La Sociedad Venezolana de Anestesiología tiene que lidiar con la falta de insumos, con las máquinas de anestesia que funcionan a medias, con volver a usar medicamentos que dejaron de utilizarse hace 20 años por sus efectos colaterales y ahora, desde febrero, con el conflicto ético que representa tener dentro del gremio a cuatro «anestesiólogos exprés», como llaman a los nuevos especialistas que solo estudiaron dos de los tres años que exige la residencia asistencial o el posgrado. 

María Teresa Prado, presidente de la Sociedad Venezolana de Anestesiología, indicó que estos cuatro médicos integrales, que ahora son catalogados como médicos anestesiólogos por el Ministerio de Salud, se formaron y aún trabajan en el Hospital Dr. Miguel Oraa en Guanare, estado Portuguesa. Ninguno de ellos cursó el tercer año de Anestesiología, en el que los médicos rotan por prácticas de anestesia cardíaca, neuroanestesia, anestesia pediátrica y control del dolor para adquirir experiencia. 

La sociedad médica se reunió el 15 de febrero en el Ministerio de Salud con la finalidad de buscar una solución académica para que estos médicos integrales tengan la formación adecuada, pero dadas las continúas manifestaciones que ha habido en el país se ha retrasado el segundo encuentro. 

«Los médicos venezolanos son reconocidos nacional e internacionalmente, así que no podemos formar profesionales de segunda o de tercera». 

La sociedad se plantea una propuesta educativa. «No avalamos ni avalaremos ningún posgrado con carencias en el área académica», reitera Prado. 

La escasez

 Aliviar el dolor de los pacientes en una tarea ardua. Prado asegura que el desabastecimiento de medicamentos en los hospitales públicos se ubica entre 70% y 80%, y los que se encuentran son los que se usaban hace 20 años, los cuales tienen efectos colaterales que estaban superados. 

El abastecimiento de morfina es intermitente. El mismo problema de distribución sucede con el medicamento Remifentanil en el interior del país, que es un narcótico potente que se usa para hacer una técnica anestésica indovenosa que suprime la sensibilidad del paciente y mantiene la estabilidad cardiovascular. 

También existe déficit de relajantes neuromusculares como el bromuro de rocuronio, que se aplica a pacientes que serán sometidos a anestesia general en una operación. Están volviendo a técnicas del pasado con la utilización de bromuro de pancuronio, que tiene un efecto de más larga duración en el paciente, l o que había sido superado con los fármacos de nueva generación. 

«Esos medicamentos se dejaron de usar por los efectos colaterales que ponen en riesgo la vida de las personas», señala. 

Ante la ausencia de estos fármacos comienza el mercado negro a minarse de medicamentos sin registro sanitario que en su rotulado aseguran que provienen de Ecuador, Holanda y Colombia con los nombres comerciales Lufcuren y Rocuronio, denuncia la Sociedad. 

Abordajes menos humanos

Las futuras madres deben comprar el kit de epidural en las maternidades. Su precio aproximado en el mercado negro es de 40.000 bolívares. 

Los médicos han tenido que optar por el bloqueo raquídeo ante la falta de insumos, pese a que el efecto de la epidural se supera más rápido. 

«La paciente puede estar consciente en las dos técnicas (epidural o raquídea), pero si vamos a tener bloqueada a la madre en lo motor y sensitivo por un determinado tiempo le podemos causar angustia, pues no podrá conocer a su hijo en ese importante momento de su vida», explica la médico especialista. 


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