Aunque las puertas permanecen abiertas, en el Colegio San Ignacio de Loyola no hay clases. Los salones están vacíos, tampoco se escuchan las risas de los niños jugando al fútbol en el patio; banderas a media asta y ofrendas florales para la virgen advierten que quienes se congregan en el lugar están de luto, aunque los colores rojo y blanco superen por momentos la cantidad de franelas negras entre los presentes.

Hasta mediados de 2008, en esas mismas instalaciones estudió y jugó fútbol, béisbol y softball un alumno llamado Miguel Castillo, que el 10 de mayo se sumó a la lista de 39 venezolanos que han perdido la vida en las protestas antigubernamentales que iniciaron a principios de abril para rechazar al gobierno del presidente Nicolás Maduro.

“Miguel solo protestaba y permanecía parado, para que viniera y lo matara un desgraciado Guardia Nacional”, explicó la madre del muchacho, Carmen Elena Bracho, en declaraciones exclusivas para El Nacional Web. 

Con los ojos aún llorosos por el tributo que le rindieron a su hijo, conservó fuerzas para enviar un mensaje a Maduro: “Basta de represión. Somos muchas madres llorando y con esto que está haciendo no va lograr seguir en el poder”, agregó.

En la misma sintonía se mostró Jesús Orbegozo, rector del colegio Loyola: “Este hecho hay que calificarlo como asesinato”, aseguró. “Por una parte da dolor, porque arrebataron la vida a un hijo, un hermano; por otra genera indignación, porque acaban con muchachos impunemente; pero también sirve para que tengamos fe. Recordemos que la vida debe ser plena y que para ello hace falta comida, alimentación, medicinas, seguridad, que es lo que piden nuestros jóvenes, como Castillo”.

Para que la pérdida del estudiante no quede en vano, invitó al pueblo de Venezuela a ser solidarios con todas las víctimas y a erradicar la violencia: “Debemos movilizarnos y no quedarnos pasivos”.     

En paralelo, los presentes cargan flores, rosarios, imágenes religiosas y banderas de Venezuela, disponiéndose a arrancar una caminata con destino a la avenida principal de Las Mercedes, donde Castillo dio sus últimos suspiros antes de morir. 

Liderados por un camión con miembros del colegio y un par de vehículos en los que se trasladaban los familiares, la multitud comenzó su recorrido. Algunos en silencio, otros entre lágrimas, pero con el común denominador de exigir que cese la represión, que se haga justicia y se presente una solución definitiva a la crisis que azota el país y enlutó sus hogares.

“No se justifica tanta violencia y represión por querer un país libre”, argumentó Miriam, quien se identificó como madre de uno de los muchachos de la promoción en la que se graduó Castillo. La señora iba acompañada de estudiantes que compartieron en las aulas con el muchacho, estos prefirieron guardar silencio, mientras en sus manos sostenían una pancarta con los colores de la institución en la que se conocieron cuando eran niños.

Cerca de ellos caminaba Carlos Ignacio Ponte, graduado de ese liceo en 1978, y que ayudó a la organización de la marcha. “Hay dolor por Miguel y las 40 familias de muchachos que solo quieren un país del que no se tengan que ir. La muerte de Castillo fue injusta”, expresó.

Envió unas palabras a la Guardia Nacional: “Esta lucha es por ustedes, por sus madres y abuelas que tampoco consiguen comida y pasan necesidad”. 

Entretanto, las canciones religiosas entonadas por quienes iban montados en el camión que encabeza la movilización no paran. Tampoco el rosario que iban rezando todos en conjunto sin dejar de caminar, deteniéndose únicamente cuando decidían rendir un minuto de silencio en medio de la avenida Francisco de Miranda y a la altura de Chacaíto, acercándose cada vez más a Las Mercedes.

Pero no solo el colegio Loyola estaba en duelo. La Universidad Santa María (USM), de la que Castillo recién se había graduado como comunicador social hacía unos meses, se ve representada por sus estudiantes, que no pudieron homenajearlo en la Plaza Central de su recinto, pues las autoridades prefirieron cerrar sus puertas tras decretar tres días de duelo.  

Eumidia Díaz, consejera de la escuela de Comunicación Social de la USM, se sumó a quienes confesaron haber perdido el miedo y no solo se dirigió al presidente de la República, sino al ministro de la Defensa: “Nos mantendremos en la calle, si no todas estas muertes serían en vano. Nicolás Maduro, Vladimir Padrino López, no les tenemos miedo”. 

Empuñando otra pancarta con el logo de su alma mater, Daniela Reyes, también estudiante de Periodismo, añadió: “Salgan del poder, entreguen el país a personas que lo amen y no a quienes maten a estudiantes y personas inocentes. ¿Cuántos más tienen que perder la vida para que se vayan?”, se preguntó.

Junto a ellos, Teodoro Franco, profesor de fotografía en la USM, y quien recordó a Castillo por haberle impartido clases, lo remomoró por haberlo considerado un amigo más allá de un simple alumno: “Truncaron la vida de un recién graduado que tenía una vida por delante. Para mí fue alguien cercano con quien compartía en la plaza que está a las afueras de la Escuela”.    

Ya en Las Mercedes, todos juntos y acompañados de miles de ciudadanos que, de una u otra forma quisieron mostrar su dolor por la muerte de Castillo, marcaron el asfalto donde recogieron a Castillo del día anterior, colocaron flores, guardaron otro minuto de silencio, cantaron el himno del colegio Loyola, el himno nacional y entre aplausos, no solo homenajearon al joven, sino que juraron permanecer en las calles para pelear por la Venezuela que le costó la vida a quien lloraron durante toda la mañana.

“Eres un héroe, Miguel”, gritó uno de los presentes, en medio de una despedida en la que nadie se quería ir.  


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