Lorent Saleh, ex preso político en el exilio, concedió la primera entrevista como un hombre libre al diario El Mundo de España en el que explicó las condiciones de su extradición a Venezuela en el 2014, el sistema de tortura de “La Tumba” y El Helicoide y su concepción del Estado venezolano.

Saleh señaló diferencias marcadas entre las dos cárceles de presos políticos del país. “La tumba es un manicomio futurista. El Helicoide es el hacinamiento, el mal olor, las cucarachas y las ratas”.

La Tumba, ubicada en el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), sede Plaza Venezuela, lo definió como un laboratorio para la aplicación de cierto tipo de tortura. “Es la tecnología y la tortura psicológica”.

«Esposado así. Soportando chorros de agua sobre el cuerpo cada hora. La luz blanca, siempre blanca… Luego la corriente eléctrica… Los golpes. Te rodean las muñecas de tirro -papel periódico con cinta adhesiva- para que las esposas no dejen marca. Lo mismo en la cabeza. Y esto en mi caso. Se cuidaban de no dejar huella. Buscaban métodos alternativos a la violencia a palos, porque no les convenía», narró. 

Indicó que los custodios se cuidaban de no dejar huellas de torturas porque no les convenía. “Te rodean las muñecas de tirro para que las esposas no dejen marca. Y esto en mi caso (…) A otros presos les rompían directamente las costillas y los dejaban morir”.

El ex preso político contó que intento suicidarse en ese lugar cuatro veces, pero no porque quería morir, sino porque era su último recurso. Si él moría, sus carceleros podrían ir presos y a sus jefes no les importaría. “Mis intentos de suicidio fueron una forma de desafío a la dictadura (…) A los dictadores hay que desafiarlos. Para que sepan que no son dioses. Que también pueden sangrar y llorar y sufrir. Esa es la verdadera resistencia: el desafío”.

Después de dos años y medio en La Tumba, fue trasladado a El Helicoide. Un sitio que él describe como “la expresión del Estado mafioso” por el nivel de extorsión económica a los presos. Además, explicó la deshumanización del lugar: “Yo he visto a hombres arrodillarse para que los golpearan. Y lo peor, lo más terrible y estremecedor, he visto a hombres no hacer nada frente al sufrimiento de otros hombres.”

Describe que presenció como otros reclusos se prestaban para maltratar a otros, como una manera para evitar ser maltratados. “Unos se acostumbran a golpear, someter, torturar. Pero lo peor es que otros se acostumbran a ser golpeados, sometidos, torturados (…) En El Helicoide tratan a los presos peor que a los perros y la mayoría lo soporta”.

Sobre su extradición de Colombia a Venezuela en el 2014, dijo que el ex presidente Juan Manuel Santos «lo secuestró» y lo entregó en un pacto con Nicolás Maduro por denunciar la complicidad del colombiano con el gobierno venezolano. “Nunca hubo orden de captura de un tribunal venezolano ni una solicitud de Interpol. Nunca me presentaron ante un tribunal en Colombia. Nunca compareció un fiscal. No me permitieron defenderme. Santos me secuestró y me entregó a sabiendas de lo que me pasaría.”

Además, alegó que era una persona incomoda en Colombia, pues su ONG denunciaba los casos de víctimas de la FARC, un tema delicado en el país vecino en ese entonces porque Santos intentaba realizar el tratado de paz con las guerrillas.

Lorent Saleh considera que ni le robaron ni perdió el tiempo que estuvo en la cárcel. “Lo que aprendí no me lo quita nadie”. En su liberación se conjugaron varios factores como la lucha de su madre, Yamile Saleh, apoyo del Parlamento Europeo y otros países, entre ellos España, aunque, agregó Saleh, Zapatero no tuvo nada que ver con el proceso.

Expresó que «Venezuela es un Estado terrorista» que se sostiene mediante el pánico, la violencia y el hambre como estrategia. Insiste en la aplicación de sanciones porque no perjudican a la gente y además las personas “agradecen que se castigue a sus torturadores”.

Concluyó con que la oposición no es la que debe exigir la rendición del gobierno venezolano. “Deben hacerlo España y las demás democracias del mundo. Son ustedes los que decir: ‘Hasta aquí. Ya no más. Basta”.

Con información de El Mundo


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