Lejos de estar pacificadas, las cárceles venezolanas son una fábrica de odio en las que se violan los derechos humanos de los reclusos, en especial a los que disienten del gobierno de Nicolás Maduro. Así lo denunciaron Vasco Da Costa y José Luis Santamaría, ex presos políticos que fueron liberados el pasado 6 de octubre.

“Quisieron aterrorizarnos y callarnos pero no lo van a lograr”, dijo Da Costa, quien estuvo recluido en los penales de El Rodeo (Miranda), 26 de Julio (Guárico) y Tocuyito (Carabobo). 

En una tónica similar se manifestó Santamaría, que pasó más de tres años encerrado en El Rodeo. “Nos tocó sobrevivir en campos de concentración que parecen sacados de una película”, aseguró.

Acerca del modelo humanizado que el Ministerio de Asuntos Penitenciarios implantó desde 2011 bajo la dirección de la ex ministra Iris Varela, ambos insistieron en que dentro de las prisiones se cometen abusos contra los reos, a los que además no se les garantiza una alimentación adecuada ni acceso a medicamentos.

“En la cárcel 26 de julio tenían una especie de palas en las que escribían ‘derechos humanos’ y atamel’ para pegarle a los presos por exigir respeto o pedir medicinas”, contó Da Costa en exclusiva para El Nacional Web

Santamaría agregó que además de negar traslados a centros hospitalarios, a la población de El Rodeo únicamente los internaban en la enfermería en casos extremos.

“Era muy fuerte enterarse de que alguien había muerto porque solo les daban alguna pastilla y los acostaban en una camilla”, lamentó.

Él es un ejemplo de estos abusos. Contrajo hepatitis, presentó laceraciones cutáneas en la cara, mientras que Da Costa se convirtió en diabético y tiene abscesos en la piel.  

En contra del “hombre nuevo”

Da Costa rechazó que el gobierno intente formar un “hombre nuevo” basándose en la experiencia que tuvo dentro del sistema penitenciario venezolano.

“No solo es el hecho de estar preso sino que quieren que las personas sean socialistas, revolucionarias y sin voluntad; buscan quebrar el espíritu humano con un lavado cerebral”, analizó.

A pesar de sus vivencias, Santamaría abogó por un cambio para Venezuela. “Hay que reconstruir al país sin dejar impunes los crímenes que se cometieron”.

Miedo al silencio 

Santamaría reconoció que pueden haber posibles represalias de parte del gobierno por denunciar los abusos que sufrió durante su estadía en prisión, sin embargo resaltó la necesidad de denunciar la violación de derechos humanos a las autoridades. «Tengo miedo a quedarme callado porque esto tiene que saberse para que no vuelva a repetirse», afirmó. 


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