Viernes 11.14 am 

-Ilegal, ¿en cuánto me llevas hasta Bogotá?

El joven que hace unos minutos llegaba a Cúcuta tras cruzar el puente Simón Bolívar, abrazó fuertemente al chofer de un autobús y le habló al oído, pero lo escuche.

Esa imagen me hizo pensar como nuestra tragedia contagia al otro. Problemón el de Colombia para una nación que, además, no cuenta con leyes que regulen la migración.

El 80% de los venezolanos que llegan no desea quedarse y poseen papeles en orden.

En el puente abundan autobuses que se dirigen a Ecuador, Perú y Chile, muchos de estos: operadores turísticos, empresas serías, pero también las hay piratas.

Las temperaturas son altas y el flujo de personas es grueso y constante. Así como si salieran de un concierto, de un estadium de béisbol. Es que no paran, el mismo paisaje del lado que llega y del lado donde se regresan.

No recuerdo, si en las más de tres horas recorriendo el puente, el ritmo de transeúntes bajara, no lo recuerdo. 

-Me acaban de regresar de Estados Unidos. Voy a Puerto Ordaz de nuevo. 

Este señor se regresa a Venezuela porque le prohibieron el ingreso a EE UU y otros como él lo acompañan en su andar,  pero por razones distintas: Han terminado su trabajo, ya han vacunado a sus hijos o han comido en el comedor de la casa de Paso Divina Providencia de la Diócesis de Cúcuta.

Foto: Reporte Ya

A esa casa de paso no llegan allí los caminantes, no los ví. Comen venezolanos y algunos colombianos. La labor de la diócesis es extraordinaria. Ese día los encargados del comedor reclamaban que en la mañana los cereales se los comieron los adultos y no los niños y si eso seguía así: «perderían la donación».

En los alrededores proliferan las ventas de golosinas venezolanas, papel toalett, arepas, agua y las casas de cambio. Todo lo que necesitamos para hacer un largo viaje. En los alrededores del puente también están: la Cruz Roja, los cascos blancos de Argentina y Acnur, cuyos servicios los utiliza la migración pendular. Es una ayuda humanitaria básica.

Había leído en alguno de esos trabajos de gran aliento que hace la prensa internacional sobre diversas formas de ganarse la vida y la de vender el cabello me impresionó. No logré saber por cuánto comprarían el mío: tan frágil, tan escaso, no da ni para una peluca.  

Foto: Reporte Ya

Colombia no está preparada para la inmigración, es por naturaleza un país de expulsión, donde los suyos  salen a otras naciones. Algunas agencias internacionales a asistencia reclaman mayor libertad para poder trabajar en ese tema, dada la experiencia que si tienen.

Les preocupa el tema de la salud. El hermano país no cuenta con la cooperación medica, no porque no haya voluntad, sino por las restricciones legales, nos relatan que cuando se produjo la tragedia en Haití recogieron muchísima ayuda, pero a la hora de mandar el barco era tal el costo de los aranceles que optaron por hacer llegar dinero.

Por ejemplo, atender a los enfermos se hace cuesta arriba. A los hospitales llegan unas 30 mujeres gestantes sólo los fines de semana, pero si ingresa alguien con una fractura de pierna le estabilizan el dolor y ya. No lo operan, si fuera necesario y de ser así habría que pagarlo y, en estos casos, las clínicas privadas son más económicas.

Foto: Reporte Ya

No se diga con los medicamentos. No podría Cúcuta convertirse en un lugar para recibir medicina y entregárselas a alguien por el tema de aranceles, ya lo hemos dicho, así que es un delito y se llama contrabando. Sin embargo, hay acuerdos y de alguna u otra manera se pasan medicinas y hasta tratamientos completos a Venezuela. 

Si hablamos estrictamente de la frontera hay un problema terrible que ocurre hacia la zona del Catatumbo en el Norte de Santander, donde algunos venezolanos van a raspar hoja de coca voluntariamente. Otros que han querido abandonar ese trabajo son extraídos y le secuestran el pasaporte. No contemos los compatriotas que ya están en esa zona y son parte de la guerrilla.

Claro, claro que hay una tremenda crisis en marcha, una tragedia. Miren estas cifras: De los 300 niños que nacen en Cúcuta anualmente, el 70%, son de madres venezolanas, pero cuando regresan a su casa no se les puede llamar ni colombianos, ni venezolanos, ni venecos, son apatrias. A diario llegan nuestros enfermos con cáncer y VIH, en promedio de 5 a 6 y no hay tratamiento. Contrabando de gasolina, ya lo conocemos, guerrilla, droga y, en medio de esto, una amenaza de intervención.

En los medios abundan las informaciones sobre la no conveniencia de una guerra. Saben cómo empieza y no cuándo termina. Y una posible confrontación no necesariamente sería una victoria para ninguna de la dos naciones. 

Ya lo declaro el propio ELN. Estaremos del lado Maduro si este fuera el escenario. Así que Venezuela tendría tres frentes que se expanden desde la capital, hasta la frontera: Su ejército, los colectivos y el ELN.


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