tovar asegura que ha variado la disponibilidad de animales como consecuencia de la falta de ratarina. Pese a eso, continúan trabajando en proyectos sobre genética, bioquímica, tuberculosis, biología celular y estudios de leishmaniasis.

Francisco Bruzco/ Crónica.Uno

Lo que está en riesgo

Enrique López Loyo, que fue jefe del Departamento de Patología Comparada del Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel, explica que cuando un animal de laboratorio no tiene las condiciones microambientales y nutricionales necesarias, la respuesta en las pruebas que se realicen antes de ser comercializados los productos podrían no ser las esperadas y generar un problema de salud pública.

“Si la aprobación de un medicamento –lote de comercialización– depende de la utilización de animales con estas características y estos tienen un nivel de respuesta inmune bajo, la respuesta que puede dar podría ser diferente de lo esperado. Si no responde a la toxicidad, porque su inmunidad no lo permite, se pueden tomar decisiones erradas al decir que se puede vender esa droga, medicamento o vacuna”, explica López Loyo. Señala que un animal desnutrido está a expensas de cualquier infección, por lo que no puede determinarse el valor real de la prueba de toxicidad.

 “El deterioro de los bioterios ha sido lamentable, no existen garantías para que la cepa que sea utilizada en los ensayos clínicos tenga las características necesarias para que la interpretación que se haga sea la adecuada”, advierte.

Las condiciones microambientales, tales como la calidad del lecho sanitario (cama), deben cumplir fases de recambio con materiales de calidad que aseguren el control de la humedad local. Mientras, las fórmulas nutricionales adecuadas son las que garantizarán que el animal tenga metabólicamente un nivel de desarrollo óptimo.

“En el marco de la situación que tiene el país hay un sesgo importante porque no da confiabilidad la utilización de ese tipo de animales”, dice López Loyo. 

Morales indica que Avecal ha luchado por el uso racional y ético de los animales, velando por el cumplimiento de la exigencia internacional: hábitat en condiciones adecuadas y usoresponsable y justificado de los organismos vivos. Todos ellos contemplados en el Código de Bioética y Bioseguridad del Ministerio de Ciencia y Tecnología y el Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación.

“Si se trabaja con animales en malas condiciones de salud, este animal sufre, segrega sustancias o se enferma; por tanto, los resultados serán inadecuados. Tienen que ser tratados éticamentepara la validación de los resultados”, reafirma Morales. 

Deisy Perdomo, jefa de la sección bioterio de la Universidad Simón Bolívar, aclara: “Los animales de laboratorio no son cualquier animal. Son cepas, líneas genéticamente conocidas y estables. No es un animal silvestre”.

En tela de juicio

El bioterio de la USB cuenta con 7 líneas de investigación. Posee 225 animales entre ratas y ratones. Estos consumen 8 gramos de perrarina diaria. En noviembre de 2017 un saco de ese producto les costaba 700.000 bolívares, el mes pasado 8,5 millones de bolívares. “Eso es más de la mitad del presupuesto de la unidad de laboratorios de toda la universidad”, destaca el coordinador del bioterio, Luis Hidalgo.

Hidalgo teme por el futuro de las líneas de investigación que durante años ha trabajado la institución. En este momento desarrollan un estudio –junto con el profesor Juan Rodrigues–, sobre el plasmodium, el parásito que produce la malaria. “Él se encuentra en Portugal diseñando un modelo que pueda resolver la problemática sanitaria que representa esa enfermedad en el país”, asevera Hidalgo.

La bióloga Yenis Pérez trabaja en el diagnóstico de enfermedades parasitarias en animales de uso doméstico: ganado bovino y equino. Debido a las condiciones del bioterio dejaron de utilizar ejemplares de granja y ahora emplean ratas y ratones.

“Uno de los proyectos que queremos desarrollar son los biofármacos. En ese caso tenemos que utilizar un mayor número de animales, aproximadamente 50 en un trimestre. Esto nos podría ayudar a dirigir nuevas líneas de investigación relacionadas con el desarrollo de fármacos para la sanidad animal”. Esta investigación en la USB lleva 40 años. En los últimos 5 años la cría de bovinos ha disminuido, afectada por los parásitos. Esto se refleja en la producción y calidad de la carne y leche para el consumo humano.

“Hemos tenido casos de disminución de rebaños de productores que poseían 1.000 cabezas de ganado y han llegado hasta 100, precisamente porque no hay fármacos disponibles. No existen vacunas. Esa es la otra línea en que nos enfocamos. Sin embargo, ha sido menos explorada porque estamos en la búsqueda de blancos biológicos que nos permitan atacar ambos problemas: tratamiento y prevención de enfermedades”, explica Pérez.

Perdomo estudia desde 2015 la proteína que puede ser un marcador de cáncer de piel y prevenir el desarrollo de la patología. Dice que hasta el momento cuenta con los ratones, aunque ha sido difícil.

El personal que labora y utiliza el bioterio de la USB vive con la angustia de no saber si en unas semanas tendrán que tomar la decisión de sacrificar los animales por falta de alimento. “Eso significa que la universidad perdería todo el patrimonio genético acumulado durante más de 32 años de trabajo con las cepas con las que contamos. Esto no se logra de la noche a la mañana. Reponer ese patrimonio supondría 40 años más de atraso para poder tener un pie de cría como el que poseemos actualmente”, concluye Hidalgo.

En su momento, refiere Perdomo, costó 5.000 dólares adquirir cada cepa: “Tener de nuevo esos animales sería costosísimo. Y en este momento es imposible, cuando no podemos comprar ni un bombillo”.


Sobrevivir con perrarina

En sustitución de la ratarina, los animales de los bioterios sobreviven con perrarina. Este alimento, sin embargo, no suple los requerimientos nutricionales para esas especies y ello puede afectarlos resultados de las investigaciones. El coordinador del bioterio de la Universidad SimónBolívar, Luis Hidalgo, señala que la concentración de grasa no debe exceder de 2%, pero la de la perrarina es 6%.

Los científicos requieren animales sanos para trabajar en el control de biológicos, medicamentos, vacunas y diagnósticos de enfermedades bacterianas, parasitarias y virales en humanos y animales. También para dar continuidad a los estudios que se realizan en la academia.

“Los seres vivos experimentales no solo son para que un investigador sepa cuál es la mitocrondia, la enzima, el interruptor que activa la pared celular, sino también para cosas reales, cotidianas en la vida de un país”, destaca Ángela Morales de Martínez, presidente de la Asociación Venezolanapara la Ciencia de los Animales de Laboratorios.

Morales afirma que se están perdiendo años de investigación al limitarse la operatividad de los bioterios. Teme que la situación desemboque en un aislamiento científico. “Implica un gran retroceso con respecto a la comunidad internacional. Venezuela queda replegada, sobre todo en ciencias básicas: Medicina, Veterinaria, Agro. Estamos en retroceso y estancados hasta que no se resuelva el problema de alimentación de los animales”.

Es el mismo temor de Marlyn Márquez, de la Escuela Vargas de la UCV, razón por la cual se niega a cerrar el bioterio. “Al que viene aquí le digo: ‘Te apoyo con el personal técnico, las instalaciones y los equipos. ¿Tú estás dispuesto a correr con todos los gastos de alimentación de los animales?’ Me dicen que sí. Entonces cómo voy a cerrar las puertas al investigador. Si cerramos todos los bioterios, vamos a hacerle una fractura al avance de la ciencia en el país”.


La educación científica muere

Cristina Lugo es tesista de la maestría del Departamento de Biología Celular de la UniversidadSimón Bolívar y requiere ratas para expandir el parásito que estudia. “Antes era muy fácil obtenerlos. Uno llamaba al bioterio un lunes y 72 horas después podía buscar las ratas e inocularlas, y a los días tenía la muestra y podía hacer el experimento. Estoy esperando desde diciembre tener estos animales. Necesito terminar la tesis, estoy paralizada por eso, además de otros problemas que tiene la universidad”, cuenta. Lleva casi dos años tratando de terminar la tesis.

Alejandro Montilla recién egresó de Biología en la UCV y próximamente iniciará la maestría en Ciencias Biológicas en la USB. Él ya conoce las dificultades. “Tuve muchos problemas en mi tesis de pregrado –utilizó el bioterio de la USB– precisamente por la falta de ratas. El número necesario de repeticiones en mi experimento fue limitado por escasez de material biológico. No hay casi ratas, y cuando están no son suficientes para todos”. Esperó tres meses para obtenerlas y pudo evaluar solo una condición. En dos oportunidades el bioterio del Instituto de Estudios Avanzados le donó animales.

En los dos últimos años la búsqueda de alimento para las ratas y ratones en la USB se convirtió en una prioridad para poder dar continuidad al proyecto educativo: prácticas de laboratorio y líneas de investigación. 

“A veces no hay animales y se debe esperar el siguiente trimestre para realizar los experimentos. El número de estudiantes que se puede tomar y que amerite el uso de animales se ve reducido porque no es posible garantizarles que se va a ejecutar el trabajo en el tiempo que la universidad establece”, manifiesta Deisy Perdomo, jefa de la sección bioterio de la Universidad Simón Bolívar.

En la USB ya han avanzado en algunas iniciativas. Recientemente los profesores Alexa Torres y Héctor Herrera iniciaron un proyecto destinado a la producción de alimentos para los animales del bioterio. Necesitan harina de arroz, germen de trigo y de maíz. Ya realizaron algunas pruebas con resultados favorables. “Necesitamos una fuente y proveedores de materia prima confiable, segura, económica o en donación. Si no, esto se quedará en pequeñas pruebas”, advierte Perdomo.


Lea el reportaje en Crónica.Uno


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!